Fabrican preservativos autolubricantes para que nadie pueda poner excusas

Estos nuevos condones están elaborados con un material que se vuelve resbaladizo al contacto con humedad, agua o fluidos vaginales

Hasta un 45,6% de los jóvenes españoles reconoce haber mantenido relaciones sexuales sin preservativo en alguna ocasión y, aún peor, un 26,4% afirman practicar esta conducta temeraria de manera frecuente, según un estudio publicado el pasado año por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Pero aunque el preservativo es esencial e innegociable para combatir las enfermedades de transmisión sexual, tampoco es infalible. La escasez de lubricación de los condones comerciales provoca roturas que ponen en peligro nuestra salud. Pero una nueva clase de condones, un estudio, están aquí para solucionarlo.

Este nuevo preservativo, capaz de autolubricarse, ha sido desarrollado por científicos de la Universidad de Boston. “El objetivo residía en si podríamos idear una tecnología en la que el condón fuera autolubricante. En otras palabras: que en presencia de humedad, agua o fluidos vaginales, se volviese resbaladizo”, apunta el químico investigador Mark Grinstaff, coautor del estudio. Y para conseguirlo, el equipo utilizó polímeros superhidratados que pueden incorporarse a la superficie de látex del condón con una sola exposición de 30 minutos a luz ultravioleta. Es decir, que podría añadirse fácilmente a los actuales condones del mercado.

Con el objetivo de verificar sus cualidades, los investigadores colocaron este nuevo producto en una botella que sumergieron posteriormente en agua. Así descubrieron que, efectivamente, este condón es mucho más resbaladizo que un condón convencional cubierto de lubricante comercial. Es más, mientras el primero sí continuaba siendo resbaladizo tras 1.000 ciclos o 16 minutos de movimiento repetido contra una superficie parecida a la piel humana fabricada con poliuretano, el segundo dejaba de resbalar. Su uso por parte de 33 participantes también fue concluyente: el 85% aseguró que el nuevo material era más resbaladizo.

“El siguiente paso sería un estudio con parejas para ver si, de hecho, esto se traduce en un resultado físico de sexo más placentero”, continúa Grinstaff. De momento, el equipo ha presentado una patente del producto y espera que esté en el mercado en los próximos dos años. La Fundación Bill y Melinda Gates, que ha financiado la investigación, invertirá un millón de dólares más para su avance con el objetivo de introducirlo en los países en desarrollo, donde las enfermedades de transmisión sexual son más habituales. Como dice Grinstaff, hemos estado “utilizando la tecnología de nuestros abuelos en el siglo XXI”. Es hora de dar un paso adelante.