3 tíos con pánico a mear en público te cuentan lo jodido que es vivir aguantándose las ganas

El síndrome de la vejiga tímida afecta al 7% de los hombres, pero tenemos buenas noticias: se cura y la vida te puede cambiar de un día para otro

Una tarde, Carlos se estaba meando desesperadamente. A diferencia de lo que haría cualquier otro, no podía meterse a un bar. No podía porque en los baños públicos él se bloquea. Tenía dos opciones: esperar un tren y llegar a su casa, a una hora y media de Barcelona, o convencer a algún amigo de que lo dejara subir. Mientras se debatía con la vejiga a punto de estallar, le sonó el móvil. Un mensaje Grindr lo salvó del apuro: "Bueno', le dije, 'pero yo tengo que ir al baño'. Me invitó a su casa y fui a dejarme la vida. Luego tuve que follar con él más por compromiso que por otra cosa. Fue prostitución para ir al baño".

Un bloqueo cargado de estigma

Este barcelonés de 25 años, tiene el síndrome de la vejiga tímida, o lo que es lo mismo, fobia a mear en público. La paruresis es un bloqueo que afecta al 7% de los hombres a nivel global y la mayoría lo viven en silencio. Unos años después, Carlos pasó todo el día sin ir a casa. Y ese sí que fue el más angustiante de su vida. Fue de las prácticas de la universidad a las de coche y, al final, a su clase de danza. En todos lados intentó evacuar, pero no pudo. Desesperado, llegó a casa por la noche, pero se había dejado las llaves. De la impotencia, lo dejó ir todo. Se meó encima y esperó sentado a que llegara su madre. Cuando la vio, la abrazó y se echó a llorar.

"Lloraba de la rabia de saber que había llegado a esto por la angustia que me da mear en lugares públicos, sabía que era un trastorno, que no era normal. A partir de ese momento, su mente se abrió: "Me dije: 'vengo aquí a mear y a cagar. Todo el mundo viene a lo mismo'". Sabía que tenía un problema, pero ni siquiera sabía que tuviera un nombre. Solo sabía que le venía de pequeño, cuando una enfermedad lo obligaba a mear sentado.

Héctor Galván, director clínico del Instituto Madrid de Psicología, cuenta que este bloqueo lo causa "un temor irracional a ser visto o a que otros oigan o huelan la orina mientras se está delante de otros sobre todo en lugares públicos o si hay alguien cerca". La sensación de impotencia hace que estos hombres "vivan este problema y sus genitales con pudor y vergüenza, miedo y timidez... cuando se tiene que compartir el espacio más personal es posible experimentar sentimientos de ansiedad", apunta Galván.

El peso de la masculinidad tóxica 

Carlos lo sintetiza con un poco de humor y otro tanto de frustración: "con los urinarios, nosotros lo tenemos mucho más difícil que vosotras: que si la tienes grande, pequeña, mira hacia delante, mira para abajo para no mancharte, que si te sale el doble chorro y te manchas el pantalón o te queda la gotilla... que si a la mínima que intentes toser o mover la cabeza por lo que sea y parece que estás mirando al de al lado... ¡es mucha ansiedad! Parece cómico, pero es un problema enorme. Hay muy poca privacidad cuando vas al baño". 

En el colegio, se esperaba a la hora de comer para poder ir a casa y en la universidad, no fue al baño hasta el último año y porque los horarios ya no le permitían escapara. Fue determinante poder hablar con su mejor amigo de la fobia. A partir de entonces, los dos empezaron a ir juntos a los baños, sobre todo en las discotecas, y el pánico empezó a desaparecer, aunque lo cierto es que sigue viendo imposible usar urinarios o baños con puertas que no vayan desde el techo hasta el suelo. 

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"Curar la vejiga tímida consiste en resetear el cerebro y quitarte la idea de que orinar te pone en una situación de desprotección", cuenta Miguel, un joven español residente en Inglaterra de 23 años. Su problema también se remonta a la infancia. Se meó en la cama hasta los 12 años y ese era un tema familiar que a él le daba una vergüenza tremenda. Al final, se sometió a dos sesiones de hipnosis que lo ayudaron a superar el problema, pero su subconsciente conservó la idea de que ir al baño para él era problemático y que no debía hacerlo delante de nadie. Él, que siempre fue popular en el colegio, sentía mucha rabia al ser el único que tenía que esconderse en los baños. "Me preguntaba: '¿por qué me pasa esta putada?'".

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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"Orinar en un cubículo da vergüenza porque te dicen que eso es lo que hacen las mujeres, pero al final te das cuenta de que es una tontería", explica. Cuando era más joven, conseguía disimular porque los se juntan a beber en los parques y allí siempre es fácil encontrar un rincón oscuro y alejado. El problema vino después, cuando empezó a ir a bares, porque tenía que ir al baño: "lo que más te angustia es no saber si vas a poder mear o no. Nunca he tenido vergüenza de mi cuerpo ni me importa estar desnudo, pero no podía mear. Esto me estuvo amargando la vida durante diez años", exclama. Ahora que ha conseguido superar el bloqueo, no para de contarlo por ahí. "Me encanta poder demostrar que incluso los chicos populares tenemos fobias", afirma con el orgullo de quien sabe que ha superado sus miedos. Muchos se decepcionan al oír su secreto mejor guardado, pero a raíz de esto otros le han confesado que les pasa lo mismo. Como su peluquero.

Por su parte, Héctor Galván recomienda terapia para superar la fobia: "lo más conveniente es ir desarraigando esa evitación y entrarse cara a cara al problema. Siempre ayuda utilizar técnicas y recursos para manejar la ansiedad". Miguel superó la paruresis cuando descubrió que su problema tenía nombre, lo buscó en Google y fue a parar a la página de una asociación especializada en el síndrome de la vejiga tímida. "Me sorprendió la cantidad y diversidad de personas que había en ese curso porque yo siempre me había creído que era el único", recuerda. En su caso, el origen del bloqueo estaba muy claro, se habla de un trauma infantil, pero no siempre está tan definido. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

#piss #pee #publicpiss #instapiss

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Meadas liberadoras

Muchos chicos, simplemente no entienden las razones, como le pasó durante tres décadas a Ian, un hombre de 57 años que se ha pasado la vida marcado por una enfermedad que lo hacía sentir "el raro". Llegó a inventarse que se encontraba mal el día de la boda de uno de sus mejores amigos porque sabía que allí no tendría cómo ir al baño. Ahora Ian lo ha superado y forma parte de esa asociación, que ayuda a hombres de toda Europa a aprender a mear estando con más gente. La terapia consiste en pasar dos días en un hotel, donde empiezan bebiendo mucha agua y después van practicando.

Primero, van al baño en una habitación, luego en zonas comunes y, finalmente, si están preparados, en otros establecimientos públicos de la ciudad. Lo más importante es que el proceso sea paulatino y que no tengan ninguna situación en la que se vean obligados a hacer nada para lo que no están preparados. Muchos llegan a cambiar de trabajo para evitar tener que ir al baño en la oficina o tienden a encerrarse y a evitar pasar mucho tiempo con gente. Ian cambió la cerveza por chupitos y dejó de ir a discotecas a los 19 años: "muchos hombres crecemos con la idea de que si usamos los cubículos cerrados no somos hombres de verdad. Pero es un absurdo, porque la primera vez que pude mear en un baño público, no podía creer mi felicidad". Mear a gusto es una forma de liberación.