'Los gais me preguntan si soy terrorista y para los musulmanes soy una abominación'

Un joven bisexual, musulmán y converso explica a Código Nuevo la triple discriminación islamófoba, xenófoba y homófoba que sufre a diario

“En la mezquita me han preguntado que por qué llevo pantalones estrechos si eso es de mujeres ... y un exnovio me preguntó si era terrorista cuando le conté que soy musulmán. Pensé que se iría a media noche tras descubrirlo”. El de ‘M’*, joven bisexual y musulmán de 22 años, es el pan de cada día de los musulmanes LGTBI: islamofobia por parte de compañeros queer, homofobia en espacios de la comunidad islámica. Este estudiante de Barcelona es además, musulmán converso y se enfrenta también al rechazo de su familia, cristiana, desde que encontró la fe tras una revelación. Desde entonces, se ha visto forzado a salir del armario como musulmán y bisexual en todos los espacios, aunque reconoce que no siempre está preparado.

Ser gay en el Islam

“Antes tenía un amigo de la mezquita. Una vez, hablando sobre Islam, me dijo que me veía mucho futuro, que creía que podría trabajar en el mundo de las leyes en Arabia Saudita, para luego añadir 'ejecutando a homosexuales'. Me quedé en shock, me paré en seco. Luego dejé de volver a verlo. Lo conté a otros musulmanes que no vieron bien lo que me dijo. Puedes estar en contra de la homosexualidad, pero no desear su muerte”, recuerda M, que ha querido mantener el anonimato.

No estoy preparado para dar la cara todavía, es muy difícil gestionarlo públicamente ... Mi abuela, por ejemplo, ya me echó por decirle que soy bisexual, si se entera de que soy musulmán le da algo”, explica para justificar su decisión. Y no es de extrañar, Abdel Jhalil Zam Zam, fundador de la Asociación de Musulmanes Homosexuales LGTB AMHO y quien me ha dado el contacto de M., es un ejemplo de lo que sucede a aquellas personas que públicamente se muestran como miembros de las dos comunidades.

“He pasado miedo”, confiesa. Ha llegado a recibir amenazas de muerte, muchas de ellas anónimas, diciéndole que cesara su activismo. No solo lo han juzgado desconocidos: un conocido suyo le dijo que si no dejaba sus “aborrecibles actos” la homosexualidad, no podría ser musulmán. Encontró la paz en una mezquita inclusiva, “la única de Barcelona donde hombres y mujeres rezan juntos y saben mi orientación sexual”. Un espacio que Zam Zam califica como liberador y único.

M. también coincide en esta visión de las mezquitas, y las ve como un espacio que puede llegar a ser hostil para las personas LGTBI. “En las mezquitas, los líderes suelen ser más conservadores y reaccionarios”, admite. Aun así, remarca que la mezquita no representa la comunidad: “no todos los musulmanes son iguales, ni mucho menos, mis amigos y las familias con las que convivo me han aceptado y mostrado más tolerancia. El problema son los líderes religiosos”.

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Por lo tanto, M. cree que la principal discriminación que se sufre en la comunidad islámica viene por parte de unas figuras de opinión que utilizan su posición de privilegio social para soltar consigas intolerantes. Pero los miembros menos organizados de la comunidad, que solo van a las mezquitas por tradición y para socializar, no son estrechos de miras. “Hay personas a quienes se lo he podido decir y me han asegurado que cada uno vive su vida y que no son nadie para meterse”.

¿Se puede ser gay y musulmán?

Es la pregunta del millón. Seguro que la has oído con formulaciones típicas de barra de bar como: “En los países árabes no se puede ser gay o lesbiana porque te tiran de un campanario”. Este topicazo surge de la ignorancia, responde M: “Ellos ven al agresor como musulmán, pero no ven que la víctima también lo es. El problema no es de la religión, es de unas posturas políticas conservadoras y homófobas”.

Diana Al-Rahmoun Font, investigadora académica, coincide. Cree que hay dos factores que producen esta imagen de incompatibilidad entre LGTBI e Islam. La primera, “el fascismo religioso” que impera en algunos países musulmanes y que hace “interpretaciones tergiversadas en pro de unos intereses heteropatriarcales concretos”. Y segundo, el laicismo colonial de Occidente, “que considera que creer en Dios es una cuestión de estúpidos, y que ninguna religión, y menos la islámica, es tolerante con las sexualidades no normativas”.

Al-Rahmoun explica que el islam no puede considerar el sexo e identidad queer como actos ilícitos basándose en el Corán, ya que no lo condena. “Es algo que vino a posteriori, con la creación del corpus jurídico que, aunque se diga lo contrario, es obra escrita por el hombre, para ser más concretos, por hombres a los que mantener los privilegios de su élite masculina era importante”, asegura.

Por lo tanto, ni Mahoma ni el Corán prohíben la homosexualidad. De hecho, en las escrituras sagradas se mencionan a los mukhannazun, personas que nacían hombres pero que socializaban con feminidad. “Que el islam es único, fijo e inamovible es lo que el fascismo religioso nos ha querido hacer creer”, sentencia la investigadora. 

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“El mensaje del islam fue claro: los oprimidos tenían el derecho a sublevarse ante la injusticia, los opresores el deber de acabar con ella”, sin embargo, como señala Al-Rahmoun, estas partes del corpus sagrado se obvian en favor de las lecturas interesadas del Corán, algo que también denuncia M, para mantener en el poder a unas élites conservadoras que ven en todo lo que no es normativo —feminismo, LGTBI, movimientos sociales— un desafío que erradicar. Algo que también pasó con el cristianismo.

Ser musulmán en la comunidad LGTBI

“Ser de una minoría no significa que no vayas a discriminar a otras”, recuerda el activista británico Khakan Qureshi, miembro de Birmingham South Asians LGBT. La experiencia de M lo corrobora. Cuando contó a una de sus parejas que era musulmán, notó que el otro lo rechazaba con su mirada. Se fueron a dormir y a la mañana siguiente le insinuó que no sabía si lo iba a matar mientras dormía.

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No son pocos los episodios de discriminación que recuerda. Algunos ponían en duda que pueda ser bisexual y musulmán, como si fueran términos de incompatibilidad. Otros se han sorprendido, rechazado o soltado comentarios hirientes e islamófobos cuando “sale del armario” como musulmán. Los comentarios sobre terrorismo, obviamente, tampoco han faltado. A la pregunta que si ha sufrido más islamofobia o bifobia duda, y cree que en el colectivo LGTBI hay mucho odio a los musulmanes.

Qureshi lo ha repetido en su larga carrera de activismo. Como explicaba en un artículo anterior, “si tenemos en cuenta que hay mucha homofobia en el seno de algunas familias malayas, indias o pakistanís, como la mía, no derrumbar el muro del racismo LGTBI supone que las personas del sudeste asiático no podamos salir del armario. Si los espacios gais no son inclusivos, ¿por qué vale la pena salir del armario si el colectivo te va a rechazar igual que tu familia?”.


* A petición del entrevistado hemos optado por preservar su identidad utilizando únicamente la primera letra de su nombre, M.