3 tramas abiertas del caso Manson que ponen en duda la versión oficial

Los detalles más escabrosos y menos conocidos de la familia Manson

Era 9 de agosto de 1969. Estaban a unas pocas horas de cometerse uno de los crímenes masivos más mediáticos y documentados de la historia. Han pasado 50 años y su impacto sigue igual de vivo. La última película de Tarantino, que se estrena el próximo 15 de agosto, se centra en el caso, y también la nueva temporada de Mindhunter. Miremos donde miremos, este año veremos a Manson.

El periodista Tom O’Neill, que lleva dos décadas de meticulosa investigación, acaba de publicar su libro Manson. La historia real para desmontar algunas de las supuestas mentiras que se dieron como ciertas entonces y rebatir el discurso oficial del caso, establecido en el libro Manson. La historia real, escrito por el Fiscal que logró enviar a Manson a la cárcel.

Estos son tres de los puntos principales que se detallan en el libro y que te ayudarán a entender las incógnitas que perduran más allá de lo que se dijo en los medios en su día.

1. Primero, las víctimas

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El primer crimen fue el de Sharon Tate esposa de Roman Polanski y tres amigos suyos. Fueron atados por el cuello con cuerdas, golpeados y asesinados. Tras matar a sus amigos, Tate, de veintiséis años y embarazada de ocho meses, fue la última en morir. Sus últimos momentos los pasó atada por el cuello al cadáver de sus amigos y rogó poder tener a su bebé. No importó: los asesinos, enviados por Manson, que estaba en su rancho tras haber organizado el crimen, le asestaron dieciséis cuchilladas en la barriga. Luego probaron su sangre —“saborear la muerte”, dijo uno de los perpetuadores en el juicio— y escribió “cerdo” en la puerta con su sangre.

El segundo set de crímenes fue el del matrimonio LaBianca, que se cometió la noche siguiente. Primero mataron al marido a puñaladas, después a su mujer, con la cual se cebaron especialmente: recibió hasta 40, cometidas por los asaltantes, mientras suplicaba que le perdonasen la vida.

2. La sospechosa perfección del caso

“En la literatura, la escena de un crimen suele asemejarse a un rompecabezas. Si uno tiene paciencia y sigue intentándolo, a la larga todas las piezas encajan. Los policías veteranos saben que esto no es así… Incluso después de surgir la solución —si se da el caso—, habrá piezas sobrantes, elementos que no cuadran. Y otras que faltan siempre”, explicaba Vincent Bugliosi, Fiscal que llevó el caso de Manson, en su best-seller Helter Skelter.

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Pero en este libro, como denuncia O’Neill, se desvela una realidad bastante cerrada. “Su rompecabezas estaba misteriosamente completo”, pero hay varios cabos sueltos. Por ejemplo, que se encontraron unas gafas en la escena del crimen que no pertenecían a las víctimas y que, según Manson, eran suyas. No obstante, en la declaración oficial se negó que Manson hubiera estado en la escena del crimen. No se siguió indagando en el tema.

Otra de las tramas olvidadas fue el crimen de Gary Hinman, un budista que dio cobijo a la Familia. Fue apaleado y torturado durante dos días, cuando murió ahogado, escribieron con su sangre un mensaje similar al que dejaron en casa de Polanski. No obstante, a diferencia de otros crímenes de la Familia, no quisieron relacionarlo con los asesinatos. De hecho, un trabajador de la oficina del fiscal aseguró a O’Neill que le prohibieron explícitamente relacionar la muerte de Hinman con el caso Manson.

Además, cuando fueron a arrestar a la Familia tras el asesinato de Tate, dos agentes de élite de Los Angeles no fueron al rancho. “Guenther y Whiteley creían que su caso estaba relacionado con los crímenes no resueltos más importantes de la historia de Los Angeles”. Y, sin embargo, no fueron al rancho. Dejaron que otros se encargasen de la que podía ser la operación policial de sus vidas.

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A O’Neill le pareció profundamente sospechoso que se obviasen estas cosas en el juicio. Cuando se puso a investigarlo todo se topó con innumerables problemas. No solo de Bugliosi, que obviamente no quería que le cambiasen ni una coma de su libro, que lo había hecho famoso, sino de las autoridades.

Explica cómo en la Oficina del Sheriff de Los Angeles le pusieron muchísimas barreras para investigar. Hubo un momento en el que pidió unos papeles que, supuestamente eran públicos. Sin embargo, le dijeron que no podían dárselos, que eran confidenciales porque había abierto un expediente contra la Familia por robo de tarjetas. “Pero si esos crímenes han prescrito”, les replicó. Le respondieron, literalmente, que “había material sobre el que no te podemos decir nada, del que nunca sabrás nada”.

3. La teoría del “Manson infiltrado”

Durante los meses y años posteriores al asesinato, se difundió la teoría de que Manson, en realidad, era un agente gubernamental infiltrado en los movimientos hippies. O’Neill no se muestra ni a favor ni en contra de esa idea, pero sí proporciona datos para entender por qué esta teoría no es solamente una tontería conspiracional.

En 1967, en pleno estado de excepción de la Guerra Fría, había un programa de la CIA llamado Chaos el nombre original que iba a tener el libro, según El País que servía para “socavar y destruir los movimientos de izquierdas mediante la infiltración de agentes en el movimiento contracultural o los Panteras Negras”.

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Bugliosi, durante el juicio, tenía una tesis que no cambió en ningún momento. Manson, decía, era un hippy manipulador y violento, un miembro de la contracultura que usaba masivamente LSD y otras drogas para manipular y controlar a la gente y crear un entorno de locura generalizada. El Fiscal, con este discurso, lograba criminalizar el movimiento hippy, insertando la idea de que su existencia era un peligro “Manson es la encarnación del mal”, llegó a decir durante el juicio. Además, en numerosos casos, como por ejemplo con el caso de Gary Hinman, Manson intentó montar la escena para que el grupo antirracista de Panteras Negras pareciera el culpable.

A todo esto, O’Neill ha llegado a documentos que retratan la extraña relación de Manson con las autoridades federales. Antes de los crímenes de la Familia, ya habían cometido crímenes por los cuales salieron impunes, además, Manson había violado la libertad condicional mientras su agente asignado, Roger Smith,escribía buenas reseñas sobre su actitud.

Una semana después del asesinato de Sharon Tate, hubo una redada en el rancho de la Familia Manson y fueron detenidas 27 personas. En el rancho había tarjetas y coches robados, un arsenal de armas, drogas y menores con las que se había acostado tras darles drogas. Eran crímenes gravísimos fácilmente relacionables con los asesinatos. “Sin embargo, no fueron acusados. Pese a las pruebas irrefutables, el grupo entero quedó en libertad sin que mediara interrogatorio alguno”, explica el libro. Según Bugliosi, su liberación se debió a un error en la fecha en la que la policía tenía permiso para hacer el registro. O sea, que se habían salvado por un error burocrático.

Pero O’Neill demuestra que este supuesto error tenía un plazo de corrección de 10 días y por lo tanto ningún juez podía ordenar su puesta en libertad. Fue descubierto varias veces más implicado con menores y drogas, pero no se dictaron más órdenes de registro. Ni O’Neill ni sus entrevistados saben por qué no fue hasta finales del 69 cuando Manson fue detenido, finalmente, por los asesinatos.

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“Puede que Manson no fuera alguien que estuviera trabajando para la amplia gama de agencias de las fuerzas de seguridad de EE UU, pero entonces se cometieron con él enormes negligencias que costaron vidas”, añade El País, igual de cuidadoso que O’Neill en dar fuelle a las teorías conspiracionistas, pero conscientes de que la verdad que se ha contado siempre desde la prensa, la fiscalía y la farándula tiene muchas lagunas. Todos necesitaban y querían ver a Manson como un malo malísimo. Y quizá lo era, pero ¿fue un hombre tan loco y poderoso o hubo alguien más a su lado?

La tesis oficial decía que Manson controlaba a las personas con drogas. Aunque había dos expertos que también lo creían, Bugliosi decidió no entrevistarlos. Según O’Neill, por un motivo muy sospechoso: porque ellos creían que estas técnicas tenían que haberle sido enseñadas por alguien, bastante experto, además. Y, quizá, Bugliosi no quería que esto se dijera en el juicio para no desviar la atención de su tesis, que tenía tan bien cerrada y de cuya veracidad no había ningún atisbo de duda.

Jugar en las zonas de sombra de crímenes como el de la Familia Manson en un caramelo para la ficción. Medio siglo después, esta investigación sobre los cabos sueltos de ese asesinato múltiple es una más de las historias que vamos a escuchar este año en que tanto periodismo como ficción quieren recuperar una historia que nunca ha dejado de fascinar.