Cómo saber si estás en una relación simbiótica

Si lo hacéis absolutamente todo juntos, probablemente acabaréis siendo clones

Formas de amar hay muchas, pero saludables no demasiadas. Incluso aquellas que a veces pensamos como tal, no lo son tanto y es que hay tantos mitos sobre el amor y tantas películas, libros y series que contribuyen a deformarlo que es normal que a veces estemos un poco confusos

Sin ir más lejos, aún hay quienes apuestan por eso de encontrar su media naranja, aunque ya John Lennon lo criticó en su momento y defendió la maravillosa y acertada idea de que nacemos enteros y nadie tiene la responsabilidad de completarnos. Algo que parecen obviar las parejas simbióticas, esas en las que impera la necesidad de fusionarse con el otro hasta tal punto que se acaban por perder las identidades individuales. 

Lo cierto es que ese deseo de fusión, de ser uno en vez de dos, es considerado por muchos como ideal romántico. Sin embargo, puede ser muy peligroso porque los participantes de este tipo de relaciones están enlazados psicológicamente a niveles extremos. Para ellos, existe una sola realidad: su mundo, ese donde realizan todo en conjunto y a su vez se limitan sin saberlo. Están encerrados en su propia trampa.

Un mundo, una realidad para dos

En el mundo animal, la simbiosis sucede cuando dos animales de especies distintas se unen y colaboran entre sí para conseguir un objetivo. Por ejemplo, los pájaros que quitan los parásitos a los elefantes o los pececillos que limpian las branquias, la piel y la mandíbula del tiburón ballena y se alimentan. 

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En las relaciones de pareja ocurre algo similar pero con algunas diferencias. Y es que en las parejas simbióticas, sus miembros se acaparan entre sí hasta tal punto que no hacen nada por separado, ni siquiera aquello con lo que disfrutaban y que antes hacían en solitario. Son inseparables. Casi que diríamos que un calco el uno del otro porque además arman todos los proyectos juntos y acaban por tener los mismos gustos y puntos de vista, olvidándose de los propios. Se adaptan como camaleones. Es decir, a diferencia de los animales, la simbiosis domina la relación al 100%. Se han ahogado en el nosotros y han perdido la individualidad. Es como si no supieran dónde acaba uno y empieza el otro.

Incluso puede que todavía estés pensando que lo anterior es una forma lógica de llevar una relación porque al final es una cuestión de dos. Y sí, esto último es cierto, pero lo que no es sano es acabar con todo y que el mundo se reduzca solo a la pareja, como si no existiera nada más. Al final, se cortan lazos con amigos y familiares, se dejan de hacer cosas y uno mismo se pierde en la relación. 

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Y no solo eso, por regla general en este tipo de relaciones suelen estar presentes otros aspectos y dinámicas como los siguientes:

  • Inmadurez emocional. Las personas que conforman una pareja simbiótica no gestionan muy bien sus emociones y se relacionan desde la necesidad. Esto conlleva a que rellenen sus vacíos emocionales con la otra persona en lugar de consigo mismos, lo que suele ser un parche. De ahí que la mayoría tengan baja autoestima. 

  • La responsabilidad por los sentimientos del otro. Como no existe la individual y todo es compartido, también lo son los sentimientos. Entonces, por un lado se responsabilizan del dolor de su pareja y por otro los culpan por cómo se sienten y se lo reprochan. Otra señal que confirma que la inmadurez emocional está presente.

  • Miedos y celos constantes. Ambas personas presentan mucha inseguridad, algo normal por su baja autoestima y las conductas de control que manifiestan. Están llenos de preocupaciones y miedos sobre si la pareja los abandonará o será infiel. 

  • Sufrimiento. El malestar es inevitable en las parejas simbióticas, pues no hay libertad ni respiros, sino necesidad y posesión. Es todo o nada. Y ante el mínimo indicio de que uno de los dos haga algo por su cuenta enseguida aparecen el estrés, la ansiedad o los miedos. Lo más grave de todo es que para ellos la posibilidad de ser felices solo está atada a si están con el otro. 

Cómo volver a la realidad

¿Es posible romper la simbiosis? Por supuesto. Ahora bien, no es sencillo, ya que en primer lugar hay que abrir los ojos, o sea aceptar la fusión y la exclusividad que se tienen con el otro. Y para ello hay que reconfigurar las visiones sobre el amor y las relaciones de cada miembro. Hay que deconstruir creencias y sanar heridas emocionales del pasado. Solo así se podrá ir generando el espacio necesario para ir separando ese mundo creado en dos. 

Tener claro los siguientes aspectos puede ayudar al proceso de desconstrucción de las parejas simbióticas:

  • El verdadero amor no entiende de necesidad. No necesitamos medias naranjas para completarnos, rellenar vacíos y ser felices, ya nacimos enteros. Eso sí, podemos elegir estar con otra persona. Lo importante es saber diferenciar entre necesidad y preferencia y por supuesto ser conscientes de que siempre nos tenemos a nosotros mismos.

  • Cada persona es responsable de sí misma. Un aspecto muy importante y que solemos olvidar demasiado. No somos responsables de lo que piensa, dice, siente o hace la otra persona, ni ella de lo nuestro. Hay que empezar a practicar la responsabilidad personal. Ahora bien, esto no implica que no podamos ayudarla, escucharla, sugerirla o darle opciones, aunque será siempre ella la que decida y actúe. 

  • Hay que mantener la individualidad. No podemos anularnos a nosotros mismos y perder la identidad personal solo porque estemos con otra persona, tanto por nosotros porque nos echamos a un lado como por la otra persona porque al final le mostramos alguien que no somos. ¿Qué sentido tendría? Esto también implica que seamos conscientes de que hay tiempo para todo: para aficiones, amigos y familia, aunque es cierto que la fase de enamoramiento esto suele pasar un poco a un lado, pero en cuanto pasa todo vuelve a la normalidad.

  • Descubrir al otro y aprender de lo diferente. Conocer a otra persona puede resultar fascinante. Se descubren otras realidades, otras opiniones y formas de ver la vida… con algunas se estará de acuerdo y con otras no tanto, pero si son saludables siempre se puede aprender de ellas.

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Por último y no menos importante, no está de más reflexionar sobre la relación de pareja de vez en cuando: qué te aporta, qué pérdidas implica, cómo te encuentras... Luego es fundamental hablar con la pareja sobre cómo llevar a cabo la defusión de los dos mundos, la recuperación de esa identidad personal que un día se dejó a un lado. Para ello, es conveniente conversar sobre los miedos, las preocupaciones y las inseguridades. Al final se trata de conocer al otro y a uno mismo y recordar que amar de forma sana merece la pena.

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