La manera correcta de reconciliarte con tu pareja tras una discusión sin recurrir al sexo

Las discusiones bien llevadas pueden ser una válvula de escape para vuestra relación, sin embargo, hay que saber discutir y, sobre todo, reconciliarse para que no os pase factura

Discutir dentro de una relación es algo tan normal, y en ocasiones necesario, como el buen sexo o una comunicación fluida. Permite sacar lo que llevamos dentro y establecer límites que no hemos sido capaces de marcar por comodidad o miedo a enfrentarlo. Sin embargo, las discusiones jamás pueden convertirse en una rutina o, peor aún, en sucesos traumáticos con agresiones físicas o verbales que supongan un deterioro grave de la relación y/o de nuestro autoestima. En este sentido, un artículo de Psychology Today apunta a la importancia del equilibrio y la contención para que las discusiones discurran de una manera lo más sana posible y acaben por reforzar la unión más que disolverla.

En primer lugar, mantener el equilibrio durante una discusión es fundamental. Esto significa que ambas partes se sienten igualmente empoderadas para defender sus opiniones sin sentirse dominadas o paralizadas por los ataques del otro. Cuando esto ocurre, que una de las dos partes o las dos se cierra a seguir debatiendo habréis perdido una válvula de escape en vuestra relación y surgirá el distanciamiento ya que ambos evitaréis el conflicto midiendo las palabras y/o situaciones comprometidas. Por otra parte, la contención es clave para que la energía que se aplique durante la discusión no sea tal que cause heridas emocionales y resentimiento en la pareja. Es decir, hay que dejar fluir las emociones pero con moderación.

No obstante, el punto más difícil en la mayor parte de las discusiones no es el hecho en sí de discutir, sino más bien qué hacer para lograr una reconciliación sincera y duradera. Aquí no se trata solamente del clásico “ya se le pasará” o el sexo de reconciliación que es una muy mala idea. A continuación ponemos algunos ejemplos de lo que NO hay que hacer y lo que SÍ.

- No pretendas que no ha pasado nada: el método más inmaduro para resolver una discusión es obviarla ya que no soluciona nada y quizá lo empeore.

- No te ensañes con el castigo: las parejas que se ponen en modo pasivo-agresivo durante largos periodos de tiempo solo pretenden aplicar un castigo que, en realidad, puede conducir al resentimiento o rechazo a la discusión del otro.

- No te conviertas en hielo: a veces tu manera de reaccionar es simplemente rechazando al otro no por castigo sino por agotamiento o ansiedad, en ese caso deberías entender que tu incomunicación solo profundiza el problema.

- No evites disculparte: no se trata de reconocer que el otro tiene razón o que has perdido la discusión, solamente reconocer el daño que has podido causar. Asumir tu parte de culpa siempre es positivo.

- Sí espera a que la cosa se enfríe: cuando las emociones se calmen volveréis a vuestro pensamiento racional y será mucho más fácil reencauzar la relación. Si ves que necesitas mucho tiempo puedes comunicarte con tu pareja e indicarle que necesitas que se te pase antes de hablarlo.

- Sí Discúlpate pero también con el ejemplo: muy útil cuando las discusiones se generan por el hábito de uno los miembros de la relación como, por ejemplo, no lavar los platos o dejarse todo por en medio. A veces la mejor disculpa es, además de hablarlo, un cambio en la actitud, que se vea el compromiso por mejorar y no solo palabras.

- Sí Extrae conocimiento de cada discusión: analiza qué fue lo que realmente la causó y qué puedes hacer para mejorar tu comunicación y evitar situaciones similares. Quizá no evites la primera discusión, pero seguro que evitarás muchas en el futuro y cuidarás de tu relación.

Por último, debemos ser conscientes de que muchas de las discusiones se desencadenan por pequeños detalles pero suelen tener su origen en problemas de comunicación o de egos. Quizá tu pareja se siente ignorada o poco atendida y la discusión es una manera poco madura emocionalmente de hacértelo saber. Es aquí donde debemos hacer el esfuerzo por comprender y atajar las carencias que se están expresando en forma de discusión. Plantéate por qué vuestros problemas escalan hasta el nivel de una discusión y por qué no has sido capaz de evitarlo antes. Ser consciente de vuestro nivel de conexión, comunicación y vuestros equilibrios es el método más efectivo para que las discusiones simplemente desaparezcan y, si algún día vuelven a emerger, lo cual no tiene por qué ser una mala señal, sirvan para reforzaros y no para destruiros. 

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