Por qué nos duele físicamente el desamor

El dolor físico y el social se procesan en las mismas regiones del cerebro y, en ocasiones, puede llegar a ser más intenso y persistente

El desamor duele. Tantísimo que, en muchas ocasiones, sentimos que nuestra mente no podrá soportarlo un solo segundo más y explotará por toda la habitación. Pero lo curioso no es eso, sino que nuestra mente no es la única que padece: también nuestro cuerpo puede verse jodido por una ruptura. Desde los dolores del pecho hasta los calambres en el estómago y pasando por lo que los expertos llaman fatiga sorda. Aunque te empeñes en decirte que estás bien, tu cuerpo te recuerda constantemente que no es así, que estás hecho un asco y necesitas recuperarte poquito a poco. ¿Pero cómo es posible que el amor duela físicamente?

La ciencia comienza ahora a tener ciertas pistas. Tal y como indican desde el medio digital Inverse, "el dolor físico y el dolor social en realidad se procesan en algunas de las mismas regiones del cerebro", lo que lleva a que "una ruptura pueda ser experimentada de la misma manera que una lesión". Tú, desde una óptica consciente de la situación, sabes perfectamente que estás sufriendo por desamor. Que acabas de perder una cosa que formaba parte de tu identidad social y que alegraba tu corazón. Pero el cerebro no distingue con la misma claridad. Entiende que estás sufriendo y genera una respuesta acorde.

En palabras de los expertos de Inverse, "cuando te rompes el brazo, el cerebro decide qué tan angustioso es el evento y genera una respuesta conductual adecuada", y "el mismo circuito neuronal puede encenderse cuando el cerebro procesa la lucha emocional". El problema es que algunas rupturas se enquistan bastante. Eso implica que nuestro sufrimiento despierta más respuestas conductuales físicas en nuestro cerebro. "La ruptura no es un evento discreto, sino más bien un proceso que causa varios factores estresantes y aumenta el riesgo de resultados negativos en la salud física y mental", explica el psicólogo Søren Sander.

La realidad es que, por alguna razón evolutiva o azarosa, el desamor duele demasiado. Como dice en Inverse  la neurocientífica Lucy Brown, "siempre hemos dicho que la naturaleza se pasó e hizo que la ruptura fuera demasiado dolorosa". Incluso aunque existan razones evolutivas y biológicas para que duela perder a la persona que amas, ¿de verdad hacía falta que se nos revolvieran las tripas, perdiéramos todas las ganas de comer y quisiéramos morirnos en el acto? Nosotros ya contamos aquí cómo proceder para superar una ruptura. Pero conseguir salir de ella no es sinónimo de salir indemne. Será duro. Casi siempre.

De hecho ciertos experimentos basados en imágenes magnéticas funcionales han demostrado que solo con ver una fotografía de una persona que amamos que nos ha rechazado o abandona, y de la que aún estamos enamorados, "activa zonas del cerebro asociadas con el deseo, las ganancias y pérdidas y la regulación de las emociones". Y nos pasa a todos. Lo que subraya Brown es que "la angustia por desamor no es el resultado de la debilidad de espíritu", sino una parte fundamental de ser un ser humano. "Es algo por lo que nuestro cerebro está diseñado para preocuparse". Pero tarde o temprano, como todo, termina pasando.