¿Se puede hacer la cucharita con tu follamigx sin querer nada serio?

Con la llegada del frío otoñal muchas pareja de follamigxs entran en el conflicto eterno entre querer hacer la cucharita y el pánico a que se piensen que busca una relación estable

La única verdad del Universo es que cuando llega el otoño y la temperatura baja de los 20 grados dejas de pensar que una cenita en una terraza y un polvito bajo el ventilador es un planazo. En su lugar, el sofá y su mantita se convierten en tu centro de gravedad ejerciendo una irresistible atracción para que te acurruques calentitx en las tardes de lluvia y frío. Es aquí donde dices: ¡Mierda! Estás más solx que la una y no tienes a NADIE que te haga la cucharita. Sí, la cucharita, la postura del amor más profundo para muchxs, la metáfora perfecta de la fusión de dos cuerpos después del 69 y, paradójicamente, la más incomprendida y ambigua de todas.

Porque, aunque la mayoría suspiramos por encontrar a esa personita especial con la que ‘haser la enamorasión’ bajo la mantita, lo cierto es que solo unxs pocxs lo tienen y al resto le tocará ‘haser la morisión’ hasta que vuelva el calorcito en primavera. Por primera vez en meses las personas con pareja vuelven a ser vistas como unas privilegiadas y el arrepentimiento por haberte pasado un verano con más poliamor que La Isla de las Tentaciones se acumula en tu ser. El gran dilema es: ¿qué hago si me apetece hacer la cucharita pero no quiero tener pareja? O peor aún: ¿se puede hacer la cucharita con une follamigue sin caer en una relación? O la muerte: ¿si se lo planteo se creerá que me estoy pillando y me abandonará?

No todxs le dan la misma importancia

El principal problema es que la cucharita tiene tantas definiciones como gente que la practica aunque, en general, todas ellas tienen en común que de alguna manera implica protección e intimidad. Sin embargo, es esa delgada línea ambigua la que genera toda la confusión. Desde los más intensitxs y tóxico-románticos a los más desprendidos, cada uno ofrece un matiz diferente en su descripción del fenómeno cucharero y, por tanto, de sus implicaciones a la hora de aplicarla con un random, tu crush o follamigo predilecto. Porque, seamos clarxs, si no hay consenso con la otra persona en cuanto a lo que implica la posturita el drama viene asegurado 100%.

“Para mí la cucharita es algo profundamente íntimo. Solo lo he hecho con mis parejas más serias y alguna vez con mi mejor amigo en momentos muy, muy íntimos en los que nos dábamos cuenta que nos queríamos mucho. Supone tener a la otra persona entre tus brazos sí, yo soy la cuchara grande, siempre, la estás protegiendo, ese momento sois una unidad, es la representación de que no queréis vivir separados”, explica Abel de 26 años que añade: “Me parece que, en la intimidad de pareja, es el gesto más profundo y bonito que existe. Más que el sexo. Es un te quiero corporal, mudo. La primera vez que lo hago se me queda grabado, como la primera vez que dices ‘te quiero’”.

Y después de esta sobredosis de azúcar y romanticismo en vena, está la gente que directamente lo ve como un juego previo al sexo con una persona con la que ya tienes confianza. “Para mí es un instante de conexión muy guay e incluso necesario. Si hago la cucharita antes de echar una siesta, por ejemplo, lo que sucede es que esa postura de contacto nos lleva directamente a la relación sexual. Además, se trata de una de mis posturas favoritas para follar”, confiesa Guillermina de 28 años. Su posición es tan diametralmente opuesta a la de Abel que, incluso, la ha practicado con personas con las que no había esa conexión, aunque reconoce que “la situación ha sido más bien rara” y que “es un abrazo que se da con alguien con el que tienes algo más que sexo casual”. 

El condicionamiento social y la monogamia

Así que, al final, la mayoría exige que se de ese mínimo de intimidad y confianza entre ambos, incluya o no, sexo en la ecuación. El problema, según la sexóloga Núria Jorba, es que “aunque se podría hacer sin ningún problema” a nivel social “se asocia al vínculo emociónal,  al amor o la intimidad” por lo que “se corre el riesgo de caer en malas interpretaciones”. Para la experta, este prejuicio en torno a la cucharita ocurre de manera inconsciente “porque es un gesto de protección” en el que “sujetas a tu pareja por la espalda que es el punto más vulnerable”. Es decir, que instintivamente solo podemos hacer la postura con alguien con quien nos sintamos especialmente cómodos y esto, en una sociedad monógama, queda irremediablemente asociado a las relaciones de pareja. 

“Al implicar que sientas que esa persona te está protegiendo y que se crea un vínculo se hace muy difícil separarlo de lo que sería un simple follamigx. Eso unido al prejuicio social hace que no sea muy recomendable practicarla a no ser que estés dispuesto a establecerlo o que haya una excelente comunicación entre ambas partes. Evidentemente, si se habla de esas emociones y se está de acuerdo se puede hacer, pero siempre hay mucho riesgo de que una de las partes confunda sus emociones”, concluye Jorba que, en cuanto al tema sexual, insiste en que el sexo o no es algo completamente paralelo a la “cucharita” en sí ya que en algunos contextos la postura servirá como algo erógeno pero, en líneas generales, se trata más de un signo de afecto mutuo que no tiene por qué ser sexual.

En definitiva, la cucharita puede ser el gesto de intimidad más profundo y original tanto en una relación de follamigxs como en una incipiente relación sentimental pero esto pasará necesariamente porque sus implicaciones emocionales estén previamente pactadas y especificadas por ambas partes. Únicamente una comunicación fluida y sincera podrá prevenir que algo que proporciona tanto placer y bienestar acabe produciendo una situación incómoda, un malentendido y un drama más que innecesario. Ojalá todxs podamos encontrar a la persona que nos haga la cucharita en las frías tardes de invierno que se aproximan, pero ojalá todxs hagamos un examen de conciencia para ser honestos y preguntarnos qué es lo que realmente queremos satisfacer con esos abrazos.