Por qué algunas personas son completamente incapaces de aceptar la derrota

Se debe a un procedimiento inconsciente llamado disonancia cognitiva y eso es algo muy chungo

El mundo está lleno de malos perdedores. Personas a las que les resulta totalmente imposible reconocer la derrota. Nunca dan su brazo a torcer en una discusión, incluso aunque gire alrededor de un tema nimio e intrascendente. Culpan a sus compañeros cuando no ganan en un deporte. Y achacan la victoria del resto en juegos de mesa o videojuegos a una cuestión de suerte. La responsabilidad nunca es de ellxs. Ellxs son mejores que los demás pese a cualquier resultado que pueda producirse. Seguro que conoces a alguien así, ¿verdad? La psicóloga, Evita March, explica en el medio The Conversation por qué son cómo son.

En concreto, y según esta especialista australiana, hay dos ingredientes fundamentales en el cerebro de esas personas incapaces de admitir una derrota. El primero de ellos es el conocido como narcicismo grandioso, una variedad de narcicismo "asociada con automejoramiento manifiesto, negación de debilidades, intimidantes demandas de derechos y devaluación de personas que amenazan la autoestima", según narcicismo estadounidense publicada en el Journal of Personality Disorders. Son estos rasgos los que se confabulan "para la posterior negación de la derrota", en palabras de March.

Bajo todos esos rasgos predomina una condición clave del narcicista grandioso: "una autoimagen positiva inflada con respecto a sus propias habilidades y atributos". ¿Y cómo se enlaza eso con la derrota? De un modo muy sencillo: para el narcisista grandioso la derrota supone un ataque contra esa autoestima inflada de la que tanto depende, un retroceso particularmente amenazador para su propio autoconcepto. Por eso se resisten a aceptar que les hayas ganado cuatro a cero en un partido del FIFA o que hayas sacado las mejores notas de la clase. Probablemente sea cosa del mando o del profesor, dirán.

En ocasiones, las evidencias de que han perdido son tan apabullantes que resulta indignante que lo nieguen. Y encima con explicaciones que resultan inverosímiles o muy poco convincentes. ¿Cómo es posible que esas personas, en muchos casos bastante inteligentes, opinen así? ¿De verdad se creen lo que están diciendo o es todo una estrategia manipuladora? Según cuenta March, basándose en los estudios del psicólogo Festinger, el hecho de que inventen excusas para no aceptar la derrota se debe a un procedimiento inconsciente llamado disonancia cognitiva. Y puede llevar a los narcicistas grandiosos a teorías muy locas.

Como explica la psicóloga australiana, "la disonancia cognitiva ocurre cuando nos encontramos con eventos que son inconsistentes con nuestras actitudes, creencias y comportamientos" más arraigados. Y eso es duro dado que desafía aquello que consideramos cierto. Para evitar tener que derribar dichas verdades, en torno a las cuales vivimos, "nos involucramos en estrategias para ignorar la nueva evidencia". Pero no solo eso. La actitud poco deportiva ante la derrota es nuevamente justificada mediante la disonancia cognitiva. Y es que ellos, con su autoestima inflada, no se ven como malos perdedores ni pueden permitirse verse así.