'Overfunctioning': cuando intentas controlarlo todo (y a todos) para evitar la ansiedad

Por ejemplo, "déjame ya lo hago yo", aunque tus amigos también sean capaces de hacerlo. Todo por el miedo al descontrol si no pasa todo por tu filtro y criterio

La ansiedad es un mecanismo que aparece de golpe. Vas cargándote de problemas diarios y, al final, algo sacude tu cerebro y… pum. Llega la ansiedad y sus nervios, sensación de descontrol, imposibilidad de estar tranquilx, problemas inmensos. Todo se hace una bola de hilos difícil de deshilar. Una de las formas más típicas de calmar la ansiedad es el overfunctioning la sobrefuncionalidad, que quiere decir controlarlo TODO. La explicación es sencilla: nuestro cerebro cree que manejando todos los inputs que recibimos podrá combatir la ansiedad, que muchas veces está provocada por los cabos sueltos que son ajenos a nuestro hipercontrol. De esta forma, no hay cabos sueltos. Todo sale tal y como tú quieres.

Los síntomas de que estás sufriendo este overfunctioning son muchos. “Es muy fácil entender el overfunctioning, pero no reconocer sus síntomas”, explica el portal Pyschology Today. Por eso, recoge hasta cincuenta, para que puedas identificarlos. Por ejemplo, con amigos siempre eliges el restaurante donde cenar, para asegurarte de que es bueno y te gustará. O cuando cenáis en casa de alguno de vosotros, explicarle cómo cocinar cuando se han ofrecido a hacerlo, por el mismo motivo.  

La enumeración de síntomas es muy larga, y se da con mucha frecuencia en el trabajo. Es muy común decir el típico ‘déjame hacerlo a mí’, aunque el otro sepa hacerlo, porque te tomará menos tiempo, o asumir el trabajo de un compañero porque no hará su trabajo de la forma que a ti te gusta, aunque la suya sea una forma igual de correcta.

Estas dinámicas se reproducen mucho en pareja y familia, no solo en ambientes laborales o amistosos. Por ejemplo, no compartir problemas importantes para evitar que otros tengan ansiedad bajo el lema de “yo puedo con ello, no voy a preocupar a otros”. O preocuparte en exceso de las responsabilidades de los demás, como si fueran tuyas, porque te da miedo que les vaya mal, te manchen las consecuencias y no puedas controlarlo. También en temas de aceptación, preguntarle constantemente la opinión y si están satisfechos con tus decisiones, por miedo irracional a tomar una mala que afecte a los demás y te guarden cierto resquemor.

En el fondo, muchas de estas dinámicas están configuradas por el terror a no ser capaz de manejarlo todo y encontrarte en una situación estresante en la que no puedas decidir, controlar o la clava de solución la tengan otros que no sepas cómo se van a envolver. Estás sufriendo constantemente por un miedo muy humano, el miedo a lo desconocido y aleatorio.

El overfunctioning puede parecer una práctica inofensiva, “sin embargo, cuando se convierten en nuestra forma automática de controlar nuestro estrés, evitamos que los que amamos se conviertan en humanos más capaces, se convierten en seres pasivos. Y evitamos aprender a mantener la calma sin asumir el control”, advierte el artículo.

Por eso, propone tres tips muy básicos que deberías pensar cada vez que entres en este excesivo control ambiental. Primero, observa el comportamiento hacia los demás y piensa si lo que haces es porque te apetece hacerlo o porque te estás obligando para tenerlo todo controlado. Por ejemplo: ¿te apetece ir a ese restaurante porque te lo han recomendado y tienes ganas de probarlo, o propones el restaurante porque no puedes ir a la deriva, buscando sin saber qué, acabando finalmente en un antro? Si la respuesta es esto segundo, déjate ir y desconecta del rol de jefx.

Segundo, tienes que forzarte a no hacer nada en situaciones en las que alguien la cague. Apechuga con el estrés cuando un amigo meta la pata en algún tema trivial. No intentes solucionarlo, que lo hagan ellos. Y, finalmente, pregúntate esto cuando ayudes a alguien: ¿lo hago por él o por mí? ¿Estoy ayudando a alguien con necesidad, o estoy tomando el control en su vida? Puede parecer obvio, pero puede ser sorprendente la de veces que ese altruismo con el que hacemos las cosas no responde a nada más que las ganas de controlar.