El motivo por el que no paras de comer cuando sientes estrés

Comer más cuando sientes estrés es un clásico, pero las causas y soluciones no son sencillas

No puedes evitarlo, cuanto más tareas y más presión tienes, más acudes a la máquina de snacks del trabajo empujado a comprarte esa chocolatina que tantas veces al día te dices que no tienes que comerte porque tienes el colesterol por las nubes. Los días que sales más agobiado, además, acudes a la pizzería de referencia a por lo tuyo. ¿Por qué cuando estás tranquilo te cuesta menos controlarte y a la que te toman un poco los nervios tu forma de intentar calmarlos además sin éxito es la comida? 

Remontémonos a 1926. El fisiólogo y médico austrohúngaro, Hans Selye, definió entonces el estrés como “una respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda”. La tensión física o psicológica que se acumula cuando esto pasa produce cambios a nivel físico, biológico y hormonal y en este proceso participan el cerebro, los nervios, el corazón, la digestión, la función muscular y otras partes del cuerpo, según explica en un artículo reciente el digital La Mente es Maravillosa.

Entre los cambios que genera el estrés, uno de los primeros es una disociación entre el apetito, que es una sensación sobre todo física, y el hambre, que es una sensación orgánica y física. Los impulsos transmitidos desde el cerebro son responsables de esta confusión y un hábito alimenticio guiado por las emociones lleva a conductas como la obsesión por la comida, el uso de alimentos como premio, comer de manera impulsiva o continuar comiendo a pesar de sentirse lleno. 

Así, esta respuesta inespecífica del cuerpo acaba propiciando una falta de conexión entre el hambre y la saciedad o que no sepamos muy bien la razón por la que comemos, a veces más rápido de lo normal sin darnos cuenta. 

El problema es que, en muchas ocasiones, las personas con estrés acaban comiendo alimentos con elevado contenido en azúcares, grasas, calorias o sal, además de hacerlo en exceso. El problema es que la mala alimentación prolongada puede derivar en hipercolesterolemia, hipertensión, hipertrigliceridemia, mayor riesgo de accidentes cerebro vasculares o enfermedades cardiovasculares y un largo etcétera. 

Hay varios estudios que apuntan a estos riesgos en la mezcla entre estrés y alimentación. Un estudio de la Universidad de Liverpool expone que las personas a dieta tienen más riesgo de comer de manera impulsiva porque “tanta energía a controlar sus señales biológicas les quedan pocos recursos para enfrentarse a los problemas cotidianos”. “Por eso, cuando se estresan, pierden el control y si tienen comida a mano, la consumen”, añade, así como apunta que estas personas “malinterpretan las señales relacionadas con la lucha o la huída”, explican en La Mente es Maravillosa. Para evitarlo, hay que llevar a cabo un trabajo importante para aprender a lidiar con el estrés.