Cómo lidiar con la muerte de alguien cuando todavía tenías algo que decirle

La primera novela de Marta Orriols, 'Aprender a hablar con las plantas', traza un diálogo entre el dolor que causa perder a alguien y el dolor y el rencor que genera la traición 

La muerte puede ser un tema terriblemente difícil. La pérdida de un ser querido nos obliga a enfrentarnos a realidades dolorosas, por ejemplo, la incertidumbre: esa especie de vacío en la que no sabes hacia dónde tienes que dirigirte, en la que no sabes cómo debes reaccionar y cómo gestionar ese torbellino de emociones que te cae de lleno en mitad del pecho. La primera novela de Marta Orriols, Aprender a hablar con las plantas Lumen, 2018, tiene parte de esta realidad pero también está hilada con otro tipo de dolor: el que genera una traición

Para ponernos en contexto, lo mejor será hacer un pequeño resumen del libro. Paula Cid es la protagonista de la novela. Es una mujer de 42 años que tiene un trabajo que le apasiona y una vida, lo que diríamos, normal. Ahora bien, su relación sentimental, un matrimonio de 15 años, está desgastándose cada vez más. Esto se confirma cuando Mauro, la pareja de Paula, decide sincerarse y explicarle que hay otra mujer en su vida y que se marcha de la casa. Esta es la primera ruptura del libro. La segunda ocurre cuando, horas después de que él le comunique esta decisión, muere en un accidente de tráfico. Dos sentimientos acaban de estallar por completo dentro de la protagonista: el dolor por este fallecimiento y el dolor de esa 'traición'. ¿Cómo es posible lidiar con estas dos emociones tan fuertes y encontrar un equilibrio?

¿Es incómodo el dolor?

Muchos de los textos o estudios que hablan sobre el dolor, en particular el que está relacionado con la muerte de una persona cercana, nombran la palabra incomodidad. Entendemos que no es cómodo sentir este peso. Lo que sucede es que se genera una inestabilidad completamente orgánica, como si se tratara de una reacción corporal. Alguien a quien querías ya no está, ya no volverás a verle reír o llorar o hablar. Ya no está. Estamos tan desapegados de la muerte que, cuando llega, nos parte en pequeños trozos. Sabemos que forma parte del ciclo natural de la vida pero es mejor no pensar excesivamente en ella. Cuando ocurre, sobre todo como sucede en la novela de Orriols, de forma repentina, el hachazo es aún más fuerte. 

El paso del tiempo es una de las herramientas principales para gestionar la pérdida. No existe una duración básica o 'normal' de duelo, para cada persona es algo diferente. Lo que es cierto es que la relación que tuvieras con esa persona también determina de qué manera sobrellevas este duelo. Si habéis tenido una relación difícil o si ha surgido algún problema como sucede en el libro se le añade otra dimensión al proceso. Primero habrá que tratar de resolver —ya en soledad— aquel malestar, pensar en su origen y conseguir estar en paz con aquel desencuentro. Por decirlo de alguna manera habrá que sanarlo. 

Será después de esa cura cuando empiece el proceso de acostumbrarse a la pérdida. Es una forma de resetear el dolor, de ir resolviéndolo por partes. Si tenemos en cuenta que la mayoría de las personas pueden superar una pérdida y continuar con su vida aunque no sea del todo, llegaremos a la conclusión de que, por naturaleza, tenemos una gran capacidad de resiliencia.

Escribir a modo de cura

Hay varias maneras de salir del dolor, de superarlo, de tratarlo. El dolor que genera la muerte es complicado de extirpar y, en ocasiones, no existe tratamiento que pueda hacer que sea posible continuar con la vida. Esto, como sucede con el tiempo, también depende de cada persona. En primer lugar no hay que intentar superarlo de manera repentina. De hecho, a menudo, quienes sufren solo necesitan ser escuchados y entendidos. El duelo no es un "problema" a ser "arreglado". La realidad difícil es que el dolor es un proceso continuo que implica gradualmente llegar a un acuerdo, a un momento de paz, con la pérdida y el cambio.  

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Marta Orriols explicó en una entrevista que "no hay una historia real detrás del libro, lo que sí es real es el sentimiento" y detalló: "No es una historia autobiográfica, o esa no es para nada la intención. Lo que es cierto es que cuando empecé a escribir la novela hacía un año que en casa habíamos sufrido una pérdida terrible y aquel dolor lo impregnaba todo. Imagino que, sin saberlo entonces, no podía escribir sobre otra cosa". La novela de esta autora habla de cómo continuar con la vida y cómo sí es posible continuar con ella. Celebra la vida de las personas que se quedan. Algo, sin duda, muy valiente, como cuenta también Joan Didion en El año del pensamiento mágico, un clásico del luto: la escritora perdió a su esposo y a su hija con pocos meses de diferencia. Y no es la única en utilizar la escritura para sanar, el periodista Antoine Leiris en su libro No tendréis mi odio relata cómo perdió a su mujer en los atentados de Francia, en la sala Bataclán.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

En momentos de dolor, hagamos piña. Foto: @mattelsa

Una publicación compartida de Código Nuevo @codigonuevo el

Hay que tener coraje y fuerza para permanecer tras una muerte porque la naturaleza del dolor es tal que las personas desconsoladas a veces pueden pensar que se están volviendo locas o que existen en un mundo oscuro del que no hay escapatoria. Esto puede hacer que entren en un bucle, en un torbellino de emociones y sensaciones desesperantes. Y atención, aunque parezca contrario, reconocer la dificultad del duelo no empeora las cosas, nombrar y normalizar la angustia tiene consecuencias beneficiosas. Y como pasa en el libro, en las caídas o en los abismos es donde, a veces, se encuentran las claves para sobrevivir.