Gracias a la cuarentena he perdido el miedo a que me oigan cagar

Hay personas que no pueden ir al baño si alguien los oye. Es lo que se conoce como coprofobia. Cris lo sufría y por culpa de la cuarentena se ha tenido que enfrentar a su terror cara a cara

Las 11 de la mañana. Con la precisión de un reloj suizo, Javi va al baño. “Ya sabes, café y cigarro, muñeco de barro”, le dice de broma a su novia, con la que comparte piso, antes de encerrarse en el váter. Si estuviera en el hotel donde trabaja, esta caca matutina hubiera significado el final de su primer descanso. “Dejo el mostrador a las 10:30, me tomo un café, me fumo un cigarro, y a hacer caca”, cuenta. Ahora, aunque esté en casa, no ha perdido la costumbre, por eso “cada día a la misma hora lo escucho tirarse cuatro pedos, cagar y tirar de la cadena”, añade Cris, su pareja.

“Al principio del confinamiento se me hacía insoportable”, recuerda. “Las paredes de nuestro piso son de papel, el despacho está al lado del cuarto de baño y lo escucho todo”. La cuarentena, por lo tanto, hizo que se aprendiera de memoria hasta los pedos de su novio, algo que, aunque para la mayoría es normal, para ella era una pesadilla porque su relación con ir al baño nunca ha sido fácil. 

El miedo a que sepan que caga

“Cuando vivía en el pueblo, con mis padres, teníamos un cuarto de baño en cada planta de mi casa, así que sabía que siempre había uno disponible y vacío para no hacer ruido ni que me escucharan. Ahora en mi pequeño piso de Barcelona está difícil, pero he encontrado truquitos”, recuerda. “Sí, me da vergüenza cagar. En parte, porque así me criaron. Creo que mi madre nunca llegó a decir que se iba a cagar… como si las mujeres no lo hiciéramos o fuera algo deshonroso”.

Poco a poco, Cris ha ido mejorando. Al principio no podía hacerlo fuera de su casa, pero cuando empezó la carrera estaba muchas horas fuera, así que tuvo que aprender a hacerlo en la universidad. Eso sí, “siempre iba a las plantas superiores del edificio de los profesores, porque casi nunca había nadie”, recuerda. Hasta logró entrenar sus cacas para que le vinieran a última hora, porque a partir de las seis de la tarde no había casi nadie en la universidad, y eso la ayudaba. "El problema es que me oigan. Si sé que nadie me oye podría hacerlo hasta en la montaña. Pero es imposible porque, excepto en tu casa, nunca tienes la certeza de que nadie te oirá". 

Luego, cuando pasó a trabajar, seguía con el horario de la universidad y cagaba cuando acababa la jornada. Pero un día un compañero dijo: “claro, ¡como Cris, que ni pierde un segundo de jornada y caga cuando acaba!”. Lo que fue un comentario que ahora recuerda como inocente, en ese momento lo vio como un ataque. “En mi cabeza solo sonaba un ‘pero, ¡cómo se atreve a decir en voz alta que cago!’”, asegura. A partir de entonces, dejó de cagar en la oficina y pasó a hacerlo cuando llegaba a casa o antes de salir.

24 horas con alguien

Pero con el confinamiento se trastocaron todas sus rutinas. “Mi novio tiene turnos muy raros así que antes de todo esto podía cagar solita y tranquilita en casa. Sabía que tenía un problema, pero lo veía muy leve así que no lo había tratado demasiado con mi psicóloga. Pero en cuanto estuve encerrada con mi novio me di cuenta de la magnitud por la muchísima vergüenza que me daba hacerlo. Al principio lo enviaba a tirar la basura o a comprar, o incluso me forzaba para cagar en sus siestas o me despertaba antes que él”. Incluso cuando su novio iba al baño le parecía de mal gusto. “Me enfadaba porque no me avisaba. Del plan… dime algo y me voy… pero por qué tengo que escucharte y saber que vas a cagar”.

Este miedo a cagar o mear es poco común, pero tiene unos patrones similares siempre aunque el origen sea diferente. Según Xavier Molina, psicólogo y divulgador, esta patología, apodada Xavier Molina, es un trastorno de ansiedad que viene por el miedo irracional a que alguien te escuche en el baño. Es decir, provoca mucha ansiedad cada vez que te bajas los pantalones y sabes que hay alguien cerca o cuando ves que alguien va a hacerlo cerca de ti. Y no solo afecta al cagar, hay personas que también la pueden sentir al mear o al tirarse pedos. 

Para tratarla se debe ir a la raíz del problema. Cristina lo habló con su psicóloga, que le aseguró que su caso se debía, en parte, a que su madre le inculcó “los valores de ‘una dama’ y por supuesto una mujer no va de vientre, hasta tal punto que le he cogido miedo a hacer algo tan natural en público”, asegura. Es uno de los muchos motivos que pueden generar este terror a cagar o mear en público. Como explicaba Miguel, un joven que también lo padece y que entrevistamos en un artículo anterior, su trauma también venía de la infancia, porque se meó en la cama hasta los 12 años y ese era un tema familiar que a él le daba una vergüenza tremenda.

Cuarentena, terapia de choque

Cris, gracias a su psicóloga y al confinamiento, ha dado pasos de gigante en unas semanas. “Fue un poco terapia de choque. Mi novio no podía irse de casa cada vez que yo quería cagar. Le conté cómo me sentía a recomendación de mi psicóloga y, expresando sentimientos, me he dado cuenta de que escuchar o que me escuchen cagar no es tan grave como podría pensar”, añade. Javi, por su parte, usó la técnica de mostrar normalidad después de que saliese de cagar. “Le preguntaba que qué quería cenar, si esa noche quería ver una peli… hablar con normalidad para que viera que no me daba asco, aunque ella se lo sintiese”, una técnica que Cris agradece, porque le reducía la ansiedad.

Todavía no se siente preparada para cagar con gente cerca, hacer chistes de caca o incluso hablar de ella con naturalidad “tengo amigos que me hablan de zurullos… no me veo capaz. Si ya me está costando hacer esta entrevista…”. Pero sí que está interiorizando que no es para tanto. El confinamiento le ha servido para entender que si la escuchan ir de vientre no es grave. Por supuesto, los días que está más ansiosa por el encierro vuelve a rutinas antiguas y sigue prefiriendo que nadie la escuche, pero se nota cada vez más cómoda con este tema. “No pensaba que fuese a salir algo positivo de la cuarentena… pero mira, saldré pudiendo cagar con mi novio en casa. Quizá si sigo tratándomelo, cuando vuelva a la oficina hasta puedo hacerlo ahí”, concluye, positiva.

$!Gracias a la cuarentena he perdido el miedo a que me oigan cagar