Cómo gestionar la culpa ante una persona a la que fallaste

¿Deberías asumir la vergüenza y acercarte para pedirle disculpas?

Las personas cambian. Quizá en algún momento de tu vida, por las circunstancias concretas que vivías o por una personalidad problemática todavía por enmendar, fuiste cruel con otras personas. Y ahora miras atrás y desde tu perspectiva actual, tu nueva ética, condenas enérgicamente cuanto hiciste. Es probable que incluso cargues con ciertos sentimientos de culpa que, con menor o mayor intensidad, siempre están ahí, y afloran a la superficie de tanto en cuando. Sería normal que, en un escenario así, te plantearas acudir a esa persona a la que jodiste para pedirle disculpas. Pero no siempre es la manera más humana de gestionar la culpa.

Porque para Eleanor Gordon Smith, especialista en ética en la Universidad de Princeton y periodista en The Guardian, depende de las motivaciones. "Si estás tratando de reparar el daño que causaste, vale la pena considerar que una disculpa puede ser contraproducente. A veces simplemente sacan a la luz recuerdos dolorosos o sobrecargan emocionalmente a la otra persona con la tarea de tener que decidir si perdonar". Buena parte de las veces que dañas a alguien acaba fuera de tu vida y resulta verdaderamente complicado determinar si necesita nuestra disculpa o está en paz con la situación y preferiría no tener que verte nunca más.

En estos casos podemos correr el riesgo, pero siendo conscientes de que es un riesgo. Ante el menor indicio, por personas comunes a ambos, de que no requiere una disculpa por tu parte, lo más bondadoso, la manera de compensar el daño que hiciste, es dejándolo estar. Esto es complicado cuando la motivación no es cuidar de esa persona a la que herimos, sino curar nuestra propia herida producida por la culpa. Según Eleanor, es una actitud completamente comprensible. A fin de cuentas, "parte de convertirse en una persona más responsable es aprender a no escabullirse de las consecuencias de nuestras acciones".

Pero aquí existen dos problemas. El primero es de fondo: estás perturbando emocionalmente a alguien para alcanzar tu propia paz mental, lo que implica convertirlo en un medio para un fin egoísta. El segundo de forma: normalmente abordamos estas situaciones desde cierta impostura, tratando de demostrar muy fuertemente que ya no somos la misma persona de entonces. No obstante, escribe Eleanor, "las personas a las que lastimamos a veces congelan una versión de nosotros en el tiempo y se resienten incluso cuando cambiamos". No es habitual que en una conversación acepten tan fácilmente que has evolucionado.

Y está bien. Como apunta la especialista de Princeton, "no podemos pedirle a las personas que hemos lastimado que nos quiten las consecuencias de nuestros actos volviendo a apreciarnos". Ese es el camino sencillo y raramente se produce. En su lugar, debes "confiar en tu capacidad para enfrentar esas consecuencias con la gracia y el coraje que aprendió al cometer los errores". En un mundo ideal, te sentarías a hablar con aquellas personas a las que dañaste y con aquellas personas que te dañaron y todo quedaría bien cerradito. Pero el mundo no es ideal. Y solo puedes trabajar en ti para perdonarte cuando sea el momento.