El fatal efecto que las redes y la pandemia tienen sobre ti

¿Estamos cada vez más aislados y divididos? Y si es así, ¿por qué ocurre esto? Te lo contamos

La sensación de bloques y enemigos hace que nos sintamos cada vez más solitarios y aislados de los que piensan diferente ¿Vivimos bajo la amenaza de un fascismo de las élites blancas que quieren excluir a los inmigrantes y un retroceso de los derechos de las mujeres? ¿O más bien en una dictadura comunista que quiere destruir a la familia e inculcarnos un pensamiento único y políticamente correcto que nos impida expresarnos con libertad y abra las puertas a la adoctrinamiento por parte de los gays? Desde Código Nuevo ni qué decir tiene que lo segundo nos parece una idea aberrante, pero que dos realidades tan antagónicas rijan el imaginario de muchas personas nos está convirtiendo en personas más aisladas, solitarias y divididas. 

Más allá de la anterior simplificación, cada vez es más frecuente que las diferencias ideológicas o de valores con algunas personas nos aleje de ellas. Las redes crean burbujas que reafirman nuestros valores e ideas previas y poco a poco nos vamos cerrando a escuchar a la otra parte. La pandemia y las burbujas sociales, así como el miedo al contacto físico asociado a las nuevas restricciones y circulación del virus, han potenciado aún más estas burbujas. ¿Con cuántos amigos o conocidos has dejado de quedar porque superabáis el número permitido de gente reunida? 

Según un artículo reciente de Psychology Today, nos estamos volviendo más solitarios por la aceleración de un fenómeno estudiado por el psicólogo Peter Fonagy conocido como equivalencia psíquica. La equivalencia psíquica nos habla de cómo los niños piensan que sus pensamientos son la propia realidad. Si yo creo que los comunistas son una amenaza y que toda la izquierda es comunista y peligrosa, no hablaré con ellos. Y en la actualidad, esto está pasando con los adultos, de forma que las redes acentúan una infantilización de nuestra mente que nos impide distinguir entre los hechos y las opiniones. 

La duda parece estar en decadencia y los bandos en auge y en ese contexto, la empatía acaba pasando a un segundo término cuando se habla de los que consideramos enemigos. Un ejemplode actualidad muy fácil de comprobar es la invasión rusa en Ucrania, que nos ha despertado una gran solidaridad con el pueblo invadido, al que consideramos hermano, pero ha generado ya ejemplos de rusofobia totalmente injustificados hacia personas de ese país que nada tienen que ver con la decisión de Putin de acabar con la paz en Europa. 

Cuando entre expertos u opinólogos de guardia se debate sobre la idoneidad de enviar o no enviar armas a Ucrania, existe la tendencia de ridiculizar a los pacifistas que están en contra o de tildar de violentos y belicistas a quienes defienden el envío de armas. En los últimos días, voces como las del filósofo Santiago Alba Rico y otras han intentado mediar entre ambos polos para fomentar un debate más enriquecedor que no se reduzca a pensar que quien piensa diferente es estúpido. Es ese pensamiento, cada vez más acentuado, el que nos está alejando como individuos y grupos sociales. 

El respeto y la empatía, como valores para aplicar incluso a nuestros enemigos, y el arriesgarse a interactuar con gente que no comparta los mismos valores, son algunas de las claves para luchar contra esta situación. El aislamiento, al final, es también un enemigo de esa salud mental que desde la propia OMS nos avisan con informes y datos preocupantes cada poco tiempo que está muy precarizada desde la irrupción de la pandemia. Y con la guerra aún puede empeorar.