Desventajas de sentir demasiada empatía

Las relaciones de infancia determinan que una persona pueda preocuparse demasiado por las emociones de su entorno y acabar descuidando las suyas

La empatía es un valor que está de moda. La palabra te la encuentras en las radios, en la publicidad, en el activismo, en los coaches personales y si te apuras hasta en el cartón de los cereales del desayuno. El ponerse en la piel del otro de toda la vida. Descubrir que está bien que pensar en los demás y no solo en ti de repente parece un hallazgo de última hora. Pero, ojo, que tanta empatía también puede ser perjudicial

Todxs hemos ido alguna vez al cine con alguien que cierra muy fuerte los ojos cuando hay una escena violenta o que llora a la mínima que sucede algo dramático en la pantalla. Puede que sea porque tiene una gran empatía y, por tanto, una alta capacidad para identificar las emociones y atender las necesidades de quienes les rodean. Pero para hacerlo asumen como propias emociones que son de lxs demás y eso les puede hacer prescindir de sus propias necesidades. 

Este tipo de personas, cuenta un artículo reciente de Psychology Today, suelen ser grandes amigos, hijos y empleados, porque siempre están pendientes de las necesidades de quienes tienen cerca, de cómo se pueden sentir. Pero absorben el dolor y la tensión de quienes les rodean y eso es agotador e incluso te puede llegar a bloquear. La psicóloga Sabrina Romanoff apunta en el artículo a tres preguntas clave en estos casos: ¿Cuándo empezó? ¿Cómo se refuerza esta conducta? y ¿Cómo se puede corregir? 

La investigadora cuenta que en la infancia se dan unas necesidades fundamentales de apego, sintonía, dependencia e independencia que, en caso de fallar, pueden derivar en una lucha interna que afecte a la capacidad de sentirse digno de cuidados y emociones positivas por parte del niño o niña. No es que los padres tengan que ser perfectos, ni mucho menos, pero cuando no tienen la mínima sensibilidad y cuidado por las emociones del niño y no enseñan una tolerancia a la frustración razonable, se pueden dar diversos conflictos. 

Una de las transiciones incompletas hacia la vida adulta por esta mala gestión emocional se produce cuando los niños comprenden que sus necesidades no son tan importantes como los de la gente que le rodea e incluso los padres dependen más de sus hijos que al revés. Esta inversión de roles puede derivar en unos padres dependientes. Los niños que han sufrido esta inversión y estas carencias se pueden convertir en lo que la investigadora califica como “altamente sintonizados”. Se sintonizan más con los demás que con sus propias necesidades y aunque suelen ser los cuidadores en relaciones de codependencia, satisfacen sus necesidades volviéndose indispensables y aprenden que aliviar la angustia de los demás es más gratificante que administrar la suya. 

Pero el miedo al rechazo y la dependencia de cuidar a otras personas se acaba volviendo en contra de las personas altamente empáticas que, además, van abandonando sus propias necesidades emocionales siempre en beneficio de las personas de su entorno. Identificar los momentos en los que esto pasa y centrarse en el presente más que en avanzarse a posibles fracasos son algunos de los primeros pasos para solucionar esta empatía excesiva que se te puede volver en contra. 

La web Mundopsicologos.com califica el exceso de empatía como hiperempatía y lo asocia a ocho rasgos: vulnerabilidad y permisividad ante los abusos, agotamiento social, falta de límites personales, respuestas desproporcionadas ante injusticias, absorción de emociones como si fueras una esponja, cambios de humor producidos por el estrés, sensibilidad al dolor y a las escenas relacionadas, resentimiento y aislamiento del mundo, dependencia emocional y reacciones físicas ante el malestar de otras personas. Desconectar, meditar y poner distancia son algunos de los consejos que da esta publicación. La terapia, como siempre, tiene que ser una opción.