La cuarentena ha demostrado que estábamos romantizando la soledad

"La soledad no deseada se está convirtiendo en una de las mayores amenazas para los sistemas de salud pública", asegura un estudio. Y tras años de ignorarla, es hora de empezar a darle la importancia que tiene

Antes de la cuarentena repetíamos muchísimo frases del tipo “tienes que aprender a estar solx”, “la soledad se debe disfrutar”, “el tiempo sin nadie es tiempo para ti mismx”. Eran frases que soltábamos con buena intención: cuando alguien nos decía que se sentía solx, cuando pasaban por una ruptura o cuando decían que se sentían abrumados porque no tenían nada que hacer y les repetíamos que tenían que descubrir el placer de estar bien consigo mismxs.

Sin embargo, tras el encierro forzado por el coronavirus, en la que tantas personas se han topado con una aplastante y asfixiante soledad, queda claro que estas frases, por muy buena que fuera nuestra intención, no eran nada benignas. Es el equivalente al “se han topado” a una persona con depresión, unas frases que banalizan la frágil salud mental que se esconde tras el sentimiento de soledad, que presentan la felicidad como una elección y que romantizan el “estar solo”, sin tener en cuenta que cada caso es muy diferente. Esta es, sin duda, una de las mayores lecciones de la cuarentena.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Según explican los investigadores en filosofía Melania Moscoso y Txetxu Ausín, la “soledad” no es disfrutar de estar en casa sin obligaciones contigo mismx. Eso es un privilegio que pocos pueden tener. La verdadera soledad es la ausencia de vínculos, tener menos relaciones humanas de las que nos gustaría y sentir que pasamos demasiado tiempo con nosotrxs mismxs por obligación, porque no tenemos a nadie más con quien pasarlo. Era lo que nos sucedió en cuarentena. Teníamos exceso de soledad.

Como explica una lectora de The Guardian a una de las consejeras del diario, “antes de la cuarentena vivía a tope y no tenía tiempo de sentirme sola. Ahora que estoy en casa, me he dado cuenta de lo sola que estoy. Mientras todos tienen videollamadas, yo he descubierto que tengo poquísimos amigos, y ahora me siento deprimida”. La consejera en cuestión, Mariella Frostrup, le ha respondido que en nuestros momentos más bajos y de extrema soledad es cuando nos encontramos cara a cara con la realidad: la soledad duele mucho.

Por supuesto, un poco de soledad puede ser buena y hasta romántica. Vivíamos hiperconectados y también necesitábamos un poco de desconexión y tiempo con nosotrxs mismxs. Pero la respuesta a “me siento solx”, no podía ser “empodera tu soledad, disfrútala”. ¿Le habrías dicho eso a alguien con ansiedad de cuarentena? El “aprender a estar solx” nunca debería ser literal, hay muchos matices: aunque está bien sentirte cómodx sin nadie más que contigo mismx, en algún punto necesitamos a la gente, y hay muchas personas que desde antes de la cuarentena llevaban años sintiéndose aisladas como los días más bajos de encierro.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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La soledad es una enfermedad, lo demuestra un estudio, que asegura que las consecuencias físicas son “los problemas cardiovasculares, el descenso del sistema inmune e incluso incrementa un 26% el riesgo de mortalidad prematura. Por otro lado, la soledad se relaciona con diversos trastornos psicológicos, aumentando la sintomatología ansioso-depresiva, los pensamientos suicidas y los niveles de agresividad. También de varias conductas de riesgo como el sedentarismo, tabaquismo, consumo de alcohol, alimentación inadecuada, empeorándose también la calidad del sueño. La soledad no deseada se está convirtiendo en una de las mayores amenazas para los sistemas de salud pública, superando incluso el riesgo de otras problemáticas como la obesidad”.

Además, uno de los grupos que más están sufriendo la pandemia de la soledad son, además de los ancianos, los más jóvenes. Los grupos de 18 a 25 años cada vez están más solos un 50% lo padece, según las encuestas, lo que resiente su salud mental. Eso explica por qué hay días de cuarentena que hemos rendido tan poco. Teníamos demasiada mierda en el cerebro como para ser productivos. Y, encima, a eso le tenemos que sumar el castigarnos constantemente con el “si tenía todo el tiempo del mundo, ¿por qué no lo aproveché?”.

Los retiros artísticos, literarios, de escritores, de silencio, de descanso y de todo tipo seguirán existiendo, y seguirán siendo una herramienta para ser más productivos. Porque la soledad buscada puede ser muy beneficiosa. Pero porque sabes que tienes una red a la que volver después. La soledad forzosa es muy, muy dura, y quizá, tras haberla experimentado en nuestras propias carnes, empecemos a darle la importancia que tiene. Y dejemos de banalizarla, romantizarla o ignorarla, como sucedía hace años con la depresión. Es hora de combatirla.

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