Tu cerebro no está preparado para vivir entre personas más atractivas que tú

¿Estás con un grupo de dioses del olimpo y tu autoestima cae a mínimos históricos? Tranquilx, no estás solo, y tiene una explicación científica

Todos son altísimos, rubios, ojos azules, narices perfectas, rostros simétricos, piel sin imperfecciones, cuerpazos estructurales y perfectamente esculpidos. Son dioses sobre la Tierra, encarnación de los ideales de belleza griegos. Así me sentí cuando fui a visitar a una amiga danesa que conocí de intercambio. Ella era preciosa, pero sus amigos todavía más. Y yo, con mi nariz grande, mi cuerpo un poco dejado, las marcas del acné juvenil en mi cara, mi barba con algunos huecos y mi frente amplia, me sentía como un impostor rodeado de esa gente guapísima.

Estuvimos toda la noche de fiesta, bebiendo en bares. Recuerdo que una chica me dijo que le encantaba mi jersey. Llegué a pensar que lo decía irónicamente. ¿Cómo alguien tan celestial me dedicaba palabras tan bonitas? ¿Acaso no veía que ella perfecta? ¿Era hablar de mi jersey una forma de intentar que no me sintiera mal por ser mucho más feo que ellos? Una retahíla de pensamientos tóxicos y autodestructivos no dejaban de desfilar por mi mente.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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“¿No se supone que la gente disfruta de la belleza?”, se pregunta la periodista Amanda Mull en el diario The Atlantic. A ella le sucedió lo mismo que a mí: su doctor estaba tan bueno que le invadía una sensación de pánico, vergüenza y hasta indignación cada vez que se lo encontraba. “Resulta que no se trata solo de que yo sea un bicho raro. O, al menos, eso dice la neurociencia, que las personas atractivas pueden causar estrés en el resto de mortales”.

“Cuando ves a alguien atractivo, la parte izquierda de tu cerebro saca dopamina de la misma forma que lo haría ante un cuadro precioso. La dopamina es un estimulante cerebral que puede causarte sorpresa o incomodidad si te viene de golpe”, explica Helen Fisher, antropóloga especializada en atracción, a Mull. Por eso, muchas veces, cuando ves a alguien muy guapo te bloqueas o te pones nerviosx: tu cerebro no siempre lo procesa bien.

Además, en estas situaciones, tu cerebro te repite que lo que ves es precioso y tú no lo eres. Y, precisamente, por eso no quiere que interactúes con esa persona. Porque, aunque un cuadro no te juzgará porque no eres una obra de arte, alguien perfecto sí. O, al menos, eso es lo que cree tu cerebro, consumido por las imágenes de belleza ideal que nos cuelan constantemente en la publicidad.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Pero hay más factores. Nuestro cerebro también produce cortisol, la hormona del estrés, una de las culpables de nuestros momentos límite, como la ira al volante o comer de forma ansiosa en los malos momentos. Según Fisher, a muchas personas se les activa esta hormona cuando están con alguien que consideran excepcionalmente atractivx. Nuestro cerebro nos dice que es mejor que nosotros, más perfectx en todos los sentidos, y dispara los niveles de cortisol, provocándonos inseguridad, estrés y ansiedad.

Por supuesto, no es un proceso natural. Como adelantaba, si tenemos estos procesos mentales es porque la cultura de la publicidad heredada del capitalismo estadounidense codifica la belleza física como un indicador general de superioridad humana. Vamos, que el proceso natural del cerebro nos dice que una persona hermosa es como una obra de arte, pero todos estos anuncios que te has tragado diciéndote que no eres atractivx y que tienes que comprar mil productos para serlo, hacen que esta inconmesurable belleza humana se convierta en una fuente de estrés.

Como siempre, la respuesta está en deconstruir la belleza, aprender a valorarnos más y ganar autoestima. Recordar que, como advierte la psicóloga, todos los estudios coinciden en que lo físico es una parte mínima de la atracción y el amor. Un proceso difícil que puede requerir terapia pero que vale la pena y, así, cuando nos encontremos a alguien objetivamente más hermosx podamos admirarlx y no temerlx. Al final, el ser humano siempre mira lo negativo y nunca se siente satisfecho con su cuerpo. Pero, sabiéndolo, quizá podamos entrenarnos para despistar estos sentimientos.