Soy adicta a comer papel y el rollo de papel de váter es mi obsesión

La foliofagia es un trastorno que te obliga a comer papel de forma compulsiva y que puede destrozarte la autoestima

“Como papel cuando me aburro”, explica V. C., una joven madrileña de 25 años que ha preferido mantener su anonimato, mientras rompe una servilleta y la hace bolitas. “Luego me las meto en la boca, muevo las bolas por mi paladar y las mastico”, añade mientras saborea su particular ‘chicle de celulosa’. Desde pequeña come papel, pero no recuerda “ni cuándo ni cómo ni por qué empezó”. Es su peculiar manía, una adicción que aunque ha aprendido a llevar con discreción, todavía la acompaña en su edad adulta. “No sé por qué lo hago, es algo impulsivo, no es racional”, reconoce mientras se deshace de los pequeños trozos de papel masticado antes de que su instinto le lleve a tragárselos.  

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Su ansia devoradora de papel—hace algunos años solía tragarse el papel en lugar de escupirlo— la acompañó hasta la primaria y luego disminuyó pregresivamente. “En el instituto ya no era algo que hiciera con demasiada frecuencia”, matiza. De hecho, tiene pocos recuerdos de cómo eran los años en los que comía más papel en su infancia, pero sus padres sí que tienen una vívida memoria sobre ello. “Según mi madre, estaba por todos lados comiendo papel. Mi padre dice que lo hacía a escondidas porque ya me lo habían prohibido y no quería que me vieran. Muchas veces en la sillita del coche, mientras conducían, iba sacándome papeles de los bolsillos y me los comía, porque estaban mirando la carretera y no me prestaban atención”.

“Comí papel estando borracha en una fiesta”

Aunque ahora dice que ha disminuido su consumo prácticamente al cero, sus amigos lo desmienten y aseguran que sigue haciéndolo con cierta frecuencia. “Estábamos en una fiesta casera en Vallecas. Habíamos bebido y en teoría iba a ser una fiesta divertida, pero se aburrió, cogió el papel de váter, se sentó en el sofá y se puso a comérselo, como si fuera un paquete de cereales”, cuenta como anécdota su grupo de amigos.

Preguntamos a Héctor Galván, director clínico del Instituto Madrid de Psicología, sobre esta adicción a comer papel y qué implicaciones puede tener para la salud de quien la padece. El especialista confirma que es un trastorno de la conducta alimentaria reconocido y que se denomina Instituto Madrid de Psicología o alotrofagia, “es el deseo o impulso por comer o lamer ciertos alimentos que no son adecuadas para los humanos. Este tipo de síndrome no es común y no es muy conocido”. En el caso específico de V. C., es decir, comer papel, matiza que se denomina foliofagia.

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Ella presenta muchas de las características típicas de esta patología. Por ejemplo, requiere haber consumido papel durante más de un mes —ella lleva años—. O, también recuerda el psicólogo, que “no existe el control por parte de la persona, es decir, lo hace de manera compulsiva y sin explicación”. En este sentido, V. C. no sabe por qué y tampoco decide cuándo lo hace. Además, tal y como le ha sucedido a ella, la foliofagia afecta especialmente en la infancia y disminuye o desaparece durante la edad adulta. “Donde más solemos encontrarlo es en niños comprendidos en edades de 1 a 6 años. Algunos estudios señalan que existiría aproximadamente un promedio de entre un 10% y 30% de infantes que lo padecen”, añade Galván.

La foliofagia, una patología que puede corregirse

Una de las anécdotas que mejor recuerda es que fue al médico y le dijo que, si tenía que hacerlo, no comiese papel de periódico, que tiene tinta, sino papel higiénico y de cocina, que eran menos tóxicos. Galván trataría el caso de alguien con foliofagia de forma diferente: “debemos extinguir la acción de comer papel por medio de refuerzos y castigos, junto con el control de estímulos. La terapia cognitivo conductual ha demostrado que tiene total eficacia en este tipo de trastornos”.

A través de esta terapia, intentaría erradicar esta conducta, que como recuerda el psicólogo, “se trata de una de las adicciones más extrañas que nos podemos encontrar”. Es tan extraña porque el papel, al fin y al cabo, es papel, no es una droga que pueda tener sustancias adictivas, o chucherías, pornografía, videojuegos u otros productos que producen placer. Así pues, surge por “diversas causas” desencadenadas por “una conducta aprendida que ha sido reforzada por el ambiente”. Por ejemplo, “por sufrir estrés, miedo, abuso o trauma”. También se puede dar por “retrasos madurativos o trastornos como puede ser la esquizofrenia, trastorno obsesivo compulsivo o autismo”.

En el caso de V. C., nunca le pudieron determinar bien por qué surgió su adicción. Ella cree que tiene mucho que ver con ser hija única y aburrirse mucho. “Me inventaba juegos por puro aburrimiento. Ahora he notado que las pocas veces que lo he hecho de adulta ha sido porque estaba borracha, me aburría y no podía controlar los impulsos como sí puedo estando sobria”, reconoce.

No es un trastorno para hacer broma

Además, V. C. no siempre se traga el papel, sino que muchas veces hace bolas que pasea por su boca y luego las escupe. Por suerte para ella, porque como advierte Galván, comer papel puede derivar en “varios problemas graves de salud como pueden ser dolor y obstrucción de colon o abdominal, infecciones en el intestino, pérdida de peso, anemia, falta de apetito, problemas en el pelo, uñas y dentales etc.”

También hay un riesgo psicológico: “es probable que estas personas puedan tener dificultades en sus relaciones sociales, con tendencia a aislarse o a padecer baja autoestima”, debido gran parte a la culpabilidad que sienten al estar adictos a algo con tanta carga social y estigma. Sienten que están haciendo algo que no deberían y que es “ridículo” e “indigno”. V. C. por eso mismo ha querido quedar en el anonimato. Porque está mal visto y se podrían reír de ella si su entorno lo descubriese.

Cuidado: la foliofagia puede volver en la vejez

El consumo de papel de V. C. ha disminuido muchísimo y cree que “ya no es un problema” porque las pocas veces que lo hace no se traga las bolas. Sin embargo, Galván aconseja no relajarse e ir con cuidado. “Aunque se ha demostrado que con la edad y en la edad adulta existe una disminución de estas conductas, pueden aumentar con el envejecimiento”. Así que es posible que tenga una recaída y vuelva a la ingesta diaria de papel cuando llegue a la vejez.

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Para aquellos padres que vean que sus hijos empiezan a practicar la foliofagia y no quieren que, como V. C., lo arrastren durante años, Galván indica que es muy importante, primero, informarse sobre el tratamiento y las formas de evitar esta conducta y, segundo, observar al niño para que no vaya haciéndolo a escondidas. Y así, muy probablemente, se podrá cortar a tiempo.

Mientras acaba de masticar su último pedazo de servilleta, V. C. se muestra positiva y asegura no estar demasiado preocupada por su adicción. Tras la entrevista, le comento lo que es especialista explica sobre la posibilidad de recaer cuando sea anciana. Sin embargo, ella insiste en que no considera la foliofagia un problema y tampoco acaba de creerse que pueda haber una recaída. "Vaya, qué mal", dice sin ninguna emoción en su voz, encogiendo los hombros poco efusiva. Por lo visto, su idilio con los menús ricos en celulosa está lejos de acabar.