Cluttercore: la vida entre el desorden intencional

El reinado del minimalismo ha caído. El caos con identidad propia ha venido para quedarse

El reinado casi tiránico del minimalismo ha terminado. La gente ya no quiero vivir en habitaciones blancas como la leche y dispuestas casi milimétricamente. Ahora quiere vidilla. Salas que estén llenas de cosas. Salas que parezcan caóticas y desordenadas pero que escondan una lógica. Es lo que ha venido llamándose cluttercore y es hoy la tendencia top en el mundo de la decoración. En parte, porque mola tener objetos decorativos. Los tuyos. Los que dicen algo de ti o te dicen algo a ti cada vez que los mires. En este sentido, y como explican desde Decoesfera, este estilo lleva “el maximalismo al extremo”. Puedes acumular tantos cosas random como desees. Pero con criterio.

Porque es la clave del cluttercore: llenar tu habitación de objetos que significan algo. Como esas fotos que os hicisteis todas aquel finde de aburrimiento. O libros antiguos del rastro que te transmiten nostalgia. O cualquier otra cosa que le dé más valor al cuarto. Tienen que deleitarte de alguna forma cuando los miras y, muy importante, tienen que llegar de una manera orgánica. No se trata de ir al rastro y pillarte todo lo que encuentras para petar tu casa. El cluttercore es una reivindicación de la personalidad propia. De lo que eres. De lo que tus pertenencias expresan de ti. Y por eso debe ir creciendo poquito a poco conforme vives. Conforme te pasan cosas.

Además, es muy importante también dónde colocas cada cosa. No es cuestión de dejarlas tiradas aquí y allá como si se tratase del cuarto de un niño. No. Lo que tienes que hacer, dicen lxs expertxs, es tratar tu casa como un museo y buscar el lugar idóneo para el objeto que coleccionas. Ah, y persigue la unidad. Como apuntan desde el citado medio, “hay que tener cuidado para que no queden aisladas del resto, ya que deben mostrarse como si formaran parte de un conjunto”. Un conjunto que no es más que la traducción de tu esencia y de tus vivencias. Juega con las alturas. Con la profundidad. Con los colores. Con las texturas. Así como los recuerdos juegan en tu mente.

Eso sí: reserva algunos espacios vacíos para darle aire a las salas. Porque en ti también hay descanso. También hay un punto de vacío en el buen sentido. De espacio por llenar. De potencialidad. Además, y si eres del tipo de persona a la que no le resulta sencillo deshacerse de cosas, el cluttercore se te puede ir de las manos y terminar con un pseudodiógenes nada recomendable. De ahí la necesidad de esos espacios. Te frenan. Te ponen límites para que no termines viviendo en una casa saturadísima a más no poder. Sea como sea, está claro que el minimalismo ya es cosa del pasado. Que ahora las casas gritan por tener identidad propia y no ser todas ellas tan impersonales.