La fiesta suelen surgir bajo dos estados anímicos muy distintos. El primero es la celebración. Las cosas van bien y te dan ganas de rodearte de gente como tú para bailar y darle un extra de alegría a tu mood. El segundo es la desconexión, las ganas de olvidar durante un ratito. Y sí, las raves han sido históricamente el punto de encuentro de generaciones que se veían con muy poquito futuro, en un mundo cada vez más oscuro, y que necesitaban echar la cortina y meterse detrás a darse cariño y soltarse. Hoy el futuro sigue siendo turbio para muchxs jóvenes, pero el flow de las raves está cambiando. Ya no quieres desconectar. Quieres reconectar.
Contigo mismx y con la gente que hay a tu alrededor. De una manera que no consigues hacer a través de las pantallas y las redes sociales. Y ese cambio de rollo implica necesariamente un cambio de rutinas. Como explica la periodista Mischa Anouk en un artículo para Marie Claire, hoy las raves están mutando hacia modelos de raves diurnas, raves con zonas libres de alcohol para gente que prefiere estar plenamente consciente en sus interacciones y espacios para que fluyan las conversaciones. Bailar es maravilloso, y tiene un efecto brutal en tu estado emocional, pero ya no se trata solo de ti. Ahora esto va sobre la comunidad.
Esta es quizá la gran diferencia que Anouk revela en su reportaje: las raves ya no son entornos en los que huir a mundos oníricos que no existen, sino entornos en los que recrear una realidad paralela que desgraciadamente no existe fuera de ella. Una realidad de tolerancia entre la gente. Una realidad sin algoritmos. Una realidad de afecto y no de hate. Pero una realidad que potencialmente puede existir. Y eso es bonito. La rave ya no evade. O, mejor dicho, sí que lo hace, pero al mismo tiempo fortalece un modelo alternativo de sociedad. El cómo trasladarlo del universo rave a la sociedad real es el gran misterio. La ecuación a resolver.
Es justo esto lo que comenta una de las artistas entrevistadas por la periodista. “Entiendo perfectamente la premisa del escapismo de las raves, pero creo que es importante preguntarse: ¿deberían servir para el adormecimiento o deberían contribuir al cambio?”. Parece que la generación Z lo tiene cada vez más claro. Hoy puedes encontrar LSD en las raves, pero también grupos de meditación. Puedes hallar sesiones locas de electrónica, pero también actividades de silencio. Puedes acabar follando con alguien random, pero también teniendo una conversación profunda sin más intención que la conexión humana real. Es la neorave.