Hace ya más de un lustro que las playas de Tarifa, las que atraen a tantísimos turistas nacionales y europeos, las que son escenario de mundiales de kitesurf, las que aparecen en miles de feeds de Instagram, comenzaron a llenarse de un alga bastante rara y pestilente. Lxs de allí lo notamos enseguida. Esa especie no era la misma que mi tío Pepe se ponía en la cabeza todos los veranos para hacernos reír. Ni las gelatinosas que tanto asco táctil daba a muchxs de mis amigxs. No. Ese alga era otra cosa. Una especie invasora: la Rugulopterix okamurae, llegada a las costas del Mediterráneo agarrada a los barcos asiáticos.
Y cada año era peor. A mí, que me tocó emigrar, la vuelta a mi tierra de cada verano me supone un madre mía cómo está esto cada vez que doy un paseo por la orilla y paso por ciertas zonas. Porque de verdad que huele mal. Pero muy mal. Y ojo: no es solo el olor, sino que esta invasión, explica el responsable de ciencia de Xataka, Javier Jiménez, reduce la biodiversidad autóctona, dificulta la pesca y daña el turismo. Y si nos quitan la pesca y el turismo, allí no tenemos mucho más. Es la triste realidad. En Tarifa escasea el empleo industrial. Es primer y tercer sector. Y el alga es una putada gorda.
¿Solución? Durante muchos años los diferentes gobiernos locales han estado trasladando las algas que se acumulan en la orilla, y se cargan el paisaje terriblemente, a un vertedero cercano a la depuradora municipal. Pero, como apunta Jiménez en su artículo, el vertedero empieza a quedarse pequeño y el coste de mantener y tratar todo eso supera los cinco millones de euros. Y somos un pueblo humilde. Que no te confunda que sea famosillo y venga gente de pasta a disfrutar de sus vacaciones. La renta media allí está muy por debajo de la media española. No podemos arreglar un desastre ecológico así solos.
O al menos no con los métodos convencionales. El rollo vertedero es un agujero económico. Sobre todo porque la Rugulopteriz okamurae se reproduce con mucha facilidad. Sin embargo, el ayuntamiento de Tarifa, según apunta Jiménez, ha aprobado la instalación de un biorreactor experimental capaz de transformar esas algas en recursos útiles. Como fertilizantes. Como electricidad. Como biogás. Una manera no solo de combatir un grave problema para el bienestar y la economía local, sino también de convertirlo en una fuente de ingresos. ¿Tendrá éxito? Habrá que esperar. Si mis padres no acaban enterradxs en algas os aviso.