Una sociedad de tendencias como la nuestra tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, que la moda de consumir un alimento lleve a un consumo tan masivo del mismo que termine causando daños medioambientales muy significativos. Y el caso más paradigmático es el del aguacate. Esa fruta tan deliciosa, tan suavita y tan nutritiva, con una gran cantidad de ácidos grasos beneficios para el cuerpo humano, se ha convertido en uno de los alimentos imprescindibles de las cocinas del mundo occidental. Está en tus desayunos. Está en tus comidas. Está en tus meriendas. E incluso está en tus cenas. Es omnipresente. Y esa pasión tiene consecuencias nefastas a miles de kilómetros de tu casa.
En palabras de Viridiana Hernández, especializada en historia medioambiental latinoamericana, “cada porción de tostada de aguacate pasa factura a la tierra, los bosques y el suministro de agua de Michoacán”, uno de los principales lugares de cultivo de aguacate del mundo. Para que te hagas una idea, el 90% de los aguacates consumidos anualmente por lxs ciudadanxs estadounidenses, unos 3,6 kilogramos de media por persona, provienen de este estado mexicano tan particular. Y digo particular porque presenta unas condiciones únicas en el planeta: “su clima templado, sus abundantes lluvias y sus suelos volcánicos profundos y porosos, ricos en potasio”, son ideales.
Así se dañan los suelos
No obstante, advierte la propia Hernández, incluso bajo condiciones climáticas y geológicas tan favorables como estas, “los monocultivos no son sostenibles desde el punto de vista medioambiental”. A fin de cuentas, son microhábitats descompensados que no favorecen la sinergia de fuerzas vivas vegetales y animales. Entornos naturales que no fluyen por sí mismos. Además, y para poder responder a la demanda tan bestia que llega de todos los rincones del mundo, muchxs agricultorxs de la zona abandonan los cultivos autóctonos en pos de variedades de mayor rendimiento, lo que “erosiona los suelos fértiles y aumenta el uso de productos agroquímicos”. Un desastre.
Y por si todo eso no fuese suficientemente grave, ten en cuenta que los monocultivos crecientes requieren de la deforestación de enormes áreas naturales. Según Hernández, “las autoridades mexicanas estiman que la producción de aguacate impulsó la tala de 1.173 a 10.000 hectáreas de bosques al año entre 2010 y 2020”. Ah, y consume de cuatro a cinco veces más agua que los pinos nativos de la zona. Para acabar, y dado que se ha convertido en la gallina de los huevos de oro de la región, hay mucha violencia y corrupción alrededor del control de los cultivos y múltiples bandas de crimen organizado putean a lxs agriculturxs. ¿De verdad merece la pena comerlos?