Un estudio revela que la Gen Z percibe el mundo como un lugar terrorífico

No siempre ha sido así. No es una cuestión generacional. Es una respuesta a una realidad muy poco prometedora

¿Qué sientes cuando piensas en el mundo? ¿Qué emociones invaden tu cuerpo cuando reflexionas sobre lo que ocurre a tu alrededor y, aún más importante, sobre lo que crees que ocurrirá a tu alrededor en el futuro? ¿Esperanza? ¿Alegría? ¿La sensación de que el mundo está lleno de oportunidades luminosas? Probablemente no. Probablemente lo que te invada sea el miedo. Y no estoy en tu cabeza: es simplemente estadística. Según una nueva investigación de la Universidad de Montclair, en Estados Unidos, la generación Z percibe el mundo como un lugar aterrador lleno de peligros inminentes y se siente muy desmotivada con lo que está por venir.

Pero no siempre ha sido así. Al parecer, el mismo equipo científico estuvo haciendo entrevistas a jóvenes de la Gen Z en el pasado y se han dado cuenta de que antes solían ser más positivos. No es algo intrínseco a la juventud. Tampoco a nuestra generación. Para nada. Es una respuesta natural a los acontecimientos que vienen pasando durante los últimos tiempos. En concreto, parece ser que hay tres que influyen particularmente en esta deriva pesimista. En primer lugar, el confinamiento. Sí, somos una generación cuya entrada a la adultez ha estado marcada por un hito histórico de miedo, de descontrol institucional y de incertidumbre mundial.

En segundo lugar, están los cambios políticos. Y sobre todo la sensación de frustración de sentir que no podemos hacer nada para cambiarlo. Que las protestas o los debates políticos no están sirviendo para parar la pérdida de derechos. Que cada día hay más noticias bárbaras en los medios de comunicación sobre las decisiones de tal gobierno fascista o sobre la victoria de tal partido ultraderechista en tal país. Es un no parar. Y esto es triste porque nos está convenciendo de que nuestra acción no puede frenar esta locura. Que estamos vendidos. Y no es así. De hecho, esa misma acción, esa lucha, es lo único que puede servir de cortafuegos.

Y en tercer lugar está el cambio climático. Porque las generaciones anteriores han vivido como si no hubiera mañana y nos han legado un planeta imprevisible en el que los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más comunes y más intensos. Y eso da miedo. Porque hay un enorme coste humano. Porque hay un enorme coste económico. Y porque no sabemos hasta dónde van a llegar las consecuencias de ese calentamiento global. No ha ocurrido antes. No está esa certeza de que podamos lidiar con ello. A eso súmale la irrupción violenta de la IA en nuestras carreras laborales. Es descorazonador. Pero no podemos permitirnos bajar los brazos.