En los albores de las redes sociales todo era postureo. El prototipo de influencer estaba marcado por tres rasgos: una recreación fantasiosa de la realidad cotidiana, un apego exagerado por el lujo y un distanciamiento consciente de los problemas sociopolíticos. En plan yo ahí no me meto lo mío es meditar y arreglar mi yo. Y, honestamente, terminamos hartísimos de todo eso. Ya no entra bien. Ya no apetece asomarse a las vidas privilegiadas de nadie. Con el contexto de precariedad en el que estamos, lo que sí da gusto ver son influencers que muestran una realidad cotidiana normal y corriente, sin florituras y participando del debate social.
Y es mucho más que una mera percepción. Como dice la fundadora de la agencia de marketing para influencers Twic, María Cordero, “las nuevas generaciones son más reales. Antes buscábamos mucho más lo estético, esos puntos de viajes increíbles a sitios preciosos. Ahora se busca más lo real. Al mostrar lo cotidiano, uno se muestra más como es. Una imagen más profunda”. Y es que hace una década existía entre la gente joven la esperanza de poder vivir un día todas esas aventuras lujosas de los influencers. Era un contenido aspiracional. Hoy, con la precarización de la vida, en gran parte por culpa de la vivienda, todo eso suena utópico.
Es lo que hace que quieras seguir en Instagram a peña que vive como tú y que puede ofrecerte una manera realista y coherente de lidiar con los problemas que tienes en el día a día. En palabras de la propia Cordero, “los influencers de hoy tienen los pies en la tierra más que los de antes. Ahora se habla de temas de conciencia social como el cambio climático o el feminismo”. Hoy aquello de obsesionarse con el autodesarrollo y olvidarse del mundo exterior no cuela. Hemos comprendido que aquello era individualismo puro y duro y que negar las condiciones materiales de la sociedad solo nos trae desgracias. La mirada también debe estar puesta fuera.
En un reciente reportaje, el periodista John Tones hace alusión a la creadora de contenido suyapaa97, una inmigrante en España que muestra en sus redes sociales cómo vive su familia: ella, su marido y su hijo viven en una habitación. Y eso conecta más contigo que alguien tomando vermut un martes por la mañana en una plaza turística de Mónaco. Y ojo: a diferencia de otros influencers, como Jimmy Darts o Manu Plaza, suyapaa97 no hace pornomiseria, no trata de sacar pasta de la pobreza. Simplemente cuenta cómo es su vida. Sin amarillismo. Sin sensacionalismo. Como Ángela Mármol hablándote del bullying que sufrió. Se acabó la idealización.
