El bromance entre Donald Trump y Elon Musk ha terminado fatal. Al principio todo eran sonrisas y elogios. El magnate sudafricano convirtió X en un altavoz propagandístico al servicio de Trump para que este ganara las elecciones y, este, como recompensa, le ofreció un puesto en la administración e hizo publicidad de los coches Tesla en la Casa Blanca. La cosa pintaba bien. Un día, sin embargo, se hizo pública la salida de Musk del gobierno estadounidense y comenzaron los cruces de declaraciones. Ahora, y como venía amenazando desde hace unas cuantas semanas, Musk ha fundado lo que considera una alternativa real al bipartidismo: su Partido de América.
Y en cierto sentido todo esto se veía venir. Piénsalo: dos ultramillonarios con un ego desmesurado y muchas ganas de que las cosas se hagan a su manera juntos en una habitación. Es imposible que eso salga bien. En este caso, y más allá de lo que haya podido pasar en el plano personal, lo que ha dinamitado la amistad de Trump y Musk ha sido la nueva ley fiscal del presidente estadounidense: la que él llama la gran y hermosa ley, que para Musk no es más que una medida de despilfarro económico que va contra su concepción meganeoliberalista. Él preferiría recortar hasta que el Estado fuera esquelético y el mundo lo gobernaran las empresas privadas.
Por eso esto no es necesariamente una buena noticia. Sí, que estos dos tipos, con tanta influencia, se separen, es bueno porque juntos eran demasiado poderosos y tenían demasiados recursos a su alcance para imponer su filosofía rancia y retrógrada. Pero no es que el Partido de América vaya a ser un partido progresista precisamente. Musk ha mostrado conductas transexcluyentes, antiinmigración, antiredistribución de la riqueza e incluso nazis, como aquel saludo del que ya se ha dicho todo. Ambos persiguen más o menos el mismo mundo oscuro, elitista e individualista. Simplemente están en desacuerdo sobre quién debe liderarlo. Eso es todo.
De ahí que Musk no haya explicado en absoluto su programa político. Se ve venir desde la Antártida. Lo único que sí que ha dejado claro es que pretende ser un partido que rompa con el status quo: “La forma en que vamos a romper el sistema unipartidista será una variante de la forma en que Epaminondas destrozó el mito de la invencibilidad espartana en Leuctra: fuerza extremadamente concentrada en un lugar preciso del campo de batalla”. Una gran flipada, sí, pero lo malo es que dos de cada tres usuarios de X se mostraron a favor de que naciera este nuevo partido. Ojalá sirva para dividir y debilitar a la ultraderecha y no para lo contrario.