La moda de los zumos detox iniciada una década y media atrás convirtió un ingrediente bastante desconocido en Occidente en uno de los más buscados: el ginseng. Además de su sabor, que enamora a muchxs, su popularidad deriva de los supuestos beneficios que tiene para el cuerpo humano, como serían el incremento de la energía, la potenciación de los procesos cognitivos, el fortalecimiento del sistema inmunitario o la reducción de la inflamación. Y todo eso es maravilloso. El problema, según refleja el dibujante Craig Thompson en su nueva novela gráfica, Raíces de ginseng, es que la producción de este ingrediente esconde un secreto dramático: hay explotación infantil detrás.
”La gente mira hacia otro lado porque no quiere saber que los productos que compra en el supermercado han sido recolectados por niños, por los hijos de los inmigrantes, trabajando los campos estadounidenses”, comentaba recientemente en una entrevista con eldiario.es. Y eso en un país en el que supuestamente se respetan los derechos humanos. Como apunta el propio Thompson, quien ya deslumbró al mundo con su anterior trabajo, Blankets, “no hablemos ya de lo que sucede fuera en países donde hay menos regulaciones”. Habla, sin decirlo de un modo explícito, principalmente de China, líder histórico de la producción de esta planta utilizada allí de manera medicinal.
Más allá de la explotación infantil: otras problemáticas
Lo trágico no es solo la explotación infantil en sí misma. Además de trabajar duro a edades en las que deberían estar disfrutando, muchxs de lxs niños que manipulan el ginseng desarrollan enfermedades crónicas en sus manos debido a los productos químicos que se echan al cultivo. El propio Thompson, que pasó su infancia trabajando este producto en Estados Unidos, la padece: “Ha ido a peor en los últimos años. Se dispara con el estrés. Era reluctante a incluirlo en el libro, porque me daba miedo parecer quejica, pero luego me di cuenta de que todo el mundo tiene sus propios problemas de salud en un momento u otro”. Y nos ayuda a entender la realidad de cientos de niñxs.
¿Significa eso que absolutamente todo el ginseng comercializado en el mundo está manchado moralmente? Seguramente no. Habrá cultivos y fábricas en las que solo participen adultos, pero la opacidad de sistemas como el chino, el ruso o el coreano impiden conocerlo, lo que deja el consumo de ginseng en un limbo ético bastante peliagudo. Una vez más, el consumidor termina siendo cómplice del crimen a causa de la falta de transparencia y de información. En cualquier caso, la solución puede ser más sencilla de lo que parece: ante la duda, elige productos e ingredientes de cercanía cuyas condiciones de producción conozcas. Ayudarás al planeta de paso.