Soy una arpía, venía así de fábrica. Mis padres son unas bellísimas personas, pero yo salí arpía. Al menos me esfuerzo por ser buena gente, me esfuerzo mucho, mucho más que una persona que por dentro es todo paz, amor y buen rollo. A mí la maldad me aflora sola con una naturalidad que a veces me acojona y otras me encanta, pero procuro contenerla porque quiero equilibrio espiritual, buen karma y predicar con el ejemplo. Si predicas con el ejemplo, puedes criticar guilt free.
Como arpía, durante bastante tiempo fui de la cofradía de Nuestra Señora del “necesito mi espacio” y mantuve un tic muy jodido de responder a los “Te quiero” con un “Gracias”. Me había enamorado, encoñado y crucificado a unos cuantos tíos, pero ni en los momentos en los que tenía el corazón y la pepitilla más a tope por alguien el irnos a vivir juntos me parecía una opción. La idea de tener a la misma persona en casa constantemente, levantarme y acostarme con él cada puto día, me sonaba a película de terror. Como un remake del día de la marmota en el que dos personas se levantan siempre en el mismo día, solo que cada vez follan menos y se odian más.
Ahora las cosas han cambiado y hago vida de arpía felizmente seudocasada, con vajilla que nos ha regalado mi madre, pijamas compartidos y “ve cenando tú, que llegaré tarde”. Todo el pack. Mi breve experiencia en la vida en pareja me ha servido para darme cuenta de que cuando la gente liga y se empareja, prioriza compartir con la otra persona gustos y aficiones música, cine, deporte, etc. que finalmente resultan tener muy poca importancia a la hora de que la relación funcione o no viviendo bajo el mismo techo.
Por si estás pensando en lanzarte a la piscina del amor 24/7 aquí te dejo unos cuantos aspectos fundamentales en la convivencia. Estaría bien que los tuvieras en cuenta antes de empezar a desmontar tu cama de Ikea y engañar a tus amigos para que te ayuden a trasladar esas dos toneladas de cosas inútiles que llevas años acumulando.
¿En qué punto empieza a molestaros la mierda?
Esto es clave. Pero mucho. Y es la causa de la gran mayoría de movidas parejiles en la rutina diaria. En la limpieza y el orden hay muchos grises. Cuando uno ya ve la casa como una crack house, el otro todavía puede desenvolverse sin mucho problema usando el lado del cuchillo que aún está sin manchar, empieza el mal rollito. Si la cosa está tensa, una lavadora sin tender puede acabar en homicidio.
-Nos está comiendo la mierda, parece que tienes Diógenes o algo. -No sé, yo no lo veo tan mal.
Alimentación y supervivencia
Esta se puede resumir en una pregunta: ¿cuántos días seguidos estás dispuesto a comer arroz? Si la discrepancia es de más de 2 días, podéis tener un problema.
Nivel de intimidad: el baño
En cada casa se jugaba de una forma distinta al parchís y a la oca, y lo mismo pasa con el tema baño: cada casa tiene sus reglas. Si en la tuya sois de cagar con la puerta abierta y en la suya de 4 pestillos y medio para ducharse, pueden surgir tiranteces mientras se forjan los límites entre la confianza y el asco.
Baño para parejas inseparables.
La cara oscura de tu pareja
O no tan oscura, pero la convivencia te permite/obliga a ver todas esas costumbres, manías y vicios que a lo mejor desconocías. Puede resultar que tu pareja beba y fume más de lo que tú pensabas, puede que le guste comer bocatas de chorizo con chocolate, puede que piense que llevar la ropa interior dos días seguidos es normal, o que invierta 3 horas cada noche en jugar a mierdecitas que no entiendes en el móvil, la consola o el ordenador.
La pregunta es: ¿os podréis seguir queriendo al confirmar que ambos sois deshechos sociales?
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