Es bonito porque tu cuerpo quiere que te parezca bonito. Es bonito porque la naturaleza ha establecido que debe parecerte bonito. Es bonito porque tus hormonas te ciegan para que te parezca bonito. Pero, en realidad, el enamoramiento, es el mecanismo más miserable que se ha inventado el mundo en que vivimos para mantenernos atados a una persona y obligarnos a reproducir la especie como vulgares animales de granja.
Por si no lo tenías claro, el enamoramiento es un proceso químico que se desata en tu cerebro cuando tu cuerpo ha identificado a una persona genéticamente compatible contigo y con la que podrías llegar a cumplir tu función biológica. Sí, tener hijos. Entonces suelta una bomba hormonal equivalente a un buen colocón que te hace sonreír como un imbécil, caminar como si estuvieras en una nube y adorar al elegido. Pero no te equivoques, no es que hayas dado con un espécimen de ser humano único, sino que tu cerebro potencia deliberadamente sus aspectos positivos y te ciega cruelmente ante los negativos.
Por eso, cuando tu madre o tu hermana te preguntan: "¿estás segura de que es tan inteligente como dices, porque en la mesa suelta comentarios bastante ‘cuñadiles’?". Ante semejantes injurias — aunque te parezca mentira intentan salvar tu dignidad— tu respuesta será: "¿comentarios, qué comentarios? pero si tiene una mente prodigiosa y todo lo que le sale por la boca debería enmarcarse". O, peor aún, te parecerá adorable que tu chica te sugiera sutilmente lo mucho que le apetece pasar la tarde contigo en lugar de que te vayas con tus amigos tal y como habías quedado desde hace siglos.
Esa bomba de hormonas que invade nuestro cuerpo durante el enamoramiento está programada para que dure de uno a tres años, el tiempo justo para asegurarse de que formas un lazo emocional, copules, te preñes, paras y le proporciones a tu vástago alimentación durante los primeros meses de vida. Ese es, básicamente, el objetivo de la naturaleza. Luego nosotros le hacemos la ‘13-14’ a la Madre Tierra con un condón o una píldora y conseguimos no procrear hasta bien pasados los 30, que con la crisis y el mercado laboral, a ver quién se pone antes.
Pero más allá de estas bromas poco logradas, muchas personas se sienten engañadas cuando se les cae esa venda de los ojos y sus hormonas vuelven a su estado preenamoramiento. Que si "cuando la conocí no era así", que si "parecía el hombre más atento del mundo", que si "no me había dado cuenta de que era tan posesiva" o "ahora su agresividad ya no me parece tan atractiva".
Además de los desencantos cotidianos, este mecanismo puede impedirnos que nos demos cuenta de que estamos haciendo nuestra vida con una persona nociva. De aquellas que nos cortan las alas en lugar de hacernos volar, que nos rebajan para sentirse más grandes, que nos aíslan convenciéndonos de que su presencia sustituye cualquier otro vínculo con la sociedad. Tras el enamoramiento pueden aflorar relaciones de maltrato psicológico, o incluso físico, en las que, por supuesto, también intervienen una cantidad considerable de traumas, frustraciones personales y una mísera inteligencia emocional. Pero todas empiezan con la ceguera.
¿Y qué podemos hacer para luchar contra esta bestia parda de nuestra naturaleza? Pues nada, no se puede. Y, en realidad, mola tener nudos en el estómago y cantar bajo la lluvia con una sonrisa de oreja a oreja. Pero sí se puede ser consciente y estar alerta. Educar nuestras emociones de manera que no se nos escapen detrás de la primera persona que pase por delante, sino que tengamos más elementos antes de abandonar las riendas de nuestra vida al enamoramiento. Otra opción es escuchar a nuestro entorno que, además de querer lo mejor para nosotros, carecerá de ese velo rosa con el que nosotros juzgamos a la otra persona.
Así que lo más importante es ser consciente y no decir que no te avisé. Porque los defectos que ahora le ves a esa persona que antes te parecía tan perfecta, siempre han estado ahí y, ni antes eran tan insignificantes ni probablemente ahora sean tan inmensos. Lo único que te puede proteger es trabajar tu autoestima para que sea fuerte como una roca. Así, si te enamoras de un/a imbécil, tu mecanismo de autodefensa será capaz de rescatarte de ahí en volandas y, si no ve motivo de alarma, te dejará abandonarte al placer de pensar que has encontrado a tu alma gemela, al menos por un tiempo.