Que hemos avanzado mucho en la lucha feminista nadie lo niega. Como tampoco debería negarse, aunque se hace por parte de ciertos sectores reaccionarios, que aún queda muchísimo por avanzar. Piensa por ejemplo en las infidelidades. Si bien hay muchos estudios al respecto, y con resultados desiguales, la conclusión más aceptada es que al menos un tercio de los hombres y de las mujeres comete infidelidades. Pero la percepción social sigue lejos de ser igualitaria y son ellas las que salen peor paradas del juicio público. De hecho, hay entornos en los que un tipo infiel puede recibir un aplauso. Algo que nunca ocurriría con una mujer.
Y de ello habla el experto Víctor Hugo Pérez, de la Universidad de Zaragoza, en una publicación para The Conversation, en la que asegura que el patriarcado lleva milenios desarrollando estrategias para controlar el deseo femenino y que las mujeres no puedan ser infieles. En sus propias palabras, “el patriarcado clásico regulaba el deseo femenino a través de leyes y religión. Hoy, el patriarcado digital lo hace por medio de redes sociales, rumores virales y geolocalización”. Y, como sabes de sobra, a través de la estigmatización social: Eres una puta. Mujeres así cuanto más lejos mejor. Así nadie te va a querer en su vida. No mereces la pena.
Pero nada de esto es casualidad. Que muchos hombres, y tristemente algunas mujeres, sean tan duros con la infidelidad femenina, mientras relativizan o incluso banalizan la infidelidad masculina, tiene mucho que ver con el miedo. Sí, con el miedo a la liberalización de la mujer. En una sociedad en la que la mujer se está haciendo cada vez más con el control de su cuerpo y en la que surgen modelos alternativos de relación no monógamos, muchos hombres tienen que enfrentarse cara a cara con sus inseguridades. Algo que antes podían esquivar porque la sociedad legitimaba su hipervigilancia y su esclavización de sus novias o sus esposas.
Y, gente, no os engañéis: la infidelidad nunca va a desaparecer y el riesgo de que tu pareja te ponga los cuernos siempre va a estar ahí. Es mejor aceptarlo que vivir aterrorizado y, sobre todo, que volcar ese miedo en las mujeres. Basta ya de tanta asimetría. Como dice Pérez, “mientras Julio César pudo acumular amantes sin que eso empañara su prestigio militar, Cleopatra quedó reducida durante siglos a la etiqueta de amante peligrosa”. Y eso no ha cambiado. “La infidelidad masculina se celebra. La femenina se convierte en motivo de condena social”. Pero ya vale. Estamos en 2025. Entren y dejen esa doble moral en la puerta.