—Voy para complacerte a ti. El sexo esporádico no me ha interesado nunca.
—¿Y por qué mientras follamos siempre dices que te gustaría que tíos se vinieran en mi cara?
—Es una fantasía. Igual que hay gente que se excita con una mujer vestida de colegiala pero no se follaría a una colegiala. Mis fantasías son una cosa mental. La gente me interesa cero. Tampoco me interesa la seducción... me interesan las cosas de verdad. Que duran.
—Eres un romántico.
—Sí. Todo el resto me parecen chorradas.
—También te gusta masturbarte tres veces al día.
—Claro. Pelármela y el porno me encantan.
Celebrábamos ocho meses juntos y mi chico había reservado una mesa. Era una de esas noches en las que todo sale a pedir de boca y el club de swingers Oops! Barcelona quedaba a pocos metros.
“Algunas parejas juegan a pádel y otras jugamos a otras cosas”, dice Gala, que tiene 36 años, se dedica al sector de la educación y entró en el mundo swinger hace cuatro. Está con su pareja desde la adolescencia, tienen dos hijos y organizan fiestas en clubes de intercambio. Se hacen llamar @Toni_y_Gala. “Los clubs van muy bien para conocer gente y para hacer lo que quieras porque nunca serás juzgada”, añade.
Doy fe. He bailado desnuda en la discoteca del Training Pedralbes TP, en el mundo swinger y allí la gente es mucho mas cautelosa que en cualquier bar. También en Oops Barcelona!, donde estamos esta noche, el respeto se nota. Después de penetrar el portón, sacarnos el carné de socios y pagar, le pido a una chica de pelo largo y botines de leopardo que nos enseñe la casa. En la primera planta está la discoteca, la barra y un cuartito con una cama y glory holes. Debajo de una escalera majestuosa, una puerta te lleva a la mazmorra.
—¡Mazmorra!—, exclamo yo.
—Me interesa poco la mazmorra—, musita Abel, mi pareja.
La primera vez que se visita un club no se olvida nunca. Y esta es la primera vez de Abel. El sexo ya no es un tabú, esfumado el halo de transgresión, estos espacios van dejando de ser los lugares misteriosos que un día fueron, las parejas coinciden en que empezaron a hacer intercambios para evitar caer en la rutina sexual. Desde hace unos cinco años, ha habido un aumento de parejas jóvenes en el mundo swinger, explica Gala, y cada vez somos más exigentes. “Es un mundo paralelo, donde dejas de lado lo real para entrar en el de las fantasías que siempre has tenido”. Aunque no todo el mundo encuentra lo que busca y a veces la experiencia acaba siendo una noche de baile y observación. Gala explica que cada vez hay más voyeurs que fantasean y al club van solo a mirar porque no les convence.
—En las camas no se puede estar vestido—, dice la chica. Pasamos a cambiarnos. Mientras me desnudo entra un señor con gafas que parece hindú buscando su taquilla. Suena Cardi B. "Abel también se desnuda y se cuelga la toalla del cuello. Yo me la enrollo en la cintura. Gala me contó que los swingers van a los clubs buscando su fantasía, no a beber, pero yo, mal acostumbrada a desconectar con alcohol y drogas, corto por la mitad una pastilla plateada con el logo de Audi para romper el hielo. Bajamos a la barra.
Hugo tiene 30 años, lleva seis con su pareja y tres en el mundo swinger. Para él es parecido a mantener la emoción del principio de una relación: "cuando conoces una pareja nueva les mandas fotos, quedas, hay tocamientos, miradas. Estás con esas mariposillas. Estoy muy enamorado de mi chica pero a la hora de practicar sexo, mola que haya sensaciones y personas nuevas. Ver a mi novia con un chico me pone. Te crea un mundo nuevo. No me fijo en otra chica para enamorarme ni me pasa por la cabeza tener una relación con otra chica".
"¿Por qué hacerlo a escondidas si puedes hacerlo con tu pareja?", replica ella. Ana asegura que el swinging ha reforzado su relación. "Hay confianza y respeto y se suma el sentirse totalmente libre uno al lado del otro". La pareja, de 30 y 23 años, tiene una web y un perfil en web , "es morboso sentirse deseada", comenta Ana, y hasta han hecho de sus aventuras algo lucrativo, subiendo contenido a la plataforma web . Ana me explica que invierte el dinero que gana allí en lencería sexy y juguetes. Todxs utilizan la palabra juego. Y la importancia de entrar poco a poco, respetando los tiempos de la relación. "Es un juego de pareja del que nunca te cansas. Es una constante novedad", agrega.
Las redes han facilitado extremadamente los contactos. En Tinder hay tantas parejas hetero buscando chicas para practicar sexo sin compromiso que algunas bisexuales especifican en sus perfiles que no son mujeres unicornio. Marta, psicóloga, sexóloga y swinger desde hace ocho años, dice que para encontrar otras parejas utiliza páginas como tantas parejas hetero, tantas parejas hetero o tantas parejas hetero. Algunas piden invitación. Gala añade tantas parejas hetero, tantas parejas hetero y "Vilain, que saldrá en breves". No obstante, Marta y su marido están viendo cómo innovan porque la monotonía no es ajena al swingerismo, también le preocupan las enfermedades de transmisión sexual, algo que considera un tabú en este mundo. Aunque el preservativo es sagrado en su bolsita nunca faltan, junto con el potenciador del orgasmo, el lubricante o el Satisfyer hay algunas infecciones que se transmiten fácilmente. "El sexo liberal es un deporte de riesgo", zanja.
Nos sentamos en los taburetes.
—Somos los únicos desnudos—, le digo a Abel.
—Somos unos novatos–, contesta.
Pedimos dos gintonics y tiro la media pastilla en mi copa. Miro las tetas de la camarera. El sujetador negro se las enmarca divinamente.
—¿Por qué todo el mundo va vestido?
—Aquí normalmente se toman algo, hablan, y luego ya van al piso de arriba.
—¿No es como en el Training?
—Sí, sí, pueden follar donde quieran.
Mirar pero no tocar
Una pareja con caras aburridas pide dos Heineken’s. El señor me ha mirado el escote y a Abel el culo. Mientras bebemos, entra un joven con tejanos, camiseta y bambas, acompañado de una chica que presume de culo, ataviada con un picardías y tacones. Otra chica con sujetador, minifalda imitación piel y manoletinas negras baila sola mientras el chico con el que ha venido se la mira desganado desde un sofá. Abel me habla del feminismo en Rusia y me hace reír.
En la tele dan una peli porno bastante agradable. “Esa rubia te ha mirado”, me dice Abel. Suena Con altura y en estas aparecen Pere y Antonia. Él tiene 64 años, es un señor muy sonriente y se le ve veterano. También se nota que hace UVA a diario. Ella, atractiva y menuda, tiene 35 años y es profesora de autoescuela. Pere nos comenta que le he gustado a Antonia, mira a Abel y le dice, sin perder sus caballerosas formas, que si le apetece puede participar. Lo convenzo para que subamos. ¡Finalmente se levanta del taburete! En la pared antes de entrar en la zona de camas hay un cartel donde dice: “Manten tu ropa interior. Reconoce tus propios límites y comunícalos. Respeto, sensibilidad y presencia”.
A los clubes no solo van parejas, también hay solterxs o parejas de amigxs. Están los sitios en los que si hay feeling, pasas a la acción sin necesidad de mediar palabra y otros en los que se favorece la relación social; en un sitio llamado El Jardín del Edén, hasta te invitan a cenar. Luego hay fiestas privadas en apartamentos, fines de semanas en casas rurales, fiestas temáticas, deporte y sexo…
“La crisis de la monogamia ha afectado también al mundo swinger, que se ha convertido en una alternativa para alargar un poco más la ruptura, porque abre nuevas posibilidades, pero no es la solución definitiva. Cuando entras al mundo swinger con una situación complicada de pareja las rendijas tienen dos posibilidades: o se cierran, para abrirse otras también, o se abren de forma definitiva y irrevocable”, aclara Jordi Clotas, de 52 años, escritor, fotógrafo de desnudos y swinger desde hace décadas. En esto también coincide todo el mundo: el intercambio de parejas no arregla problemas de pareja. “Nosotros cuando tenemos algún momento bajo siempre nos damos una pausa del mundo swinger hasta arreglarlo”, dice Gala. No al revés.
Soy una listilla
En las camas hay unas siete parejas follando. No hay luz pero cuando los ojos se acostumbran se ve la acción. Hay un chimenea y encima una escultura de Ganesha, el elefante sagrado. – ¿Dónde están? – Aquí. – Dice Pere – Abel y yo subimos a la cama mas amplia, donde hay cuatro parejas, y nos acercamos donde están ellos. Le practico sexo oral a Antonia. Pere nos mira mientras nos besamos. “We have a good life”, sueltan unos guiris. Abel se lía con Antonia y yo le pido a un chico que está ojeando la escena de la cama grande que me penetre. Dice que no puede, que acaba de follar. Abel se ríe levantándome el dedo corazón.
“¿A qué te dedicas?”, le pregunto a una chica francesa. “En vacance toute ma vie”. Nos besamos y luego empiezo con su amigo, pero no tiene condones. Voy a la taquilla y saco dos, uno para mí y otro que me ha pedido Abel, que ya se ha lanzado. El francés me penetra escasos minutos. Al cabo de un rato, confundida, empiezo a reclamar “por solidaridad femenina” ! que las chicas le digan a mi novio que les deje de practicar sexo oral. Qué pesadez. Cuando soy yo la que lo lié para que fuéramos. Abel y yo follamos un rato, las parejas se fueron yendo y nos dieron las cuatro. Felices y contentos pasamos a vestirnos.
—¿Qué te ha parecido, amor?— le pregunto.
—Para mí es lo mismo que ir a un bar. Las mismas tonterías—. Nos besamos y yo estoy feliz por haberlo traído “a mi terreno”, aunque también me siento un ser totalmente deplorable por haber interrumpido su acción más de una y de dos veces. No eran celos, era un sentimiento de posesión primitivo muy estúpido que achaco a la media pastilla.
A la salida nos encontramos con los franceses, nos hacemos un selfie, les pedimos un taxi y nos vamos a casa. Decidimos irnos andando, la ciudad está vacía y preciosa. Follamos en una pequeña callejuela y tengo un orgasmo intenso. Llegamos a las ocho. Volvemos a tener sexo dos veces. Nos abrazamos y pasamos un fin de semana de amor y risa recordando la aventura. Diría que el amor es la constitución mas flexible y bella de la historia de la humanidad.