Las mujeres se están cansando de los hombres. Y no, no se trata de un hartazgo basado en lo biológico: a las mujeres heterosexuales les siguen atrayendo sus pares masculinos. Lo que ocurre es que no pueden más con la actitud que muchos de ellos muestran en las citas y en las relaciones románticas. Una actitud que tiene bastante que ver con cómo la masculinidad clásica, la del tipo duro sin interés en abrirse emocionalmente ni exponer su vulnerabilidad, sigue muy presente pese a los intentos sociales por derribarla. Sí, el heteropesimismo siempre ha existido de alguna forma, pero en la actualidad está alcanzando niveles inéditos.
Como dicen varias expertas de la Universidad de Nueva Inglaterra en una publicación para el medio The Conversation, el término heteropesimismo fue acuñado en el año 2019 por la columnista Asa Seresin para referirse a esa especie de frustración y desesperación ante la manera en las que se suelen desarrollar las relaciones heterosexuales. No surge de las relaciones abusivas. Ni de las relaciones violentas. Surge simplemente de la aparición en las relaciones de dinámicas derivadas de los estereotipos de género. Ellas buscan cada vez más hombres deconstruidos. Muchos de ellos insisten e insisten en seguir siendo machos canónicos.
Y esta disparidad está acabando con la paciencia de muchas mujeres. En palabras de la autora Sophie Lewis, “muchas mujeres parecen no ver alternativas a su trayectoria dentro de la heterosexualidad”. Es como si vivieran un eterno día de la marmota. Como si cada relación terminara padeciendo los mismos males una y otra vez. Como si la insatisfacción se presentara tarde o temprano de manera inevitable. Lo curioso es que los hombres también empiezan a experimentar este heteropesimismo cada vez más. No en la misma proporción ni con la misma intensidad que las mujeres, pero poco a poco el sentimiento sube. Tampoco son felices.
La diferencia, cuenta la periodista Alba Otero, es cómo mujeres y hombres reaccionan a ese creciente heteropesimismo. Porque ellas están abrazando cada vez más sus relaciones de amistad como espacios en los que sí están presentes las condiciones que buscan: igualdad, libertad, consentimiento, compromiso... Ellos, por su parte, parecen estar hallando la vía de escape a esta frustración en los movimientos antifeministas. En plan todas las relaciones con tias no funcionan porque ellas son así y así. Una reacción que tiene mucho que ver con el auge mundial de la ultraderecha. ¿Y si hacemos más autocrítica y vertemos menos odio al mundo?