El cuerpo desnudo de la mujer ha aparecido en nuestras pantallas cientos y miles de veces. Las curvas, los culos y los pechos se han expuesto desde lo más sutil hasta lo más explícito. En los últimos años ha sido el cuerpo del hombre el que, poco a poco, ha ido apareciendo de forma más completa. Es más, no fue hasta el año 1969 que en Estados Unidos se modificó el Código de Producción Cinematográfica donde se permitía este desnudo. No obstante el desnudo frontal, es decir, en el que se ve el pene del hombre, seguía sin formar parte directa de la televisión más convencional. Ahora bien, aunque cada vez veamos más penes en pantalla y más desnudos integrales masculinos la realidad es que pocas veces son los de verdad. Vaya, que muchos de ellos son postizos.
Como explican en The Conversation, “las prótesis son la norma”. Pero, ¿por qué?, ¿cuál es la importancia de su tamaño?, ¿sigue siendo realmente importante?, ¿es esto una demostración de que su representación sigue estando minuciosamente controlada? Uno de los motivos por los que los desnudos masculinos cada vez se ven más es porque existía y aún existe una crítica constante hacia la forma en la que el cuerpo de la mujer ha sido sexualmente cosificado en el mundo audiovisual. Una de las series donde empezó a verse el desnudo masculino de forma explícita fue en la serie Spartacus estrenada en 2010. En dicha serie todos los penes eran postizos y hechos a medida. A partir de aquí los penes de mentira empezaron a ser la norma, como se explicaba al principio.
No son las prótesis lo único que se utilizan, también se graban penes de actores secundarios y se ponen de forma digital encima de los protagonistas. Series como Euphoria también los han utilizado y en la famosa película Nymphomaniac, los penes fueron retocados por ordenador. Ahora bien, todos tienen algo en común sean de mentira, puestos por ordenador o retocados, todos ellos son grandes. La obsesión por el tamaño es algo que está presente en nuestra realidad y, aunque en series como Euphoria se hayan utilizado penes postizos, se trata de una de las creaciones que más ha puesto en cuestión la historia del tamaño, relacionándolo con la masculinidad tóxica.
Con todo este misterio y estas obsesiones lo único que sucede es que sigue siendo un tema tabú. Lo primero en lo que te fijas cuando ves un pene en pantalla es en su tamaño pero en algún momento un pene no deberías ser más que eso. La representación audiovisual debería apoyar la diversidad de tamaños y formas sin que esto signifique nada para los personajes o para los actores. Si esto no cambia se seguirá relacionando la masculinidad —con todos los ingredientes clichés como fuerza o virilidad— según la forma o el tamaño de los genitales. Y no es así.