¿Necesitamos Los Likes Para Hincharnos El Ego?

Está claro que hay gente que se implica demasiado, que habla más de la cuenta, o que cuelga fotos que no deberían ver nunca la luz. 

¿Recordáis la época Fotolog? Para quien naciese después del 93, se lo resumimos: una plataforma de blogs gratuitos con un diseño bastante regulero, pero que estaba abierta a todo el mundo. Vamos, Fotolog era a las redes sociales lo que McDonalds es al mundo de la restauración. Fue un paraíso de canis y emos por igual.

Podías compartir con el mundo épicas fotos de botellón de esas que salían con la fecha y la hora marcadas abajo y breves textos con poca profundidad y mucho halago dedicados a tus mejores amigos. La peña solía expresar su vena artística dejándose llevar muy fuerte con el brillo y el contraste, o lanzándose a desgarrar sus sentimientos en amagos de poemas con aires de reaggeton, pero con peor ortografía.

Con Fotolog nos acomodamos y nos enganchamos a compartir nuestra vida en Internet y a poder cotillear la de los demás sin tener que quitarnos el pijama para bajar al bar a rajar con los colegas. En muy poco tiempo las cosas han cambiado bastante. Las batallitas del Messenger y el Fotolog las contamos con el tonito que nos cuentan nuestros padres las de la mili. Y de MySpace preferimos ni hablar, porque eso fue más bien una historia de joven estrella que se va a la mierda, como Macaulay Culkin o Lindsday Lohan. Ahora llevamos el ordenador en el bolsillo. Ya no tenemos que esperar a llegar a casa para poder soltar nuestra chapa diaria en Internet, podemos dar el coñazo en tiempo real y con filtro cero.

Está claro que hay gente que se implica demasiado, que habla más de la cuenta, o que cuelga fotos que no deberían ver nunca la luz. Hay gente que se pone en evidencia tratando de mendigar unos likes que le peguen ese chute de autoestima que no le da la vida real. Y, en ese caso, poco importa que lo haga subiendo selfies con poca ropa o rompiéndose la cabeza para conseguir parecer en Twitter mucho más ingenioso de lo que es. Si necesitas popularidad en la vida real o en las redes sociales para sentirte bien contigo mismo, es que algo falla. Estás buscando fuera la aprobación que no consigues darte desde dentro. Y el único aprobado que debería importarte es el tuyo.

También he de decir que creo que se ha generado demasiado histerismo con respecto a este tema, y que como con todas las nuevas tecnologías a lo largo de la historia, siempre hay un grupo de gente dramatizando el cambio en exceso. Que si buscáis en Google información sobre el exhibicionismo en la red, os toparéis con cien artículos que no se cortan nada en afirmar que nos hemos vuelto todos unos narcisistas de habilidades socioemocionales atrofiadas, y se quedan tan anchos. Desde mi punto de vista, en la mayoría de casos nuestra interacción en Twitter, Facebook o Instagram no es más que un mero entretenimiento, una nueva forma de pasar el rato, de compartir lo que te gusta y lo que no, de reírte y debatir con tus amigos u otra gente con los mismos intereses. De divertirte sin tener que pasar por el aro de encender la tele.

Internet y las redes sociales están para aprender y entretenerse, y quien las use para solucionar lo que debería solucionar un psicólogo ya venía con el problema de antes.

 

Crédito de la imagen: Tumblr