¿Sabes cuando llevas la mascarilla durante HORAS y notas tu aliento que, aunque no apeste, está tan concentrado que es hasta desagradable? Ese olor a cerrado, a mascarilla y a gases internos muy incómodo… que en realidad no es para tanto, pero como lo tenemos todo el rato en la nariz y boca, se nos magnifica el efecto. Vamos, que el olor dentro de la mascarilla, lo notamos por multiplicado. Y esto, obviamente, no ha pasado por alto a fetichistas de los olores, que se han dado cuenta de que pueden convertirlas en un objeto de fetichista: mascarillas usadas con olor a secreciones vaginales. Vamos, ponerte algo en la cara todo el día que huela a vagina y así ir excitado todo el día.
Es un fetiche bastante común, seguro que no suena a nada nuevo: sentirse atraído hacia olores naturales fuertes que asocias con algo sexual. Por ejemplo, es muy común el olor a sudor en el BDSM como práctica sexual muchos hombres y mujeres van al gimnasio y no se duchan, dejando a sus sumisos que luego chupen el sudor, el cual relacionan con el esfuerzo físico del sexo o, incluso, con la masculinidad. Es una práctica tan habitual que, no solo se incluye en los típicos formularios de prácticas BDSM, sino que existe un lucrativo mercado a su alrededor.
Las mascarillas son solo la última incorporación en este mercado del sexo que vende ropa interior usada, ya sea calzoncillos con marcas de secreciones puedes escoger cuáles, si orina, heces, sudor o semen, calcetines sudados o bragas usadas incluso hay personas que pagan más si saben que la secreción vaginal es de una embarazada. En el caso de las mascarillas usadas, como explica ropa interior usada, van dirigidas mayoritariamente a hombres que se hacen con ellas por unos 50 € por mascarilla. Luego, los precios suben si hay requerimientos específicos o si añades un poco de conversación erótica y fotos para el cliente. “Se ganan unos 700 euros mensuales con este negocio”, explica a Yasss la tienda online Secret Panties, una web española dedicada a estos negocios de ropa usada para fetichistas.
Las vendedoras, por lo tanto, simplemente deben llevarlas unas cuantas horas en la vagina hasta que se impregne de sus olores y venderlo. Un trabajo rápido, poco exigente y que te saca un buen income mensual. Pero, ¿qué ganan los fetichistas? Lo de siempre: oler esas prendas y/o ponérselas, las formas más típicas de consumir estos productos. Como explica una vendedora en el artículo, “imagínate ir por los pasillos de un supermercado y disfrutar de mi aroma íntimo. Hago las mascarillas más agradables del mundo. Es como un pequeño secreto que solo ellos conocen y esto lo hace arriesgado y divertido".