El pasado 2024 nacieron en Rusia 1,2 millones de personas. La tasa de natalidad más baja de los últimos 25 años. Y no es un hecho aislado: como explican en este reportaje de la BBC, el país lleva en caída libre desde 2016. Un problema de población que se agrava con la guerra de Ucrania. Más inestabilidad. Más gente exiliada. Más fallecidos. Y el gobierno de Putin está tratando de combatirlo de las maneras más disparatadas posibles. Primero fue aquello de prohibir hablar de no tener hijos. Y ahora lo de pagarle a las estudiantes universitarias y, aún peor, a las adolescentes en edad escolar, para que accedan a quedarse embarazadas.
Según apuntan desde dicho medio, “se trata de bonos pagados por las gobernaciones locales de distintas zonas del país que van desde los 230 dólares a los 1.760 dólares, y que buscan revitalizar la maternidad en un país cuya tasa ha ido en constante declive”. Algo así como si las mujeres no tienen los hijos que necesitamos vamos a promoverlo entre las chicas más jóvenes. Algo así como verlas como úteros con patas cuya principal función vital es engendrar, aunque ello suponga paralizar la vida académica o la vida laboral. A nivel ético es lamentable. Es ir contra el progreso. Es devolver a las jóvenes a la esclavitud procreadora.
En palabras de Ksenia Goryachova, diputada de la cámara baja rusa, lo que están promoviendo tanto desde el gobierno de Vladimir Putin como de muchos gobiernos regionales es “la normalización el embarazo adolescente” y ha afirmado que “cuando una niña da a luz a otro niño no es heroísmo sino una tragedia”. Algo que parecía que habíamos asumido ya en la mayor parte del mundo. No obstante, la ola ultraderechista que sacude el planeta parece tener la fuerza suficiente como para mandarnos de vuelta a muchas de las prácticas machistas del pasado. Esta en concreto, además, pone en riesgo tanto a las madres como a sus hijos.
Sí, el embarazo adolescente, el que tiene lugar entre los 10 y los 19 años, es peligroso: aumenta la probabilidad de que las madres sufran complicaciones como la eclampsia o la inflamación posparto y de que los bebés afronten problemas de salud durante sus primeras semanas de vida, algunos de los cuales pueden ser mortales. Pero es que no es solo una cuestión ética: es que no sirve para nada. Según el demógrafo independiente ruso Alexei Raksha, “cualquier intento de estimular la natalidad de los primogénitos nunca ha funcionado en ninguna parte y lo mismo se aplica a los intentos de rejuvenecer la natalidad”. No solucionada nada.