“No voy a ir a la puta Casa Blanca”. El beef que tiró hace algunos días la flamante capitana de la selección estadounidense de fútbol, Megan Rapinoe, resonó en el universo de Twitter hasta impactar en las oreja de Mr. Trump. Sin embargo, no era la primera vez que la futbolista de 34 años — campeona y máxima goleadora del Mundial además de mejor jugadora del torneo— dejaba claro que sus principios estaban muy por encima del protocolo. Lo cierto es que la historia de lucha y activismo de Rapinoe se inició mucho antes de su espectacular temporada o de sus polémicos tuits con el presidente.
Arrodillada sobre el césped durante el The Star-Spangled Banner, el himno nacional de Estados Unidos, la estrella del equipo se negó en 2016 a cantar en pie y con la mano en el pecho para denunciar las desigualdades entre hombres y mujeres en el ámbito del deporte. Pero no solo eso, con su gesto lanzaba un guiño al quarterback de los San Francisco 49ers, Colin Kaepernick, quien poco antes había iniciado el gesto para denunciar la brutalidad policial hacia los ciudadanos negros en su país. Por primera vez las estrellas del deporte en EE.UU se unían en una lucha transversal contra la discriminación.
Tras la polémica de los tuits y nada más conseguir la victoria ante Holanda en el Mundial el pasado domingo, Rapinoe volvía a la carga esta vez contra quienes dirigen en negocio del fútbol a nivel global, es decir, la FIFA, las federaciones, los patrocinadores y las televisiones. "Todas las jugadoras en este Mundial han dado el mayor espectáculo. Ahora la conversación nos tiene que llevar al siguiente nivel. ¿Qué viene ahora? ¿Cómo van a apoyarnos? Las mujeres, en todo el mundo, queremos seguir dando pasos hacia adelante”, sentenciaba en referencia al Equal Pay, es decir, lograr la igualdad salarial en el mundo del fútbol.
Rapinoe daba un ejemplo al mundo y Trump, bueno, Trump volvía a ser él. No contento con discutir que habría que “ver los números” antes de hablar de igualdad salarial en el equipo nacional, optaba, de momento, por evitar el ridículo y no invitar a nadie a la Casa Blanca ya que, probablemente, la imagen del plantón de Rapinoe hubiera sido demasiado para su enorme ego. Por suerte, la congresista por el estado de Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, estuvo rápida y lanzó su invitación para el Congreso. “Considéralo hecho”, respondió la capitana quien seguramente acudirá a la cita acompañada por su pareja Sue Bird, tres veces campeona de la NBA femenina y una de las mejores jugadoras de baloncesto de la historia.
Puede que el ejemplo de Rapinoe no haya conseguido cambiar de idea a alguien como Donald Trump, sin embargo, incluso el hombre más poderoso del mundo sabe que en este partido Rapinoe le ha ganado por goleada y que millones de mujeres de todo el mundo sí han escuchado las palabras de la futbolista. Más allá de su éxito deportivo y personal, su lucha por seguir fiel a sus ideales será el gran legado de una jugadora de fútbol que supo ver en el deporte más multimillonario y multitudinario la oportunidad perfecta para avanzar un paso más en la igualdad.