Lo habrás oído o, peor aún, la puedes haber vivido. Para que sepas a qué nos referimos te ponemos un ejemplo. Ponte en situación: te quedas embarazada y acudes a una clínica porque tomas la decisión de abortar. En aquel momento, con todo lo que conlleva haber tomado esa decisión, es decir, miedos, ansiedad, soledad, dudas, juicios y un largo etcétera, la persona que va a atenderte empieza a cuestionarte. Comienza a hacerte preguntas para que tu seguridad caiga por los suelos con el objetivo de hacerte cambiar de opinión. Quizás leas esto y pienses que es una locura y que nadie se comportaría de tal manera pero la realidad es muy distinta. A esto se le llama violencia obstétrica y si nunca has oído este término es porque es algo muy común pero que en España está muy silenciado.
El origen de siempre
Como explica el estudio, Obstetric violence. A hidden practice in medical care in Spain, realizado por Javier Rodríguez Mir y Alejandra Martínez Gandolfi, “la violencia obstétrica constituye una discriminación de género y representa una violación de los derechos humanos desde un enfoque de los derechos de la salud y de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer … Estas praxis deshumanizantes constituyen un verdadero problema de Estado y de salud pública en diversos países del mundo, incluido España”.
La cuestión es, ¿de dónde viene esto? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que siga ocurriendo en la actualidad? Desgraciadamente y, como suele suceder en la mayoría de los casos de violencia, esto deriva de sociedades patriarcales que, al normalizar estos comportamientos, terminan siendo asumidos por gran parte de personas, incluso aunque sean profesionales de la salud que tienen el objetivo de cuidar y proteger a quienes acuden a sus consultas.
Qué debe cambiar
Uno de los principales inconvenientes, como explicábamos con anterioridad, es la falta de información y visibilización que existe en cuanto a violencia obstétrica. “Se trata de un problema muy poco abordado, en especial sobre la percepción de las usuarias y de lxs profesionales de la salud. Los estudios evidencia falta de información y de habilidades técnicas para afrontar los aspectos emocionales del parto”, detalla el mismo estudio.
Esto no solo se aprecia al estar embarazada, le momento del parto es, hormonalmente hablando, muy potente para la persona que lo vive, puede sufrir estrés, sentimiento de soledad, inseguridad, miedo… Es sumamente necesario que quien esté ahí tenga la capacidad de entender lo que ocurre, de empatizar y de acompañar. Es más, un estudio reciente muestra que las mujeres que han sufrido violencia obstétrica durante el parto tienen más probabilidades de sufrir depresión postparto, otro problema de salud mental del que tampoco se habla como ser debería.
Así que, ¿qué podemos hacer nosotrxs ante esto? En primer lugar abordar este tema, hablarlo, transformarlo en lo que es: una realidad que existe en completo silencio y que no se entiende como violencia. En segundo lugar, denunciarlo. Si en algún momento sufres o conoces a alguien que lo ha vivido, es decir, si te has sentido incómoda en una consulta en este contexto, debes saber que no es normal y que es violencia. Y en tercer lugar, si estamos del otro lado, debemos intentar con todas nuestras herramientas formarnos ante esto. A partir de ahí pueden entrar la empatía, el entendimiento y la lenta, pero constante, desaparición de la violencia obstétrica.