Si has ido a Londres lo más probable es que también te hayas dado una vuelta por el British Museum. Este espectacular museo no solamente es uno de los más visitados de toda Europa, sino que también es uno de los más misteriosos. Las historias sobre extraños sucesos al llegar la noche son una constante entre los guardias de seguridad y personal de limpieza que allí trabajan. Desde cambios bruscos de temperatura, a sensores de movimiento que suenan inexplicablemente en mitad de la noche, o misteriosos orbes de luz en las imágenes de las cámaras de seguridad, no ha habido un solo trabajador del museo que no haya sentido cómo los pelos de su nuca se erizaban al pasar por cierta zona o delante de según qué cuadro o escultura. Las inexplicables corrientes de aire helado junto a la escultura del rey asirio Nimrod son un clásico entre los que hacen el turno de noche.
Consciente de las historias de fantasmas del museo, el artista norteamericano Noah Angell lleva desde 2016 recopilando estas experiencias paranormales de los trabajadores más veteranos del lugar. De hecho, en un artículo de The Economist han explicado como Angell había comenzado a ofrecer tours guiados ahora está todo paralizado por el covid explicando los lugares en los que se ha escuchado una música extraño, estremecedores llantos, pisadas inquietantes o una escultura ha parecido cobrar vida. Eso es exactamente lo que ocurrió con una escultura congoleña de un perro de dos cabezas que parece poseída por un extraño poder. Una noche, uno de los guardias se sintió extrañamente atraído por el objeto mientras paseaba por la galería africana. Tras quedarse perplejo observándolo en silencio no pudo evitar señalarlo con el dedo, en cuanto lo hizo todas las alarmas del museo se activaron. Unos días después, y acompañado de su hermano, el guardia repitió la experiencia y las alarmas volvieron a sonar.
La primera vez que Angell escuchó esta historia se encontraba tomando cervezas con un ex trabajador del British Museum. Ese hombre le explicó que existe una estricta jerarquía entre los trabajadores en función de su antigüedad y rango y que solamente los novatos tenían la mala fortuna de patrullar o limpiar en las plantas bajas del museo, donde según él se concentran la mayor parte de los extraños fenómenos. Sin embargo, los que trabajan con cámaras de seguridad también suelen tener curiosas historias de apariciones la mayoría en forma de orbes luminosos que parecen arremolinarse en torno al vigilante que recorra el pasillo sin que este perciba nada más allá de una sensación de escalofrío. Pero, sobre todo, en torno a determinados objetos expuestos. “Los objetos tienen energía”, explicó uno de los guardias quien no podía olvidar como la puerta de uno de los campos de concentración nazis expuesta durante una exposición en el museo parecía concentrar cientos de estos orbes a su alrededor y siempre a las 3:00 de la madrugada.
Según Angell, uno de los motivos que explicaría que determinadas piezas que según él tienen personalidad propia causen más fenómenos que otras podría tener que ver con que fueron extraídas de su contexto original por la fuerza y esto les estuviese causando algún tipo de perturbación que puede llegar a manifestarse físicamente. El ejemplo más extremo es el de las 19 momias del Antiguo Egipto. Según el veterano trabajador Phil Heary, una noche notó una extraña caída de la temperatura en el pasillo de la sección de Egipto: “Fue como entrar en un congelador. Se me revolvió el estómago. La sensación que imprimía aquel sitio era de terror, tan solo quería salir de allí. Muchas de las momias que hay ahí deberían devolverse a sus tumbas”. Para este vigilante con 29 años de experiencia en el museo, los espíritus de los difuntos que todavía viven en las momias no estarían de acuerdo con haber sido arrebatados de su lugar de descanso y ser expuestos a miles de visitantes cada día.
Es más, para algunas de las culturas africanas, asiáticas y oceánicas con piezas exhibidas en el museo, esto es un verdadero escándalo y exigen que sean devueltas a sus lugares de origen de donde fueron expoliadas durante el colonialismo del s.XIX. “No es una roca”, sentenció el presidente del Consejo de Ancianos de Rapa Nui sobre uno de la escultura de cuatro toneladas y mirada profunda Hoa Hakananai’a arrancada del corazón de la Isla de Pascua. “Contiene el espíritu de un ancestro, como si fuera casi un abuelo. Esto es lo que queremos que vuelva a la isla, no solo una estatua”, exigió. Finalmente parece que las entidades que se manifiestan en el British Museum tienen un objetivo que va mucho más allá que el de atemorizarnos como si se tratase de fantasmas de sábana blanca. Su mensaje es de dolor, de injusticia, de reclamar el descanso eterno que la codicia de Occidente les arrebató con las colonias. O al menos eso cree Angell y muchos de los trabajadores del British Museum. Quizá, con suerte, estas semanas que el museo ha permanecido cerrado estas entidades han encontrado el descanso que les habían arrebatado.
A saber lo que estará pasando en el Louvre, el Pérgamo, en el Prado o en el Hermitage...
