Hace unos días abrí WhatsApp y vi que me habían metido en un grupo nuevo llamado 'Amigas'. Cuando vi la conversación, un bofetón de realidad me vino a la cara: "Chicas, mi chico y yo vamos a ser papás". 'Otra', pensé. De repente, me puse a echar cuentas y, en los últimos meses, he oído hablar de bodas e hijos a casi el 70% de mi entorno cercano. Y, cuando eso ocurre, un mono con platillos inunda mi cabeza como si todo eso no fuera conmigo. Y es que, de hecho, no va conmigo.
He oído hablar cientos de veces del llamado 'reloj biológico' o del famoso 'instinto maternal' y creo sinceramente que —como TODOS mis relojes de muñeca— el biológico no tiene pilas y mi instinto maternal lo debo usar para babear con los gatetes que veo en Instagram. No me gustan los niños. Esto no quiere decir que no me gusten los de los demás. Por supuesto que me gustan —para un rato— pero luego te vuelves con tu madre y con tu padre que tengo mil series de Netflix que ver cosas que hacer.
En mi cabeza la maternidad siempre ha sido un 'marrón'. Me imagino mi vida con un bebé y, si ahora no tengo tiempo ni de respirar, creo que moriría de ansiedad e inanición. De hecho, el 'Informe Global sobre Madres' creado por Procter & Gamble en 2016 concluyó que "el 59% de las madres encuestadas únicamente podía dedicarse a ella misma como máximo una hora diaria". Lo dicho, ni comer ni vivir en general. Y, el tema que me toca más de lleno: ¿Y, viajar?
Me encanta viajar y me da igual donde. Siempre he sido de esas personas a las que les reconforta más invertir dinero en un viaje que en otra clase de cosas materiales. Y pienso en un futuro como madre y veo que ese hobby se volvería más complicado. Tanto por el dinero como por el tiempo. Y no solo es complicado compaginar los hobbies con la maternidad, también una carrera profesional.
En España, como prácticamente en el resto de países del mundo, la brecha salarial es un hecho terrible. Según un estudio de Eurostat de noviembre de 2017, las mujeres trabajadoras en nuestro país cobran por hora un 14,9% menos que los hombres. "Las mujeres suelen pasar épocas alejadas del mercado laboral con mayor frecuencia que los hombres. Estas interrupciones en su carrera no solo afectan a su retribución por hora, sino también a sus ingresos futuros y pensiones", apunta el informe.
Y no solo esto, la brecha salarial total entre géneros en España es del 35,7 % debido al menor salario por hora, menos horas de trabajo remunerado y unas tasas de empleo inferiores por ejemplo, cuando interrumpen su carrera para cuidar de los niños o niñas o de familiares. "Las mujeres se encargan de importantes tareas no remuneradas con mucha más frecuencia que los hombres. Estos dedican una media de nueve horas semanales a actividades no remuneradas domésticas y de cuidado de otras personas, mientras que las mujeres trabajadoras destinan a dichas actividades veintidós horas a la semana, es decir, prácticamente cuatro horas al día", sentencia la Comisión Europea.
Resulta 'gracioso' que la Comisión Europea sea consciente de esta difícil realidad para las mujeres y después proponga una directiva sobre permisos de paternidad y maternidad que consolida y perpetúa esta desigualdad. En España, las cosas tampoco mejoran para ayudar a las mujeres a tener hijos: 16 semanas de permiso para las mujeres, 4 semanas para los hombres. La Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción directiva sobre permisos de paternidad y maternidad lleva 12 años luchando para cambiar esta realidad.
"Reivindicamos la ruptura de los roles tradicionales que asocian el cuidado con las mujeres. En caso de nacimiento y/o adopción cada progenitor/a debe tener igual derecho independientemente de su sexo, opción/orientación sexual o cualquier otra situación. Promovemos una reforma legislativa para que los permisos sean intransferibles, de igual duración, con la misma parte obligatoria y pagados al 100%", explica a Código Nuevo la plataforma. Su propuesta legislativa ya fue votada y aprobada en el Congreso en 2016, sin embargo, el Gobierno vetó la reforma el año pasado para que no se llevara a cabo.
Así que, poniendo en una balanza estas y otras tantas realidades, ¿aún se juzga que una mujer no quiera ser madre? Pues sí, se hace. No olvidemos que la periodista Samanta Villar fue duramente criticada por afirmar en su libro 'Madre hay más que una' que "ser madre es perder calidad de vida". En el texto da una visión honesta y nada placentera sobre la maternidad. También la israelí Orna Donath tuvo que soportar la polémica que suscitó su estudio y posterior libro 'Madre hay más que una' .
"Ya sabemos que la maternidad puede ser opresiva en sí misma, pues reduce las posibilidades de movimiento y el grado de independencia de las mujeres. No obstante, seguimos anhelando que esas experiencias de mujeres de carne y hueso no destrocen la imagen mítica que tenemos de la madre por excelencia, y por ello seguimos resistiéndonos a reconocer que la maternidad podría estar expuesta también al arrepentimiento", destacaba en su libro Orna Donath.
En nuestro país existe, desde hace unos años, el llamado Club de MalasMadres, que nació con el objetivo de desmitificar la maternidad y romper el mito de ‘la madre perfecta’. "Yo me sentí Malamadre porque el modelo social de madre está obsoleto y comencé a compartir mis sentimientos con muchas mujeres", explica la fundadora de MalasMadres, Laura Baena. Es su opinión, el sentimiento individual que tenía sobre la maternidad "conectó con una necesidad social y eso hace que la mayoría de las madres se haya sentido identificadas y liberadas" y añade que "lo que más me dicen es ‘gracias por haber creado el club porque ya no me siento sola ni un bicho raro’".
En cuanto a la tesis de que algunas mujeres jóvenes prefieren viajar a la maternidad, la activista defiende ante todo el derecho de todas las personas a tomar sus propias decisiones en la vida. "Yo no le diría nada a una mujer que prefiere viajar a ser madre ¿Quién soy yo para decirle algo o juzgar cómo quiere vivir su vida? No le diría nada a ella ni a ninguna mujer ni a ninguna madre. En Malasmadres respetamos todos los tipos de crianza porque partimos de la base de que la maternidad hay que vivirla con libertad y conectar con aquella madre que queremos ser, no con la que esperan los demás que seamos", argumenta Baena.
La conclusión de todo esto es que, en la mayoría de las ocasiones, las mujeres somos criticadas por el mero hecho de serlo. Parece que tenemos que pedir perdón por ponernos una falda 'demasiado corta', por ir solas por la calle, por tomarnos dos copas, por no acostarnos con alguien o por hacerlo y, ahora también, por no querer ser madres. La decisión de ser madre depende de cada una y hay que tener claro que, si sientes la maternidad como lo mejor que te ha pasado en la vida no tienes que aguantar que te critiquen. De la misma forma que, si no quieres serlo o, como yo, quieres viajar alrededor del mundo sin pensar en nada más que eso, también estás en todo tu derecho y no debes sentirte mal por ello.
Imagen de portada: Agnieszka Boeske