Empecé a dar las gracias por todo y ahora me siento mucho más afortunada

En ocasiones la situación era extraña porque por lo general no estamos muy acostumbradas a recibir un agradecimiento sincero 

La cajera me mira un poco incómoda. Es la tercera vez que le digo "gracias". Lo he repetido varias veces porque buscaba hacer contacto visual. Ver si mi agradecimiento, el cual tengo insertado de forma automática por educación, se transformaba de alguna manera si mi intención era más directa. Cuando por fin cruzamos las miradas, le sonrío y le digo: "Muchas gracias, de verdad", y me marcho. Me he dado cuenta, con este primer contacto, que quizás no debo ser tan insistente porque la reacción de los demás se convierte en negativa y no es eso lo que quiero. Otra cosa que he percibido es que la mayoría de la gente —de la GRAN mayoría— es que no están acostumbrados a recibir un agradecimiento directo y mucho menos sincero. Este momento en el supermercado ha sido el primero pero a partir de aquí me pasaré una semana dando las gracias por todo a todas las personas, incluida a mí misma.

Una base existente a revalorizar

Al principio tengo muchas ganas de cruzarme con desconocidos que, de alguna manera, interferirán en mi vida y eso me dará un motivo para darles las gracias. Me siento entusiasmada por este impulso nuevo en mi vida, creo que es positivo. Hace que me sienta mejor. Esto ocurre siempre y no es raro que me suceda: el profesor Robert Emmons de la Universidad del Sur de California explica en su estudio Correlaciones neuronales de la gratitud que la actitud de agradecer produce satisfacción, felicidad, autoestima, optimismo, vitalidad, esperanza, empatía y el deseo de ofrecer apoyo a los demás.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Deberíamos.

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"¿Cómo te sentirías si en medio de tu momento más angustiado, desatado de tus comodidades cotidianas y temeroso por tu supervivencia, un completo desconocido te salvara la vida? Cuando somos beneficiarios de una buena conducta humana, podemos experimentar sentimientos de gratitud. La importancia de la gratitud y su beneficio para la sociedad se enfatiza en la filosofía y en la religión. Cicerón citó la gratitud como la madre de todas las virtudes, y el romano estoico Séneca concibió la gratitud como un impulso motivacional fundamental para construir relaciones interpersonales", explica la introducción del estudio.

Este comportamiento tan importante para las relaciones humanas ha ido perdiendo fuerza con el paso del tiempo o, lo que es peor, se ha automatizado. No tienes al menos no siempre la intención de que tu agradecimiento sea escuchado y bien recibido. He notado, a través de la experiencia, que no solo tiene que ver con las gracias sino que también es importante saludar, dar los buenos días o las buenas tardes, pedir por favor y darle valor al trabajo y a la vida de los demás. Todas esas recomendaciones que nuestros padres nos hacían cuando éramos niñxs han tenido esta carga positiva pero el paso del tiempo ha hecho que o bien se nos olvide o lo hagamos por costumbre y no con sinceridad.

Un paso más allá

Me parece imprescindible señalar para hablar de esta experiencia que, por lo general, soy una persona que tiende a estar de buen humor. Es cierto, también, que cuando estoy de mal humor puedo ser una persona muy poco agradecida y desagradable. Esta actitud a menudo optimista en mi personalidad supuso que no me costara en exceso ser constantemente agradecida pero sí me llevó a ser consciente y a tomar una postura activa. Esto puede llegar a ser tedioso según cuáles sean las circunstancias e incluso puede hacer que ciertas situaciones se vean forzadas. Aún así estos momentos no fueron los habituales, casi siempre se trataba de un instante agradable.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

¿Super intenso? ¿trágico-romántico? ¿soso? ¿perverso? Cómo.

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Ahora bien, ¿qué es lo que creo que es importante de esta aclaración? Tomar consciencia. Es muy sencillo: vamos cada día a tope, llamadas, mensajes de WhatsApp, notificaciones de Instagram, entregar tal trabajo, llegar puntual a no sé dónde, quedar con ciertas amistades, recoger la casa... Y así podría seguir casi infinitamente. Esta vida frenética nos lleva a hacer todo a una velocidad que no es natural y este apuro hace que no vivamos el presente al cien por cien y que hagamos ciertas acciones de manera automática. Lo detecté porque esta urgencia de vivir me llevó a olvidarme, en ciertos momentos, de agradecer a las personas con las que me había cruzado: el chófer del autobús con el que llegué puntual al trabajo, el chico de la cafetería que preparó el café con el que tuve energía... 

Siempre que entro al autobús, por ejemplo, doy los buenos días. El chófer, educadamente, me desea lo mismo. Por lo general, sigo mi camino hasta encontrar un asiento. Pero no esta vez. En este momento espero su respuesta y le digo ‘gracias’, con una enorme sonrisa. Este instante de pausa es raro. Algún día, por ejemplo, he generado cola detrás de mí y el resto de personas que están sentadas se muestran extrañadas ante la extrema vitalidad que me causa este momento. Quienes conducen el autobús también se sorprenden. La primera vez, el chófer me respondió un amable ‘de nada’. Otros se quedaron mudos, sin ganas de devolver el agradecimiento.

He de decir que es complicado mantenerse en el buen rollo de repetir las gracias y de hacerlo durante cada día y a cada conversación. Cuando no tienes respuesta o te miran mal o raro, te dan ganas de dejar de lado el  experimento. Me consuelo pensando que los cambios de comportamiento tan repentinos pueden confundir a los demás porque creen que estás de broma. 

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La experiencia en cafeterías es diferente. Creo que es un contexto donde dar las gracias no es algo excesivamente común. Los clientes van bastante a su bola y quieren que los atiendas y ‘no molestes’. Hablo en general y también basándome en mi experiencia trabajando en este ámbito. Por eso, siempre que me encuentro en este contexto, intento demostrar que estoy agradecida. Muchas veces alcanzo mi taza a la barra y repito las gracias. Las personas que trabajan se sorprenden, más de una me ha repetido que “que haya gente así da gusto”. Esta respuesta siempre me alegra, tengo la sensación de haber contribuido de alguna manera en que ese rato trabajando se transforme, que sea más llevadero, más agradable. Hay que ser consciente de lo que supone trabajar de cara al público y al servicio de los demás, puedes encontrarte a gente de cualquier tipo y con cualquier humor que, a veces, descargan con estos trabajadores cómo se sienten. Y no es plan.

Como ocurre en tu día a día con personas que no conoces también sucede con tus compañerxs de piso o de trabajo, tus amigxs o tus familiares. ¿Hace cuánto tiempo que no coges el teléfono y le escribes a tu madre "gracias"? Seguramente si lo haces ella te preguntará que a qué viene y que por qué se lo dices, como si hubiera que buscar un motivo concreto para agradecer y no valiera el simple hecho de haberte enseñado lo que sabes o haberte ayudado cuando lo necesitabas. Cuando empecé con esta experiencia me sucedió esto, me planteé hacía cuánto tiempo que no agradecía a mi familia el hecho de haber estado ahí. Así que también introduje este cambio. Empecé a dar las gracias tras cualquier conversación normal, aunque no viniera al caso.

Y a ti también

En mi semana de agradecimiento he estado reconectada con una buena actitud casi siempre. Estaba contenta, llena de vitalidad. Laura Chica, autora de 365 citas contigo, hace una precisión al hablar de agradecimiento que tiene relación con esto: dar las gracias aporta realmente beneficios para el bienestar cuando no tiene tanto que ver con la acción externa de agradecer, sino más bien con el hecho de 'sentir las gracias'. Ella entiende que se trata de un sentimiento interior y no de una proyección exterior. Aun así esto no solo sucede para con los demás sino que tiene que ver con esas gracias que das a ti mismx. Sí, eso también es necesario.

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Seguramente habrás escuchado el consejo de que, antes de irte a dormir, hagas un repaso por todo lo que ocurrió durante el día y des las gracias por lo que te hizo sentirte bien. Esta costumbre tiene resultados positivos ya que, por lo general, somos muy hábiles para recalcar lo negativo y no nos damos cuenta de todas las cosas buenas que nos ocurren cada día. Además esta toma de consciencia te lleva a reconectar contigo y con tu vida, algo necesario para salirnos de la rutina repetitiva y cambiar la perspectiva.

No es fácil detectar lo positivo cuando te ciegan los pensamientos negativos. El ejercicio de agradecer lo que tienes, lo que haces, cómo eres y ver el camino que has ido construyendo y creando, requiere mucha atención. Y también una buena parte de sinceridad con unx mismx. Cuando llegué a esta parte del experimento me hacía gracia agradecerme a mi misma. Pensaba ¿agradecer el qué? Poco a poco, durante la reflexión y en soledad, fui detectando lo bueno. Me di las gracias por el esfuerzo de vivir lejos de la familia y mantenerme. Me di las gracias por la constancia de intentar mejorar en lo que hago. Me di las gracias por volver a la rutina y al compromiso de estar sana. Y di las gracias al presente que, al fin y al cabo, es de esta manera porque he ido haciendo lo posible para que así sea. No creo que sea un ejercicio que pueda hacer cada noche al irme a dormir, pero detecté lo bien que me sentí después de dedicarle un tiempo concreto. Lo que sí me parece positivo aplicar es repasar el día y recordar lo bueno, ponerlo en una especie de ‘destacado’ en el cerebro. Y tenerlo como costumbre es algo que haré a partir de ahora.

En definitiva no solo hay que agradecer a todas las personas cercanas que nos rodean sean desconocidas o no, sino que también tenemos que dar las gracias por cómo nosotrxs hemos ido aprendiendo a ser mejores. Intenta practicarlo alguna vez y hazlo con ganas. No solo como expresión hacia el exterior sino también como sentimiento interior. A mí me ha ido mejor con esta actitud. Así que gracias. Gracias por leer.