Deja de rayarte porque al final, como dijo Heráclito, todo pasa

Lo malo siempre deja paso, necesariamente, a algo mucho mejor

Siempre parece que las malas épocas no van a terminar nunca, como si la tristeza solo sirviese para alargarlo todo. Ese malestar pasa a ser una prolongación más de tu cuerpo. Tú solo quieres que termine esa racha cuanto antes, que aparezca una forma rápida de resolver las cosas. Si buscas una especie de consuelo para uno de esos momentos puedes agarrarte a un pensamiento que nunca va a fallar: que todo terminará por cambiar. Es más: todo está cambiando ya porque todo cambia continuamente. 

La certeza de que serás otrx

Hay una famosa frase del antiguo filósofo griego Heráclito de Éfeso aunque hay discrepancias con respecto a si era suya y, también, con respecto a cómo la escribió que dice que “no se puede entrar dos veces en el mismo río”. Es decir: nunca nada se repite. Ya seas tú o tu circunstancia tu contexto, el entorno te altera y este no deja de transformarse continuamente. Por eso dentro del pensamiento de Heráclito la única verdad absoluta que existe es la de que todo cambia. 

Piensa en las cosas que te suceden en un día cualquiera. La gente con la que te cruzas, las cosas de las que hablas, lo que escuchas, lo que ves en las redes… todo te añade información, te aporta perspectiva y, finalmente, te hace cambiar en algo. En tu vida diaria tomas mejores o peores decisiones que hace una semana porque tienes más información que hace una semana. De una forma muy parecida, tu entorno tampoco deja de transformarse. El tipo de día que hace, el ánimo con el que te has despertado, la gente que se va de tu vida, la que llega… Algo, por pequeño que sea, habrá cambiado. 

Heráclito veía ese cambio en todo. Las mareas o las estaciones se sucedían, la gente envejecía, las ciudades se conquistaban y reconquistaban continuamente… Cualquier cosa al final terminaba por desaparecer. Lo que te gustaba antes, probablemente ahora no te entusiasme tanto, o por lo menos no de la misma manera

Y eso mismo es lo que termina pasando con la famosa frase de Heráclito sobre el río y sus aguas. Su cauce es otro porque el entorno no es el mismo, y tú también eres diferente por el simple hecho de que has vivido más. Te has nutrido de nuevas experiencias, para bien o para mal, y tienes otras prioridades e intenciones. Es decir: siempre estás siendo otra persona. No necesariamente alguien mejor ni peor, simplemente alguien distinto. Por eso, incluso aunque tu situación siga siendo la misma, no te lo parecerá. Ya que la perspectiva que puedas tener sobre ella será otra, porque tú serás otra persona. 

La paradoja y el conflicto

Heráclito fue uno de los filósofos griegos más antiguos. Por aquél entonces siglo V antes de Cristo lo que se buscaba era ordenar la realidad y darle un sentido total al mundo, resumirlo y explicarlo en una frase. Destacó por ser especialmente oscuro y críptico porque mucho de lo que escribía eran pequeños aforismos frases que condensaban su pensamiento que había que descifrar poco a poco y poner en contexto.

Por ejemplo, una de sus ideas más complejas era la de los opuestos. Decía que la única manera de entender la realidad es en base a sus contrarios y a la tensión o al conflicto que hay entre ellos. Él mismo lo explicaba de una forma muy sencilla: la enfermedad sirve para disfrutar de la salud y, el hambre, para apreciar la comida.

Si lo piensas bien, lo bueno no se explica si no lo referencias en base a lo malo. Como has sufrido, entonces puedes saber cuándo estás disfrutando una situación. Al alejarte del dolor es cuando empiezas a sentirte bien. Y lo importante es que un extremo no solo te ayudará a reconocer su opuesto, también te ayudará a valorarlo. Piensa que es en la oscuridad cuando más echas en falta tener una luz. Era como si fuésemos un péndulo que oscilase entre los extremos continuamente. Un día estaríamos arriba y al siguiente abajo.

Heráclito consideraba que el cambio nacía de una guerra entre contrarios, y por eso consideraba que el mundo estaba en un constante proceso interno de destrucción y nacimiento. Algo emerge para luego venirse abajo, de ahí viene el cambio. El novelista Francis Scott Fietzgerald casi 2.500 años después, en el siglo XX y famoso por su novela El gran Gatsby recuperó esta idea en uno de sus momentos más tristes al escribir que “toda vida es un proceso de demolición”.  La destrucción está presente, sí. Pero también la construcción. El consejo que te puede aportar Heráclito es que lo malo, al final, se termina yendo. Y, probablemente, dará paso de forma natural a algo mucho mejor. Ese es el mejor consuelo para las malas épocas.