Tengo un amigo que una vez me decía que él, si quería, se marchaba y empezaba de cero. Cambiaba de ciudad y se buscaba un piso. Como tenía algo de pasta ahorrada tendría margen de unos meses para encontrar un trabajo. Me explicó que no se sentía ligado a nada y daba a entender que no hubiese una sola decisión o consecuencia que no dependiese única y exclusivamente de él. Era el discurso de la fuerza y la autosuficiencia. Hoy en día Youtube y las redes están plagados de eso: te dicen que tu actitud lo cambia todo, y que si eres positivo, solo atraerás cosas igual de buenas.
En todo tipo de trabajos hacen charlas de equipo para explicarte que si sonríes y le echas ilusión, vas a vender más. Nadie te dice que por mucho que te esfuerces te puede tocar un mal día, o una mala semana, o un mal año. O quizás más. Quizás todo mal y quizás siempre. Quién sabe. Una filósofa que se llama Martha Nussbaum dice que las mejores cosas de nuestra vida salud, capacidad, etc dependen de algo que no estará nunca en nuestra mano. Y, con mucho acierto, Nussbaum llamó a uno de sus libros más importantes La fragilidad del bien, porque para ella la felicidad está siempre expuesta.
De tragedia en tragedia
Para entendernos rápidamente, una tragedia era una obra de teatro de carácter dramático, realizada por los antiguos griegos. Nussbaum vendrá a decir que nuestras vidas están a su vez entremezcladas en una tragedia porque también en nuestras vidas existe siempre la posibilidad, por mínima o amplia que sea, de que suframos un accidente, de que llegue la muerte o de que algún tipo de drama, como en las obras griegas, cambie por completo nuestra realidad y nos deje expuestos en nuestra completa debilidad. Sin armas ni escudos y totalmente necesitados y dependientes.
En el pensamiento de Nussbaum la ética debe de medirse en base a la posibilidad constante de la tragedia. ¿Esto qué quiere decir? Para empezar, que el bien sería algo transitorio, no se trata de un estadio al que vayas a llegar y permanecer en él. La felicidad o el bienestar te pueden ser arrebatados, y no vas a poder hacer nada para impedirlo. Por otro lado, consiste en aceptar algo fundamental: la debilidad humana y la fragilidad de nuestra especie. Es cuando aceptamos esa debilidad cuando podemos empezar a hablar de ética de los cuidados, de ayudar al resto y cuando entendemos la necesidad de cooperar entre nosotros, porque de la misma forma que le puede pasar a uno, al día siguiente puede pasarte a ti. Quizás ahora con el Coronavirus es cuando más vemos de cerca toda la lista interminable de cosas que no podemos controlar.
La mala fortuna
Hay una vieja expresión que habla directamente sobre nuestra debilidad, es la de “si Dios quiere”. Sencilla y rápida, te da a entender que hay algo que no está en ti decidir. Algo superior, en este caso Dios, que determina tu destino. Hay una cosa fundamental que hay que entender dentro de las tragedias. Aristóteles diferenciaba la vida del personaje de su carácter. Uno podía ser alegre, positivo, lleno de esperanzas y vete a saber qué más, que si su destino era que muriese aplastado bajo una roca, eso iba a suceder. Porque algún dios irónico lo había ordenado así o por algo que los griegos definían como “mala fortuna”, que vendría a ser la mala suerte. Pero la conclusión estaba bastante clara: da igual cómo seas, no importa demasiado el ánimo que le eches a las cosas. Siempre puede pender sobre tu cabeza la catástrofe. No depende de ti el evitarla o no. Depende de ti el asumir que existe.
La debilidad como fortaleza
A veces parece que toda la fortaleza que podamos reunir solo tiene sentido después de asumir la debilidad que nos envuelve, y es algo mucho más fácil de ver con la actual situación del Coronavirus. Una vez que, como sociedad, comprendemos una amenaza desarrollamos la capacidad de hacerle frente; un protocolo, unas reglas para reducirla.
Sin embargo, al margen de esta situación excepcional, los mensajes positivos que se lanzan en redes, o la mentalidad en general se centran en que olvidemos esa debilidad congénita. Nos dicen que la vida se alarga, la esperanza aumenta y las soluciones se multiplican. Y sucede que uno considera, aunque tenga solo 20 años, que llegará hasta los 80 con todas las facultades intactas. Parece que es casi de sentido común pensar que, después de todo, las cosas te vayan a salir relativamente bien. Y a lo mejor uno tiene suerte y todo funciona, pero siempre está la posibilidad de que encuentres una tragedia hecha a medida para ti. Puede que conseguir la felicidad esté en tus manos, pero lo que ya escapa de ellas es conservarla.