La cuarentena ha convertido a los artistas en máquinas de contenido

si no produzco al ritmo que me marcan los frenéticos algoritmos que unas empresas establecen, soy… ¿menos artista?

Hace unos días un seguidor me preguntó: “¿Cómo es que no estás subiendo más contenido?”. A lo que le respondí “porque no quiero jajaja”. El “jajaja” lo puse para no parecer una borde, pero tuve que obligar a cada uno de mis dedos a escribirlo. Su respuesta se me clavó. “Pues tan artista no serás”, dijo. Bueno, digamos que me sentó tan mal como para cambiar la pantalla al instante, irme a ajustes del móvil y desinstalar Instagram. La impulsividad es algo que vive conmigo, en mi adolescencia me escapaba de casa y ahora me desinstalo una app, voy mejorando.

Me sabe mal por las personas que me habían enviado mensajes, por los comentarios que no vi y por las menciones que no responderé, porque eso sí me hace ilusión, pero la furia ganó ese pulso y no pude hacer más. Resurgió en mi cabeza una pregunta que me hago recurrentemente desde que estoy en redes: "¿Por qué coño he de aguantar yo esto?". Y segundos más tardes me acuerdo y me respondo.

Querida, quieres que la gente compre el libro ilustrado que te has estado currando un año tú sola, necesitas visualizaciones en tus TrueStory para poder trabajar con presupuestos reales y te interesa que lean tus artículos para que sigan llamándote para dar clases, talleres, ponencias, etc. Entonces, ¿ése es el precio?¿mi talento como artista depende de cuánto de entretenido se sienta quién me sigue en redes? O sea que, si no produzco al ritmo que me marcan los frenéticos algoritmos que unas empresas establecen, soy… ¿menos artista?

¡Que yo me aclare! Para ser una buena artista cuento con menos tiempo y más presión, he de sacrificar la calidad de mis artículos y vídeos para tener más contenido y visibilidad en redes. Vaya… no vivía esta presión desde que trabajaba en una tienda del centro durante las rebajas, con la diferencia de que mi objetivo ya no es doblar camisetas, sino comunicar y emocionar a otras personas con mis historias. Ahora no solo depende de la velocidad de mis manos, que también, sino que entran en juego otros factores como mi capacidad de reflexión e imaginación. Y para que estas capacidades brillen se han de estimular, no son mecánicas, y precisamente por eso, he de proteger mi tiempo libre. Cuidando de mí también cuido de lo que estoy ofreciendo al mundo.

David Foster Wallace dijo en los noventa "creo que la televisión contribuye a la idea de que el buen arte es aquel que hace a las personas depender del vehículo en el que se ofrece" y hoy en día podemos decir exactamente lo mismo sobre las redes sociales. Mucho antes de ganar seguidores ya dedicaba gran parte de mi tiempo a aquello que disfruto. No vendía libros, ni daba charlas, pero estaba deseando salir del curro, tomarme un café y sumergirme en mi mundo artístico, ya fuera pintando un cuadro, haciendo una animación o escribiendo reflexiones. Es muy fácil caer en la rueda de la inmediatez, de followers y likes, son fórmulas muy bien pensadas.

Por eso siento que a veces he de tirar de freno de mano para que la inmediatez y las lógicas locas que rigen el mundo virtual no se coman aquello que más amo, mi tiempo creando. Además, como usuaria que pasa un gran número de horas en redes —sobre todo durante la cuarentena—, sé que, si no realizo una especie de ‘curación’, es decir, una decisión consciente entorno a lo que estoy viendo, al cabo de un rato me agoto. Como consumidora siento que he tirado el tiempo viendo un montón de cosas que ni me van ni me vienen, no sé ni como pero no me sienta bien. Es lo que llaman “A Daily Diet of Media Junk Food”, la dieta diaria de la comunicación basura”.

En cambio, cuando estoy leyendo artículos que me interesan, viendo vídeos graciosos de verdad no los que te cuela tu familia por WhatsApp o cuando me engancho a una serie que me emociona, no siento que esté tirando el tiempo. Todo lo contrario, esa experiencia me suma. Y como artista, no hay nada que me llene tanto como que las personas que me leen o ven mis vídeos, sean muchas o pocas, sientan que se llevan algo guay de ese intercambio conmigo, y por eso me he vuelto a bajar Instagram. 

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