El coronavirus no va a ayudar a salvar el planeta de los humanos

En los meses de confinamiento habrá una caída de las emisiones, pero a largo plazo los efectos no serán tan evidentes

Llevamos tanto tiempo reciclando que la conclusión es que o cambiamos radicalmente de estilo de vida, o el calentamiento global no lo va a revertir nadie. Y, de forma accidentada, este cambio de modelo ha venido en forma de virus, una especie de invasión invisible de una amenaza más o menos mortal que nos tiene a todos enclaustrados en casa. Los trayectos en coche han caído hasta un 88% desde que empezó la cuarentena en España hace algo más de una semana, los trenes han disminuido en un 90% su ocupación y el número de vuelos ha caído un 75%.

El transporte, responsable de la mayoría de las emisiones de gases con efecto invernadero se ha parado en seco en toda Europa, en China y va en camino de hacerlo en Estados Unidos. La industria responsable de una quinta parte de la contaminación global también se detuvo durante varias semanas en el gigante asiático, donde las emisiones de CO2 llegaron a caer un 25% por el parón que supuso la crisis del coronavirus en las fábricas de Nike o Apple, entre decenas de otras marcas.

La tercera pata más importante de las emisiones, las que corresponden al consumo doméstico, probablemente se habrán disparado durante estas semanas de confinamiento: más electricidad, más agua y más gas para hogares con niños sin colegio y padres teletrabajando o víctimas de los ERTES. En total, la contaminación estas semanas ha caído un 83% en Barcelona y un 73% en Madrid, según un estudio de la Universidad Politécnica de Valencia. Mínimos históricos, según un estudio de la Universidad Politécnica de Valencia. Y ni hablar de Wuhan o Milán.

La realidad es que llevamos tantos años arrasando con el planeta, que la mínima idea de poder compensar nuestra huella ecológica nos pone eufóricos. Basta ver todas las fotos de animalitos que hemos retuiteado el los últimos días con frases derivadas de "lo bueno del coronavirus es que ha devuelto los delfines a Venecia" o "los elefantes han regresado a los pueblos de la provincia china de Yunan". Es una noticia positiva en medio de la debacle del coronavirus, pero no... muchas de estas imágenes, según explicaba este fin de semana un artículo de National Geographic, son falsas. Fueron tomadas en lugares distintas a los que afirman o, directamente, retocadas con programas del tipo Photoshop.

Tenemos tantas ganas de compensar lo que le hemos hecho al medio ambiente que nos entregamos a la idea de que un esfuerzo como el confinamiento debería tener sus efectos positivos. De hecho, los expertos se dividen entre dos posturas: Uno la crisis del coronavirus hará que nos demos cuenta de que nuestra gestión del medio ambiente ha sido un desastre y a partir de ahora nos lo tomaremos más en serio. Dos la crisis del coronavirus generará una recesión mundial y el espejismo que vivimos quedará en nada cuando las empresas del mundo quieran recuperar el tiempo perdido y se planteen crecer sin miramientos ergo, sin pensar en las políticas medioambientales que, más o menos, habían seguido hasta que el coronavirus se nos vino encima. En cualquier caso, la ONU advierte de que es "demasiado pronto" para darnos una palmadita en la espalda.

En el primer grupo estarían los científicos que defienden que pandemias como la del coronavirus o el Ébola son consecuencia directa de la destrucción de la biodiversidad del planeta. Que si seguimos por esta vía, no vamos sino a repetir estas experiencias de "venganza" de la naturaleza contra los humanos. Como explica un artículo de El Mundo, una oportunidad para dar destrucción de la biodiversidad. "El CV coronavirus se suma al CC cambio climático como argumento insoslayable para el necesario cambio total y hacia mejor, hacia un sistema más sostenible y gobernable que, además, tiene ventajas no sólo ambientales, sino también socioeconómicas", explicaba a ese diario Domingo Jiménez Beltrán, exdirector de la Agencia Europea de Medio Ambiente y asesor del Observatorio de la Sostenibilidad.

En el segundo grupo, están los que, como la ONU, alertan de que los buenos indicadores serán solo temporales. "A pesar de una disminución de la contaminación en países como China e Italia que batallan el COVID-19, los niveles de dióxido de carbono mundiales han sido, hasta ahora, más altos que el año pasado", avisaba el organismo en un comunicado de esta semana. "Los expertos también advierten de una posible subida extrema de las emisiones una vez termine la emergencia, tal y como ocurrió después de la crisis financiera del 2008", añadía el texto. Las mejoras de la calidad del aire, en este sentido, han sido muy localizadas en las ciudades más afectadas por las cuarentenas.

Para tener un impacto real en el planeta, es imprescindible reducir las emisiones de forma continuada. De hecho, para revertir el calentamiento global, es decir, para que el aumento de las temperaturas sea inferior a 1,5º deberíamos reducir las emisiones a la mitad durante la próxima década de forma paulatina, porque la concentración de partículas en el aire es consecuencia de las emisiones de los años anteriores. 

Por esto, los miembros de los Fridays for Future está trasladando su lucha a la red. Saben que el confinamiento va a frenar sus marchas callejeras pero son también muy conscientes de que no pueden detenerse justo en un momento en el que la política mira más a la salud, en primer lugar, y a la economía, en segundo, que al medio ambiente. En lugares como California, donde cada verano los incendios arrasan con miles de hectáreas, los bomberos están ahora mismo atendiendo otras emergencias o en cuarentena ellos mismos de hecho el 10% del cuerpo está o infectado de coronavirus o en supervisión en sus casas.

El mundo está en stand by por el coronavirus y esto es siempre una amenaza para el medio ambiente, que queda en último lugar. Francia, por ejemplo, ha puesto en cuarentena también el reciclaje para reducir las posibilidades de contagio de sus trabajadores de la basura. Es una medida que, en este contexto, se puede entender, pero que a la larga nos demostrará que cuando el planeta no es una prioridad, las consecuencias las pagamos todos, incluso con nuevos virus.