Barba, pelo en pecho y vientre embarazado: cómo es ser un hombre trans gestante

Rubén fue el primero en congelar sus óvulos a través de la Seguridad. Sufrió desconocimiento, desidia y hasta lloró por el maltrato psicológico. Pero no es el único que sufrió esta experiencia.  

“Soy un alien”, dice Freddy McConnell, llorando mientras se abraza el cuerpo, lleno de “contradicciones”: tiene barba y pelo en el pecho, pero también una barriga embarazada. McConnell es un hombre trans que estuvo embarazado, experiencia que contó en un documental, Seahorse, en el que detalla el duro proceso que vivió y cómo su cuerpo, que se había transformado con la testosterona y la mastectomía, tuvo que volver a cambiar para poder embarazarse. Se sometió, de nuevo, a un cóctel hormonal para "invertir el proceso" y acabó recuperando la regla, las caderas pronunciadas y una voz más aguda.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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El documental no se centra solo en estos cambios físicos que, aunque duros, eran esperados y transitorios. Las complicaciones de su embarazo también eran de carácter social, desde el empleo “aquí, en mi pueblo natal, estoy más seguro que en Londres, donde trabajaba. No me habría sentido cómodo estando embarazado en el trabajo”, asegura hasta burocráticas: recientemente perdió la batalla legal para ser reconocido como padre en la partida de nacimiento. Ahora, como explica The Guardian, McConnell es un hombre según su documento de identidad, pero una “madre” según la partida de nacimiento de su bebé.

McConnell es inglés, pero su situación no habría cambiado mucho si hubiera sido, por ejemplo, español. Rubén Castro, un joven trans de 25 años que está preparando su cuerpo para ser padre gestante, ha vivido una experiencia similar. Fue el primero en la Comunidad de Madrid en acceder a la congelación de óvulos para iniciar la transición y no recuerda el proceso con mucho cariño: “tuve que pelear mucho, porque a pesar de que gracias a la ley del 2016 es posible hacerlo, nadie sabía nada”. Al desconocimiento se sumó el maltrato psicológico: “he llegado a irme llorando de la consulta”. Él dejaba claro que era hombre, pero al desnudarse el personal sanitario lo trataba en femenino una y otra vez.

Llorar en la consulta y otros maltratos sanitarios

Su historia empieza con el inicio de su transición: “quería asegurarme mi fertilidad, así que antes de tomar testosterona decidí congelar mis óvulos a través de la Seguridad Social. Pero no había protocolos creados y nadie sabía dónde mandarme”. Era a finales de 2016, acaba de salir la Ley Integral de Transeuxalidad que se consideró un gran avance en esta materia en España, aunque solo rige en alguas comunidades autónomas, por lo que nadie tenía mucha idea al respecto. Tuvo que batallar para lograrlo, lo iban derivando de médico en médico sin resultado, hasta que a mediados de 2017 pudo empezar el proceso. “Era mi derecho, pero me hacían sentir que era una molestia por pedirlo”, recuerda.

El desconocimiento médico no es su única queja. “Llegué a salir llorando de consultas porque mientras iba vestido me hablaban en masculino, pero usaban automáticamente pronombres femeninos en cuanto me quitaba la ropa. Era horrible”. Es un episodio muy común entre las personas trans, según asegura Leo Mulio, que trabaja en el responsable de salud en la organización Transgender Europe. Se vive como una situación de profunda vulnerabilidad: tú, con un cuerpo no-normativo, desnudo frente a un médico que se niega a aceptar tu género. “Esto pone su salud en riesgo. Un porcentaje muy alto de personas trans retrasa la visita al centro de salud por miedo a que le suceda el misgendering uso erróneo de pronombres”.

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Rubén, a raíz de ser el primero en pasar por el proceso burocrático se hizo muy visible y, desde entonces, ha basado gran parte de su activismo en ayudar a otros en su misma situación. “He visto a personas a quienes les han pedido informes psicológicos de disforia de género o trastorno de identidad de género, lo cual es ilegal en Madrid”, denuncia. La situación no ha cambiado demasiado desde que él empezase su proceso: “si no es por reclamación no funciona nada. No te lo pondrán fácil”.

Desamparados ante un mar de dudas

“Faltan muchos estudios y ganas de hacerlo”, sentencia Mulio. El desconocimiento en torno a la salud trans es notable, por lo que personas como Rubén van a ciegas durante el proceso: "pregunté cuándo podría empezar a tomar testosterona. Ni lo sabían”, se queja. Congelarlos fue preventivo porque tampoco había mucho consenso médico sobre la fertilidad tras la transición. “Te aseguran los médicos que el proceso y la testosterona son anticonceptivos, pero hay pocos estudios y no lo explican todo. ¡Hay personas trans que aun estado en testosterona se han quedado embarazados!”, exclama.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Es lo que le sucedió a Wyley, un hombre trans gestante estadounidense. Estando en testosterona y saliendo con un hombre cis homosexual, se quedó embarazado. “Tuve que dejar de administrarme testosterona. Fue muy duro, estaba feliz con mi cuerpo masculino, y tuve que transformarlo por el embarazo, algo que consideraba como femenino”. Él creía que era infértil, según le habían informado, pero su hijo de pocos añitos es la prueba viviente de que falta investigación al respecto.

“¿Te has arrepentido de ser trans?”

Pero la pregunta más común es la del arrepentimiento. “¿Te has arrepentido?”, “¿por qué quieres embarazarte si eres hombre?”. McConnell lo vivió en cuanto le salió barriga: “mi padre se enfadó conmigo, no comprendía por qué después de tantos esfuerzos por ‘ser hombre’ quería dar 'marcha atrás'”.

Como explica Mulio, esto se da porque entendemos la transexualidad desde la patología, es decir, como si la persona trans tuviera una incongruencia de género que le provoca malestar, por lo que debe corregir su cuerpo. Solo entendemos lo trans desde lo binario, lo que quiere decir que creemos que tienen que rechazar todo su cuerpo y transformarlo al completo para encajar en los estereotipos de género, aquello que entendemos como hombre y mujer. Pero no es así, es un tópico, y además muy reproducido bajo la típica de frase de “nacieron en un cuerpo equivocado”.

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Rubén es no-binario transmasculino. No se identifica en su totalidad como hombre ni como mujer, por lo que no necesitó llevar su transición hasta lo que otra gente esperaba de él: “los médicos tienen la idea de que la transición es un proceso con principio y final, no entienden que hay términos intermedios”. Habla con causa: él dejó la testosterona en cuanto llegó al cuerpo con el que se sentía cómodo, aunque no encajase al 100% en el molde prototípicamente masculino. Cuando llegó al médico, con la transición ‘cortada’ y ganas de querer ser padre gestante, lo vieron como un retroceso.

Pero no siempre es posible decidir quedarse “en el medio” de la transición. Según los datos de Transgender Europe, en muchos países europeos todavía hoy en día se exigen operaciones genitales, esterilizaciones forzosas y vaciados uterinos para recibir el cambio de documentación, lo cual supone volverse infértil con tal de ser reconocidos oficialmente por su género.

La ley y la sociedad de su contra

Estas barreras legales son con las que McConnell se ha topado de frente. La justicia británica acaba de negarle el derecho a estar registrado en la partida de nacimiento de su hijo como “padre”. Es una de las preguntas sin respuesta de Rubén que, junto a “¿qué baja me darán, de paternidad o por maternidad, a pesar de ser gestante?”, le provoca profunda incertidumbre.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Todos los testimonios coinciden. El embarazo no es fácil ni desde la perspectiva legal, ni médica “cuando entré embarazado al ginecólogo no les entraba en la cabeza que estuviera embarazado, pensaban que estaba gordo”, explica Wyley, ni social “si durante el embarazo es muy notable, no saldré a la calle. Si por ser trans ya estamos expuestos a violencia, embarazado puede ser peor. Priorizaré mi seguridad y la de mi bebé”, asegura. Todavía queda mucho camino para reconocer que "paternidad" no es solo cuidar el bebé, también puede incluir estar embarazado de él.