Anoche tuve una de mis peores parálisis del sueño tras dos años limpio

se supone que más del 50% de la población mundial sufre una al menos una vez en la vida. Así que ya sabes, cuidadito con los cafés y con pasarte de máquina adelantando curro el sábado a la noche

¿Alguna vez has soñado que estabas tumbada en tu cama con los ojos totalmente abiertos y no podías moverte? Pues si la respuesta es sí, bienvenida al club de la parálisis del fucking sueño. Hay muchas personas que apenas recuerdan sus pesadillas, y otras que directamente dicen que no sueñan nunca, pero lo cierto es que según un estudio de bla bla bla todo el mundo sueña, solo que hay casos en los que el sujeto no retiene estas experiencias cerebrales. Todo eso está genial pero... ¿qué carajo nos pasa a las que sufrimos estas denominadas “parálisis”?

Yo, que tengo 25 palos, llevo desde primaria teniendo estas movidas nocturnas, que han ido desde intentos de asesinato por parte de un calvo con un jersey de cuello alto hasta tener a mi padre susurrándome en la oreja poesías en francés. Los médicos a los que les he hablado del tema siempre me han dicho varias causas posibles pero ninguna solución eficaz que no fuera medicarme: no dormir lo suficiente, estar estresado, dormir boca arriba mi favorita, consumo de sustancias, o ser bipolar. En mi caso supongo que será por el estrés, y porque soy un workaholic y desde crío me ha costado dormir más que sacarse una oposión en un finde. Pero vamos al grano, ¿por qué llevo dos años sin tener ninguna de estas movidas y anoche casi me da un infarto?

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La verdad es que llevo unos días bastante alterado porque estoy durmiendo entre cuatro y cinco horas como mucho, tengo trabajo acumulado y además me estoy viendo Prison Break desde el principio —voy a cafés todo el día of course. Pero antes de contaros el último capítulo de mi serie de infortunios nocturnos mejor abro el baúl de la mierda y os narro algunos de los greatest hits. Tenía unos nueve años y una madrugada de una noche cualquiera, estaba sobando en mi cama en casa de mis padres Murcia y de repente me “desperté” y vi en el hueco de la puerta entreabierta una cabeza calva, con ojos amarillos y jersey de cuello alto. En ese momento yo no entendí si estaba durmiendo o no, pero esa mierda era real, estaba viendo mi habitación, mis posters de Rebelde Way y todas mis maquetas de aviones. El calvo de la puerta comenzó a entrar en la habitación y cuando quise darme cuenta estaba a los pies de mi cama, y claro, yo sin poder moverme y al borde del ictus se me está erizando la piel recordando esto. De pronto, el muy cabrón se me tira encima y me agarra del cuello; en ese momento me despertaron mis padres con una cara de susto nivel Munch, y me dijeron que dejase de gritar, que ya había pasado. Yo no me enteré de que estaba gritando, y muchos menos me planteé que esa experiencia estaba siendo lo que se llama parálisis del sueño, así que mis padres y yo lo archivamos en la carpeta de pesadillas comunes y ¡ale! a dormir que mañana hay cole.

Otra buena fue en 2015, último año de bachillerato y con la selectividad llamando al timbre. El caso es que me acosté a las cinco de la mañana después de haber estado estudiando como un ingeniero aeronáutico —estaba estudiando a los filósofos Ortega y Gasset jeje— y en cuanto cerré los ojos escuché un ruido seco, como una especie de tos hacia dentro a lo Ignatius Farray. Abrí los ojos y no tardé en notar que no podía moverme y que junto a mi cama había una sombra que se movía de lado a lado. El ente nocturno comenzó a gritar a pleno pulmón; un grito desgarrado que me acojonó a niveles inimaginables se me ha vuelto a erizar la piel. Entonces yo me puse a gritar también llorando a chorro, y os juro que la sensación era como estar gritando con toda la fuerza de mi cuerpo y con un miedo extremo, perdiendo la voz poco a poco y viendo como la sombra se acercaba a mí dejándome ver su rostro: el de una niña con el pelo desaliñado con dientes afilados que se clavaban en sus propios labios y que intentaba tocar mi cara con la punta de su nariz.

Cuando me desperté estaba sin aliento y totalmente empapado de sudor. Podría contar infinitas más pero creo que ha llegado la hora de apechugar y contar la que me pasó anoche, a ver si os parece que soy un exagerado o que es pa'cagarse. En primer lugar, me tiré desde las cinco de la tarde aprox. hasta las cuatro de la mañana delante del ordenador leyendo cartas astrales y mierdas que le gustan a una compañera de curro y que aunque yo siempre me haga el escéptico en el fondo me flipa saber que tengo ansiedad porque mi Luna está en Sagitario. En segundo lugar, me había fumado ochenta mil pitis y estaba tranquilo-nervioso cuando me metí a la cama —se mascaba la tragedia.

Resulta que estas parálisis te pueden pasar justo en el momento de sobarte, o justo antes de despertarte. En mi caso, son las segundas, así que debemos llamarlas alucinaciones hipnagónicas todos los días se aprende algo. Pues me cago en todo que abrí los ojos y estaba en mi habitación de Madrid con todo el suelo lleno de cristales y cosas rotas, la pared ardiendo y mi cuerpo enrollado en cinta negra. ¡No podía respirar! Joder, no sé cómo darle más impetu al asunto pero voy a insistir: no podía respirar; estaba totalmente bloqueado y mi habitación estaba calcinándose por momentos. Cuando quise darme cuenta la alucinación se había convertido en pesadilla y estaba de pie en medio de unos disturbios con una pistola en la mano. De repente aparecieron de la nada los antidisturbios y yo salí cagando leches y entré al que, supuestamente, era mi piso, y que resulta que estaba justo en frente de todo el revuelo. Entré al apartamento y estaban mis padres echándose un cigarro en el salón con una pizza a medio comer encima del sofá y mirándome con los ojos en blanco. Y estaréis pensando: ¿y ahora qué, va a empezar a arder? Pues... EFECTIVAMENTE; estaba quemándome vivo a la par que mis padres fumaban pitis industriales en el sofá y la policía echaba la puerta abajo.

Y me he despertado esta mañana, he ido a mear y casi me caigo del mareo que llevaba. Me ha llevado un buen rato y varios tragos al zumo de naranja entender qué concha había pasado. De hecho, lo recuerdo todo como si lo hubiese vivido, es una sensación extraña propia de las parálisis: todo parece real. Por cierto, se supone que más del 50% de la población mundial sufre una al menos una vez en la vida. Así que ya sabes, cuidadito con los cafés y con pasarte de máquina adelantando curro el sábado a la noche porque luego pasa lo que pasa: viene un calvo con jersey de cuello alto y te mata mientras duermes.

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