En una calle del barrio de Gracia en Barcelona hay un corrillo de jóvenes hablando animadamente. No saben que en menos de tres horas estarán todos fundidos en un abrazo colectivo y que, en unos meses, sus vidas se pueden haber transformado profundamente. Son alumnos de La Akademia, una escuela gratuita llevada por voluntarios que les enseña a gestionar sus emociones, les acompaña en su autoconocimiento y les ayuda a descubrir su propósito en la vida.
Unas 'asignaturas' que ojalá todos hubiéramos tenido en el colegio pero, hasta entonces, se enseñan en este proyecto que funciona sin dinero que fundó en 2011 el escritor y agitador de consciencias Borja Vilaseca. Creó un curso de nueve meses —con tres horas de clase a la semana— donde que se van dando herramientas para aprender a relacionarse con uno mismo, con los demás y con el mundo laboral. Hoy este curso ya se imparte en 44 ciudades de seis países, lo gestionan más de mil personas de forma íntegramente voluntaria y lo han aprovechado miles de jóvenes de entre 18 y 23 años por todo el mundo.
Las crisis, una oportunidad para crecer
El grupo de Barcelona, que empezó hace unas semanas, va entrando en el aula y el profesor que les toca hoy es Raúl Ravelo, un educador social que se ha especializado en las emociones y les tiene preparada una clase movidita en este aspecto. "Lo que vengo a traer no sé si es verdad, pero para mí tiene sentido", les cuenta a los 23 jóvenes sentados en círculo y les dice que muchas veces en la vida tendrán que "elegir entre ser felices o tener la razón". De manera que no les trae ninguna verdad absoluta, solo las conclusiones a las que ha llegado en su propia búsqueda porque considera que la gente "aprende por inspiración o por desesperación".
A Jorge Ratia, de 22 años, lo que le ha impulsado a estar en esta clase es lo segundo: "No sé quién soy, ni qué quiero hacer con mi vida", nos cuenta en una pausa este estudiante de doble grado de Periodismo y Publicidad. "Puede ser una buena manera de encontrarme a mí mismo", dice sobre la Akademia y ese es el objetivo. En uno de los ejercicios que les propone Raúl se tienen que poner por parejas y decir algo que consideran positivo y negativo de si mismos. A esto el compañero tiene que contestar: "Veo que eres [lo positivo] y también [lo negativo], pero veo que eres mucho más". E ir repitiendo esto 10 veces cada uno para reforzar algunos aspectos de su persona, desdramatizar otros e intentar ir más allá de la identidad que se han forjado.
Los voluntarios que mueven la Akademia
Desde el fondo de la sala observan con atención varias personas entre las que está la directora de la Akademia de Barcelona, Sonia Lamela. Ella se encarga de seleccionar a 25 jóvenes entre todos los candidatos, de coordinar a los profesores que cada semana vienen a dar clase y de encontrar las salas donde se van a dar. Todo esto de forma voluntaria de hecho, teniendo en cuenta que no hay intercambio económico de ningún tipo, todo el mundo cede su tiempo, sus conocimientos o sus espacios. Y, aún así, Sonia considera que le compensa con creces: "Yo recibo más del proyecto de lo que doy. Siento que estoy aportando mi granito de arena en un cambio social y esto me llena muchísimo".
Pero la estructura de la Akademia no acaba aquí. Cada uno de estos 25 alumnos tiene asignada a una persona adulta, que ya haya pasado por un proceso similar a este, y con la que queda regularmente para poder hablar de lo que quiera. Además, dos de estos acompañantes se comprometen a ir a las clases para seguir todo el proceso, ya que los jóvenes cada semana están con un profesor nuevo. Begoña Vega es una de ellas y ya lleva cinco años vinculada a la Akademia. "Es increíble ver la evolución de los chavales de principio a fin. Son como flores que se van abriendo poco a poco y las máscaras empiezan a caerse. Me siento muy afortunada", nos cuenta esta terapeuta Gestalt mientras los chicos están haciendo otro ejercicio.
Una carta de amor a ti mismo. Esa es la premisa que reciben los alumnos y tienen que escribir: 'te pido perdón por... te doy las gracias... y te quiero...', seguido de las respectivas razones. Para ello se les invitaba a buscar un lugar cómodo en la sala y, con una luz tenue y una música suave, empezar a establecer ese diálogo interno positivo que es la base de una buena autoestima. Tantas redacciones que se hacen en los colegios cada año y a ningún profesor se le ocurre pedir una de estas. "Hace años que me interesa el tema de la educación. Creo que el sistema tiene muchas carencias y que la Akademia complementa esas carencias", explica Jorge y de hecho coincide con la razón por la que el propio Borja Vilaseca decidió crearla.
Una escuela paralela
Adolescente atormentado, Borja cuenta que tocó su fondo con 19 años y no encontró ningún adulto a su alrededor que le pudiera ayudar: "Estaban todos más perdidos que yo", nos explica por teléfono, así que empezó un largo camino de búsqueda y, después de un tiempo, decidió empezar a compartir las herramientas que a él le habían servido a través de un máster de Desarrollo Personal y Liderazgo. Tuvo, máster de Desarrollo Personal y Liderazgo, pero la media de las personas que se inscribían rondaban los 40, así que le faltaba algo.
"Un día estaba llorando por enésima vez mientras veía la película El club de los poetas muertos cuando me vino todo el proyecto de golpe', recuerda Borja Vilaseca sobre los principios de la Akademia. "Quería compartir con los chavales jóvenes aquello que me hubiera encantado que compartieran conmigo en aquella época", explica, así que redujo el máster de 300 a 100 horas, encontró una sala, creó una web y dio él mismo todas las clases de la primera promoción.
El poder del grupo
Pero poco a poco el proyecto fue inspirando a gente que quería colaborar. Llegaron profesores de diferentes temáticas, voluntarios para coordinar y personas que querían reproducirlo en su país o ciudad. Siete años más tarde está presente en 44 ciudades de seis países y lo hacen posible más de mil voluntarios entre los que ya hay también exalumnos de la propia Akademia. "Algún día todos los voluntarios serán exalumnos", dice Borja, "un proyecto impulsado por jóvenes para inspirar a otros jóvenes.”
Laura Buscallà terminó el curso el junio pasado y lo recuerda como una experiencia maravillosa. "No me gustaba la carrera que estaba haciendo y no sabía qué hacer con mi vida. Ahora he aprendido a conocerme, a ser responsable de mis emociones y mis reacciones. Y, como he dejado de meterme presión, ahora incluso me está gustando la carrera", nos cuenta la joven de 19 años por audio de whatsapp. Pero, sin duda, una de las cosas que más valora es el grupo que se formó: "Me llevo la relación que tuve, y que sigo teniendo, con los compañeros".
Esta promoción de Barcelona lleva pocas semanas pero ya intuye que el vínculo será fuerte. "Te sientes supercómodo, como si no hubiera juicio. Les acabas de conocer y sientes como si les conocieras desde siempre", cuenta Olimpia Castro, de 21 años antes de retomar el último ejercicio de la clase de hoy. Todos se deben poner en dos filas y dar un sentido abrazo a la persona que tienen delante hasta que el profesor da una palmada y tienen que pasar al siguiente. Al principio hay alguna persona que está tensa pero empiezan a dejarse llevar y se puede leer en sus caras el placer de conectar con otro ser humano.
Empieza el final de la clase
"Una sensación de paz muy grande", dice una alumna cuando el profesor les pregunta qué se han llevado de la clase. A diferencia de otros grupos en los que hay que sacar las palabras con sacacorchos, aquí nadie quiere quedarse sin hablar. Todos agradecen el espacio y la confianza para abrirse hasta que una de las alumnas rompe a llorar contando la reciente muerte de uno de sus mejores amigos. "¿Te podemos dar todos un abrazo?", le pregunta el profesor, y todos se abalanzan sobre ella mientras en la sala quedan pocas personas a las que no se les haya escapado una lágrima.
Y así acaba la clase de la Akademia, un lugar en el que, cuando te rompes, hay decenas de manos que te recogen. Donde puedes soltar el personaje con el que actúas en la vida y empezar a buscar quién eres realmente.