Pasé una semana comiéndome las sobras de los restaurantes

Usando la aplicación Too Good Too Go pude alimentarme al menos una vez al día por menos de cinco euros

“Ojalá me añada ese bocata de pavo y queso”, pienso mientras la chica de la panadería me llena una bolsa de sobras del día antes de cerrar la tienda. Dos bocadillos enormes, dos croissants y una ensalada de pasta completan el pack sorpresa que he adquirido en la aplicación Too Good To Go. Me ha costado 3,99€. Estoy feliz. Y también flipando por todo lo que me dan por ese precio. La app móvil permite a restaurantes, supermercados y hasta floristerías vender el excedente de comida diaria y los usuarios pueden salvar comida que de otra forma acabaría en la basura por un precio de entre dos y cinco euros. Esta iniciativa es, sin duda, necesaria sobre todo sabiendo que en Europa se tiran más de 1.300 millones de toneladas de comida apta para el consumo.

Para ver si se trata de un proyecto viable decido pasarme una semana comiendo todo lo que los establecimientos consideran que ya no puede ser vendido. Hay algo que está claro y es que reducir el exceso de comida diario sobrante que acabaría en la basura ayuda a preservar el medio ambiente y reduce las emisiones de CO2. Esto es lo que me convence. Queda solo por ver si es posible alimentarse diariamente de esta manera, es decir, si es saludable y supone un ahorro económico real.

Día uno

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El primer día fui la clásica novata. Me adentré en la aplicación y miré qué lugares había alrededor de mi casa. El proceso para adquirir comida es muy sencillo: puedes mirar a través de un mapa y ver qué lugares te quedan cerca o bien mirar una lista donde aparecen los mismos sitios clasificados por "recoger ahora", "para desayunar", "para almorzar"… Cuando seleccionas uno de los establecimientos te aparece lo que puedes encontrar en términos generales. Lo que te vas a llevar realmente no lo sabes hasta que te lo dan. Como cuentan desde Too Good To Go, “los establecimientos asociados crean packs sorpresa con la comida que no han conseguido vender y son así porque es muy difícil calcular qué va a sobrar”. Con esta opción se permite que los sitios tengan la libertad de no comprometerse a ofrecer un plato u otro.

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En mi primer día seleccioné un supermercado porque, a decir verdad, era lo que más fiable me parecía. El Carrefour Bio me dio una bolsa con leche ecológica, seitán, galletas artesanales y un trío de arroces con verduras teriyaki. Bueno… todo bien, lo peor fue que todos los productos caducaban al día siguiente y no tenía el tiempo suficiente para probarlos. El seitán, como no me gusta, se lo di a mi compi de piso, que le vino genial porque es vegetariana. La leche pues también nos la bebimos. Lo mejor del pack fueron las galletas, las llevé al trabajo y nos las comimos entre todos. La bolsa entera por 4,99 euros.

Día dos

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Para el segundo día ya iba más preparada y, como llegaba visita a mi casa, fui a recoger algo para cenar. Me dirigí a la panadería el Fornet, donde me petaron la bolsa. La comida estaba súper buena, ¿lo mejor? Los bocadillos. Mi novio y yo compartimos los bocadillos y la ensalada y dejamos los croissants para la mañana siguiente. Esta comida podría haber servido también como almuerzo. El pack entero me costó 3,99 euros. Desde mi punto de vista en cuanto a cantidad, calidad y precio es la mejor combinación.

Día tres

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La ilusión iba en aumento, en este caso porque tenía ganas de conseguir un lugar diferente. Eso es algo que tengo que decir, la mayoría de establecimientos disponibles son panaderías. Cierto es que los lugares con comidas distintas se encontraban fuera de mi rango más cercano o de paso, así que también depende del sitio en el que vivas y de cuánto piensas moverte por tu alrededor para ir a por tu pack. En esta ocasión opté por Las Muns, un sitio de empanadas que está muy cerca de donde vivo. Me dieron tres empanadas por 3,99 euros. Estaban recién hechas y me atendieron muy bien, dándome información sobre el lugar y sus ofertas. Fue uno de los mejores días.

Día cuatro

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Decidí salirme un poco más de mi rango más cercano, es decir, de los establecimientos alrededor del trabajo y de mi casa. Nos fuimos de paseo por el centro así que aproveché para abrir la app y ver qué había a nuestro alrededor. Por la zona del Gótico había un pequeño local, Dulce y Salado, con pizzas, empanadas, pan o bollería. Por 4,70 euros nos dieron dos croissants de chocolate, otros dos de jamón dulce, queso y ensalada y otros dos productos de bollería. Al llegar a casa los pasamos por la plancha y estaban como recién hechos. 

Día cinco

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Como era sábado, opté por elegir algo para desayunar. En el mapa se marcaba una cafetería en una zona cara de Barcelona: Sant Gervasi. Las imágenes y la descripción me llamaron la atención: brownies, galletas y bebidas, justo lo que me apetecía. Para llegar hasta la zona tuvimos que acercarnos en moto. La cafetería, muy pequeñita pero acogedora, estaba a punto de cerrar pero me prepararon un café frío que estaba buenísimo y me dieron una cookie y un croissant de crema. Fue el lugar más barato: todo por 2,99 euros. Los precios también indican la cantidad de exceso de comida que se dará.

Día seis

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Había tenido tan buena experiencia con la cafetería el Fornet que decidí volver. Aunque no volví al mismo establecimiento, escogí uno que me quedaba de paso. No tuve tan buena experiencia esta vez porque en el pack sorpresa venía un súper bocadillo de salmón y, particularmente, no me gusta. Lo llevé al trabajo al día siguiente y seguía estando bueno porque se lo comió uno de mis compañeros. Al sexto día ya estaba cansada, también, de comer bocadillos o croissants, por ello los fui repartiendo. Todo lo que se ve en la imagen por 3,99 euros.

Día siete

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El último día me di cuenta que una cafetería en la que suelo desayunar los fines de semana está al lado de mi casa también estaba en la aplicación. Por 3,99 euros podía coger dos productos dulces y tres salados o viceversa. Me dejaron seleccionar qué me apetecía en concreto de cada producto. Esto no lo hicieron porque me conocieran, es una opción que muchos establecimientos dan. Así puedes especificar, también, que eres vegetarianx o alérgicx a algún producto.

Para de vez en vez

En uno de los establecimientos coincidí con otros dos usuarios de la aplicación y entre los tres nos llevamos todo lo que el lugar iba a tirar a la basura. Salvar un pack de comida equivale a ahorrar el CO2 que emite un coche tras haber recorrido casi ocho kilómetros o el que se emitiría si dejáramos la luz encendida toda una semana, según explican desde la misma app. En España, según el Ministerio de Agricultura, ocho de cada diez hogares desperdician comida. En 2018 se tiró un 8,9% más comida que el año anterior. Lo peor de eso es que más del 84% era comida que ni siquiera se había cocinado. Y, aunque el mismo Ministerio ha según el Ministerio de Agricultura concienciación, formación, sensibilización, buenas prácticas o nuevas tecnologías..., parece no ser suficiente. Habrá que seguir fomentando estas estrategias y, sin duda, adherirse a iniciativas como según el Ministerio de Agricultura o los bancos de alimentos que tienen una labor tan importante en nuestro país.

La verdad es que la experiencia en su totalidad fue muy buena. Lo que comí durante toda la semana costó menos de 30 euros, dependiendo de lo que cada uno pague al mes por la compra del supermercado puede saber si le es rentable o no. Estuvo en mi mano poder seleccionar establecimientos más variados y, desde luego, lo haré a partir de ahora. No recomiendo utilizarlo como única forma de alimentación, ni cada día, ya que tampoco es fácil llevar una dieta equilibrara con todo lo que el cuerpo necesita para estar bien si dependes únicamente de los descartes de los demás. Para lo que sí sirve es como un buen complemento, si algún día que quieras desayunar algo diferente o que no te apetezca hacerte de cenar y puedas ir a buscar por tu alrededor un sitio que esté a punto de cerrar y te pueda dar su exceso hay pizzerías, lugares de tapas o sitios de pasta. Eso sí, vivir en propia carne cómo se reduce el desperdicio, te ayuda a ver que los cambios para que la comida no acabe en la basura los tiene que asumir toda la industria alimentaria, no solo unas cuantas panaderías y algunos jóvenes que quieren ahorrar al comerse un croissant porque, según el informe del Ministerio, somos la generación que menos comida desperdicia.