Lewis Howes y las máscaras de masculinidad que impone nuestra sociedad

La escasez de comunicación emocional, la violencia y la obsesión enfermiza por el éxito son consecuencia de una idea tóxica de masculinidad

Eres hombre. Y desde muy pequeñito te han ido inoculando en vena una noción concreta de la masculinidad. Solo una: la del macho estoico, la del alfa invulnerable. Desde la publicidad. Desde la televisión. Desde el cine. Desde las revistas. Desde las calles. E incluso desde el propio hogar. El mensaje heredado sobre qué patrones de conducta debes cumplir para poder seguir siendo considerado como un hombre se repite desde todas las esquinas de nuestra sociedad. Es un eco que nos condiciona consciente e incoscientemente hasta deformarnos.

Lewis Howes, ex futbolista, exitoso emprendedor y gurú motivacional, pagó muy cara su obediencia hacia esa imagen tóxica de la masculinidad. Le convirtió en alguien reprimido, atormentado y violento. Por suerte, consiguió despertar. Y decidió entrevistar a hombres de todo tipo y de todas las edades para descubrir si también ellos sufrían las consecuencias de vestir todas esas máscaras de masculinidad que exige nuestra sociedad machopatriarcal: frialdad emocional, dureza psicológica, apariencia triunfante, autoridad agresiva...

La respuesta a aquellas entrevistas se llama The Mask of Masculinity, un libro donde analiza los rasgos más dañinos —para los hombres y para las mujeres que conviven con nosotros— de la masculinidad clásica.

Máscara 1: Invulnerabilidad

Los hombres no lloran. Una frase en desuso que, sin embargo, sigue condicionando intensamente nuestro comportamiento. Lo hacemos, sí. Cada vez más. Pero no podemos quitarnos de encima la sensación de estar perdiendo puntos de atractivo. Nos sentimos frágiles. Nos sentimos ridículos. Esa estúpida premisa se extiende víricamente hasta afectar todo nuestro mundo emocional. Y muchísimas relaciones de amistad y relaciones sentimentales se ven definidas por esta actitud. No nos han programado para mostrar nuestras debilidades.

Así lo explicaba Lewis Howes en una entrevista con la coach Marie Forleo en su canal de Youtube: "Nunca me abrí de verdad con otros tios. Creo que el 50% de los hombres sienten que no tienen un amigo con el que puedan compartir cosas como sus inseguridades, sus temores o sus frustraciones acerca de sus relaciones, su vida o su físico. Porque si muestras que eres sensible y tienes emociones pasas a ser considerado algo menos que un hombre. Y solo para poder encajar, para poder ser aceptado, tienes que comportarte de una manera determinada".

Máscara 2: Agresividad

Esa falta de comunicación emocional, defiende Howes, conduce a la violencia. En los patios de colegio, en los hogares, en las calles e incluso en el mapa político. Porque somos animales sociales. Hablamos y sanamos. Pero si nos pasamos la vida guardando toda nuestra mierda para nosotros mismos, desarrollamos mecanismos menos saludables para gestionar la tristeza, la frustración o la ira. El propio Lewis tuvo que partirle brutalmente la cara a otro hombre para entrar en shock y empezar a bucear en las verdaderas motivaciones tras toda esa agresividad.

"No sabía cómo manejar mi mundo interior ni cómo comunicarme emocionalmente cuando estaba herido. Lo que hacía era llevar la ira al mundo. Volverme agresivo, enfadarme, hinchar mi pecho y ser el macho alfa de la sala. ¿Pero me hacía feliz? No", le contaba emocionado a Marie Forleo. La ira y la agresividad solo desaparecieron cuando decidió contarle al mundo aquello que le atormentaba: las violaciones que sufrió con tan solo 5 años a manos de un hombre. Como ha repetido a menudo el autor, "cuanto más compartía, más sanaba".

Máscara 3: Éxito

La última gran máscara que la sociedad reclama al hombre es la del triunfador. Ser el que más dinero gana. Ser el que más chicas atrae. Ser el que más goles marca. Ser el que dice la última palabra. Una exigencia impuesta y autoimpuesta —porque nos han educado así— que lo contamina todo. Y las palabras de Lewis Howes a Forleo nos hacen reflejarnos como en un espejo: "Perder era un ataque a mi identidad. Significaba que no era lo suficientemente bueno. En mis relaciones y en mis negocios, tenía que ganar y tener razón, incluso cuando estaba equivocado".

Pero el precio de mantener esa falsa imagen es enorme. Como dice Howes —autor bestseller, integrante de la selección de balonmano de Estados Unidos y propietario de varios negocios multimillonarios—, "aquello funcionaba en términos de obtener los resultados que quería, pero si mis relaciones sufrían y otras personas se sentían desconectadas de mí, ¿realmente estaba funcionando?". El veredicto es que no. Claro que no. Ya es hora de desterrar todas esas imposiciones prehistóricas, seguir el ejemplo de Howes y comenzar a construir al hombre que el mundo necesita.